Al parecer a mayor desarrollo tecnológico las oportunidades de empleo se vuelven más selectivas y, por lo tanto, marginan a quienes no tienen la preparación adecuada para desempeñarse en puestos de trabajo que requieren mejores niveles de educación.
Esta es una realidad que no puede ser desestimada. Es que ahí donde aparece una máquina con mayor capacidad para ejecutar de manera autónoma una serie de tareas reemplazando el trabajo manual, también emerge el fantasma del desempleo.
Pero en contrapartida, este riesgo inminente debe llevar al sistema educativo a encontrar respuestas rápidas para que los niños y jóvenes se familiaricen con el uso de las nuevas tecnologías de producción, poniéndole énfasis a impartir conocimientos que capaciten a las nuevas generaciones en el manejo de instrumentos de producción modernos.
Así por ejemplo si se preparan mecánicos torneros, su entrenamiento debe incluir lo mejor del estado del arte en esta materia, de manera que los jóvenes reciban preparación adecuada en el uso de máquinas que incorporan procedimientos computarizados desde el diseño y producción de las piezas que entran al torno o a cualquier otra máquina-herramienta.
Esto es válido para todas las ramas del saber. Máxime cuando la producción está cada vez más involucrada con procesos cuyos componentes responden al conocimiento y aplicación de a la tecnología de información. Curiosamente, no solo se requiere para este fin de conocimientos fundamentales en las denominadas ciencias duras, como matemáticas, física, química y biología; sino que también demanda entrenar la mente de los educandos para tener acceso a fuentes de información relacionadas con ciencias sociales, economía y administración.
Quienes están por integrarse a la población en edad de trabajar, tienen que encontrar por su propia cuenta toda la información que los ponga al tanto del estado del arte en materia de tecnologías de la producción. Caso contrario estarán condenados a lo que se ha denominado analfabetismo informático y por lo tanto, tendrán opciones muy limitadas de empleo: actividades elementales como limpieza, mensajería y otros servicios similares, que por lo general no tienen buenas perspectivas salariales.
La cuestión se resume en un desafío: cómo crear trabajos de “calidad” que respondan a las exigencias del desarrollo tecnológico y que sean a su vez bien remunerados; y cómo evitar que los estratos de la población que no tienen acceso a una educación de avanzada, terminen perennizando económicamente la marginalidad educativa a la que fueron condenados de manera consciente o inconsciente.
¿Podrá el socialismo del siglo XXI tener una respuesta contundente y eficaz a este problema o, para no enfrentarlo, se dirá que es consecuencia del neoliberalismo?
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