miércoles, 25 de mayo de 2011

Solo fue un chapazo

Comprobado: si algo saca de quicio más rápido de lo acostumbrado, al Presidente Correa, es cualquier expresión que por lo menos insinúe algún cuestionamiento respecto a la verdad oficial del 30-S. Entonces se transforma. La mirada se le inyecta de odio. Y clama venganza en nombre de los muertos y heridos. Y clama también venganza en nombre de la Majestad del Poder tan vilmente escarnecida. En ese éxtasis, dirige su odio contra actores invisibles, pero más o menos encarnados en la prensa corrupta y en las personas apresadas como autores, cómplices y encubridores de la asonada.

Correa acusa a la prensa -dicho sea de paso- por practicar lo mismo que le achaca como poder mediático: no haber declarado culpables a Araujo, Carrión y todos los demás procesados bajo la acusación oficial de magnicidio. ¿Sí se dan cuenta del desvarío...? Me explico: El Presidente Correa dice que la prensa corrupta absolvió a los inculpados. Y entonces la pregunta cae de madura: ¿Y qué habría dicho, si esa misma prensa acusaba a Araujo y a Carrión, como autores de delito de lesa majestad? Entonces ¿dejaría de ser corrupta?

Pero lo de fondo, la verdad verdadera, reside en admitir que el 30 de septiembre de 2010 ocurrió un acto de protesta policial, que conforme pasaron las horas, fue derivando en vandalismo. Hasta ahora, ni los agenciosos fiscales, ni el mismísimo Presidente Correa han aportado un solo indicio, o cuando menos una sola media prueba, de que hubo un complot minuciosamente planificado para capturar al Presidente Constitucional de la República, aprovechando su inocente visita al Regimiento Quito, y llevarlo con su aceptación a refugiarse en una habitación del contiguo hospital de la Policía, donde se le administró asistencia médica para que superara los problemas de semi asfixia que presentaba -y quien no los va a presentar cuando se expone directamente a gases picantes o lacrimógenos- y el dolor de su rodilla recién operada. En esa habitación el Presidente recibió a amigos y partidarios; formuló declaraciones públicas a la radio y a la televisión; y ordenó, él mismo, la incursión militar al hospital de la policía en que se encontraba, (¿retenido, secuestrado?). Producto de esa incursión militar fueron los muertos y los heridos.

El 30-S no debió ser más que un "chapazo"; es decir un acto de indisciplina violento, exacerbado por la presencia desafiante del Presidente de la República, exigiendo a ese grupo de policías, incontrolables e incontrolados, que lo maten. Todo el mundo lo vio. Ahí están nítidas las imágenes.

Ese chapazo es el que se debe sancionar con todo el rigor de la ley. Pero si se busca sancionar un intento de magnicidio para consumar un golpe de estado, cualquier juez que estime su inteligencia, no lo hará. Porque eso nunca existió. Y menos existió, cuando la acusación obedece a todas luces solo al afán de venganza, porque a la Majestad del Poder que el Presidente Correa proclama encarnar, le resulta intolerable, inaceptable, inadmisible, que unos chapitas, en una mañana quiteña, se hayan resistido a agachar la cabeza ante las imprecaciones de quien dice ser su jefe. Por eso, con su sal de india indómita, la Lourdes Tibán ha dicho que si de algún delito son culpables los policías, es de no haber cumplido fielmente la orden de su jefe: que lo tiren... a matar!






domingo, 22 de mayo de 2011

¿Es la prensa corrupta...?

El Presidente Correa se esmera en señalar, semana a semana en sus sabatinas, que la prensa es corrupta porque la información y las opiniones que ésta publica, no se ajustan a sus percepciones e interpretaciones de la realidad.

En el clímax de su odio a la prensa, ha llegado a desempolvar la historia, culpándola del asesinato de Eloy Alfaro. Pretende así no solo reivindicar un supuesto exceso de los medios de comunicación que, según su parecer, incitaron a la inmolación del Viejo Luchador en la "Hoguera Bárbara" de El Ejido, hecho acaecido hace casi 100 años, (el 28 de enero de 1912), en Quito, sino que se autoproclama el vengador de ese crimen incluso anticipándose a reclamar para él, un destino similar...

Pero lo que Correa no señala es que un elemento fundamental para llevar a Alfaro al triunfo de la Revolución Liberal, fue precisamente el papel de la prensa independiente, que a través de las páginas de diario EL TELÉGRAFO denunció la denominada "venta de la Bandera", cuya consecuencia inmediata fue el pronunciamiento cívico de Guayaquil, el 5 de Junio de 1895, gracias al cual Eloy Alfaro fue llamado para que desde su exilio en Panamá, retorne a asumir la Jefatura del Gobierno instaurado en esta ciudad, y desde donde partieron las huestes alfaristas que instalaron en Quito luego de una guerra civil cruenta, el nuevo gobierno, entre cuyos integrantes hubo insignes periodistas.

La inmolación de Alfaro y de sus compañeros de lucha -también estaba, cabe precisarlo, el periodista Luciano Coral- no fue producto de la prensa. Entre sus causas hay que considerar la permanente confrontación intestina promovida por las escisiones del mismo partido Liberal, protagonizadas por los círculos de poder político y económico que se movían alrededor de la figura del anciano presidente, y entre los que se destacaban entre otros, los seguidores de Leonidas Plaza, de Julio Andrade, y de colaboradores civiles como Don Emilio Estrada Carmona, que arrastraron al país a posiciones irreconciliables, las cuales lamentablemente terminaron en crímenes horrendos, como el que sufrió el propio Alfaro y sus lugartenientes.

Esa es la historia. Prohibido olvidaría... O distorsionarla.

La prensa ecuatoriana -como la de cualquier parte del mundo- no ha podido ni debido, peor querido, sustraerse a la evolución de los movimientos sociales. Y es obvio que en ese proceso, ha optado por ser militante en el debate de las ideas. Esto es un hecho histórico, que explica -por ejemplo- buena parte de eventos tan importantes a nivel mundial, como la Revolución Francesa, o la Revolución Socialista. Las figuras de Marat, Robespierre, o de Lenin, no hubieran tenido la trascendencia que alcanzaron como agitadores y cabezas visibles de sus movimientos políticos, sin la prensa. Y aquí en Ecuador, el mismo Espejo ¿acaso no fue perseguido por las autoridades coloniales, debido a sus cuestionamientos hechos públicos a través de la prensa a través de la cual difundía sus ideas? ¿Y Montalvo? ¿Y Peralta? ¿Y tantos y tantos periodistas que fueron apaleados, o sus imprentas "empasteladas" a manos de garroteros? Prohibido olvidar...

Es que en general, la prensa es el vehículo natural, por excelencia, para el debate de las ideas: hasta equivocándose, una prensa libre es garantía y expresión de la capacidad de disentir. Y sin esa capacidad, no hay pensamiento libre. Y sin pensamiento libre no hay democracia posible... Ergo, tacharla de corrupta para intentar descalificarla; y, bajo esa figura, descalificarla, es un atentado contra la libertad para verter opiniones, máxime si estas contrarían "la verdad oficial".

Correa mismo le debe su ascenso político al espacio mediático que supo ganarse desde esa misma prensa, a la cual ahora acusa de ser "el opio de los pueblos", o sobre la que ha elaborado la curiosa teoría -que más parece nacida de la mentalidad calenturienta de algún publicista desquiciado o resentido, antes que de un Estadista- de que la prensa quiere instituir un Estado de Opinión, para sustituir al Estado "de derechos" que proclama la Constitución de Montecristi. Todo porque informaron sobre el juicio al Crl. Carrión, o porque han dado cuenta de actos de corrupción, o porque no pueden ocultar los ataques de la delincuencia, o porque no aceptaron como únicos e inapelables los resultados del exit poll de los medios de comunicación gubernamentales. O simplemente porque cumplen con su deber de informar y opinar.

La prensa tiene un solo rol: es el único medio eficaz para construir ciudadanía. Imagínense por un instante lo que hubiese pasado en el País, si en vez de los medios independientes que a Dios Gracias, todavía existen, los ciudadanos nos hubiéramos enfrentados el 7 de mayo, a decidir nuestro voto teniendo como únicos insumos las noticias y opiniones de los medios que controla el régimen. Quizá entonces, y solo entonces, el SÍ habría ganado por goleada...

Defendamos a la prensa. No es lo mejor que tenemos, pero la prefiero con todos sus errores -y a veces con horrores- a tener una sola visión de los hechos, o a disponer de una opinión que responda únicamente al criterio ideológico de los que están en el poder. O, lo que sería insoportable, a tener una reedición del Gran Hermano, (no me refiero al que sabemos, sino a "1984", el libro de George Orwell, que ahora debe ser de lectura obligada para todos los que amamos la democracia)

Defendamos a la prensa independiente. Principiemos por decir que aun con sus omisiones y fallas, es preferible a la verdad oficial. Comencemos desde ahora. Después será muy tarde...

jueves, 19 de mayo de 2011

"El más fiel reflejo del fracaso social y económico del país"

Con mucha frecuencia, el Presidente Correa suele atribuir a la "larga noche neoliberal", la emigración de miles de ecuatorianos. Y apelando a su peculiar prohibición de olvidar, reiteradamente culpó en los últimos 4 años, al "modelo", de haber expulsado a miles de compatriotas a otros países, especialmente a España, Italia y Estados Unidos.

"(...) la emigración constituye una intolerable tragedia nacional y el más fiel reflejo del fracaso social y económico del país, tragedia que ha producido una desestructuración familiar y nacional sin precedentes, con incalculables impactos en cuanto a bienestar". El autor de lo citado es Rafael Correa Delgado, ("Ecuador: de Banana Republic a la No República", diciembre 2009, pág. 66). Entonces al cabo de más de 4 años de ejercicio del poder por parte del mismo economista, lo menos que se podría esperar es que termine esa "intolerable tragedia y el más fiel reflejo del fracaso social y económico del país"...

Pero no ha ocurrido así: acaban de detener en Chiapas, México, a 513 emigrantes mientras eran transportados hacinados en dos camiones, hasta pasar la frontera con Estados Unidos. De ese grupo, 37 son ecuatorianos, originarios en su mayoría de la zona austral del país. Y las cifras dan cuenta de que entre enero y mayo de este año, 242 connacionales debieron ser asistidos por los representantes consulares de Ecuador, porque habían sido víctimas de los "coyoteros". El año pasado llegaron a 491 los ecuatorianos descubiertos en el intento de llegar ilegalmente a Estados Unidos. Y aunque no hay una estadística de cuántos compatriotas han emigrado a Estados Unidos desde que llegó la revolución ciudadana, las cifras revelan que la intolerable tragedia a la que aludía en su libro el Presidente Correa, continua a pesar de que ya pasó la larga noche neoliberal.

Ergo, si la emigración sigue imparable, pese a que -insisto- ya pasó la larga noche neoliberal, ¿será esa realidad retratada en Chiapas, el más fiel reflejo del fracaso social y económico del país? Porque en 52 meses de gobierno, parece increíble que siga habiendo ecuatorianos que prefieran arriesgar sus vidas, hacinados en un furgón, en lugar de quedarse aquí, disfrutando de la calidez que brinda la tierra de la que se es natural, la familia y los amigos. Para explicar el fracaso, yo tengo una hipótesis de economista lego y profano: el problema es que no hay producción. Y sin producción no hay empleo.

Ojalá el Presidente de la República reflexione sobre el significado que tiene para las gentes, descubrir que el sufrimiento de desarraigarse para ir a buscar trabajo en Estados Unidos, no ha concluido, a pesar de la Revolución Ciudadana...

¡Prohibido olvidar!

sábado, 14 de mayo de 2011

Mitomanía y política

Escuché hoy al Presidente Rafael Correa en su cadena radial. La verdad que procuro no perderme esas alocuciones presidenciales, porque en primer lugar constituyen un auténtico ejercicio de sindéresis política; y, en segundo lugar, contribuyen a perfilar dónde está la diferencia entre la teoría predicada por los ministros, ministros-coordinadores, secretarios y otros altos funcionarios del régimen; y la práctica, impuesta desde la visión política del Jefe de Estado y líder incuestionable de la Revolución Ciudadana.

Este sábado 14 de mayo, la esperaba con verdadera curiosidad, seguro de que obtendría suficientes elementos de juicio para sostener que el presidente había asimilado en toda su profundidad, la enorme lección política que buena parte de su propio electorado le dio el 7 de mayo.

Esta lección se resume así: señor Presidente, los ecuatorianos apreciamos la importante obra física que su gobierno ha cumplido en estos 28 meses de gobierno; pero no estamos dispuestos a entregarle un mandato mediante el cual usted asuma, de manera encubierta pero real, la totalidad de las Funciones del Estado.

La memoria del pueblo ha evocado otras experiencias históricas, en que una sola persona, premunida de un supuesto respaldo popular abrumador obtenido en la víspera, reclama para sí el poder absoluto, incluso requiriendo testimonios imparciales que garanticen un ejercicio escrupuloso y transparente del encargo cuya refrendación y legitimidad las reclama como inapelables, por surgir de la voluntad del soberano. Ecuador y Latinoamérica, registran muchos hechos de esta clase, que nunca se han ejecutados sin someter previamente a la prensa independiente... Y esta evocación era la que debía de servirle como referente al señor Presidente, para utilizar su Informe Semanal como vehículo eficaz, no para obtener unanimidad sino para convencer a sus conciudadanos que no aprobaron sus propuestas. Olvidó que en política es tan importante vencer como convencer.

Porque la diferencia entre vencer convenciendo o ganar sin convencer, es la orfandad: paulatina pero inexorablemente, a los políticos que vencen sin convencer, les acosa una terrible soledad, que nace del hecho Indiscutible que se desprenden de manera sistemática de todos aquellos colaboradores que dejan de serles utilitarios para sostener las "verdades" del poder, que son las verdades del jefe, que son las únicas creíbles y que son las que deben difundir los medios de comunicación para no ser considerados "corruptos". Pero esas verdades terminan siendo mitos, que lo mismo se usan para ufanarse de una victoria y amenazar con la humillación a los ocasionales vencidos; que para renegar de una derrota, culpando a todos cuantos estén próximos de haberla causado directa o indirectamente.

Hoy en su cadena, el Presidente admitió como única verdad la que él ha construido respecto al pronunciamiento popular del 7 de mayo. Y esa construcción se basa en una concepción mitómana, que parte de achacar al propio Consejo Nacional Electoral -al mismo que preside Omar Simon, quien hace poco fungió de ser su maraquero mayor-responsabilidad en la supuesta manipulación de los escrutinios, para comenzar por las provincias donde ganaba el NO y confundir a la ciudadanía con la desinformación de la prensa "corrupta", transmitiendo la falsa idea de que la tesis del SI había sido derrotada.

Pero, pregunto yo, ¿confundió a la ciudadanía el oficioso encuestador que proclamó un triunfo con un margen que no existió; e indujo al mismísimo Presidente de la República, que sí sabe de estadística, a festejar en público ese triunfo "arrollador"? ¿O confundió publicar la noticia de que el conteo rápido del CNE presidido por el también mismísimo Simon, no era tan generoso en adjudicarle la victoria con un margen tan holgado? Sin una prensa independiente y objetiva, seguramente el CNE habría archivado su conteo rápido y habría refrendado el exit poll de la victoria electoral "por goleada"... Nadie habría reclamado. Nadie habría contradicho la verdad oficial. Y nadie habría señalado las inconsistencias de las actas electorales, que obliga a recontar los votos para asegurar la fidelidad del resultado. Estaríamos viviendo bajo los efectos de una mitomanía que nadie se atrevería a contrariar, so pena de sufrir agresiones verbales y hata prisión. Como en el caso de Carrión...

La consulta popular del 7 de mayo ha descubierto muchas debilidades en las políticas del régimen. Tal vez la más evidente de todas es que el poder va cayendo en mitomanía. Y eso es grave. Gravísimo...

viernes, 13 de mayo de 2011

Votar nulo y en blanco

Cuando el ciudadano ejerce su derecho a elegir, implícitamente tiene entre sus opciones las de votar en blanco o anular su voto. En el primer caso, expresa su decisión de no manifestarse por ninguna de las alternativas que se le presentan en la correspondiente papeleta. Simplemente se abstiene de hacer una elección. Cuando anula su voto, puede hacerlo como manifestación de inconformidad con el proceso al que se lo ha convocado; o también porque a causa de carecer de información suficiente sobre los alcances del acto electoral, o debido a su relativa complejidad, no completa su papeleta conforme a las prescripciones reglamentarias respectivas.

En ambos casos, su voto es válido; y como tal, tiene que ser forzosamente reconocido y respetado por la autoridad electoral. Es decir, que no cabe, bajo argumento alguno, dar a su voluntad electoral -refrendada por su comparecencia al recinto correspondiente, con el claro e irrevocable propósito de ejercer un derecho y un deber propio de su condición de ciudadano- interpretar su voluntad como no válida. Aceptar semejante pretensión no solo que afecta a garantías constitucionalmente consagradas, sino que vulnera derechos humanos, reconocidos tanto por la Declaración Universal de los Derechos Humanos denlas Naciones Unidas, cuanto por la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos, OEA, de los cuales Ecuador es suscriptor.

En el Referéndum y Consulta Popular del 7 de mayo, importantes grupos de ciudadanos votaron en blanco o anularon sus votos. Con ese acto, hicieron ostensible su voluntad de manera democrática. Por lo tanto, ninguna autoridad puede anular esa manifestación. Esos votos son plenamente válidos, porque expresan de manera soberana, una clara intención de los electores: no se adhirieron a ninguna de las corrientes que se formaron en torno a aprobar o a desaprobar las reformas constitucionales y legales que les fueron consultadas. O -en el peor de los casos- rechazaron los temas que les fueron sometidos a su consideración.

Por lo tanto, cabe que la autoridad electoral no solo registre esos votos con fines estadísticos, sino que los compute exactamente respetando su significado: los ciudadanos concurrieron a las urnas, tomándose las molestias que ese hecho comporta, para dar su veredicto que no fue ni a favor ni en contra de las dos opciones que se les plantearon. En otras palabras, hicieron uso de su derecho ciudadano de escoger una alternativa distinta, incluso por error o como una manifestación de rechazo a las mismas.

Invalidar esa voluntad, es un acto arbitrario y antidemocrático, que irrespeta el derecho de ese importante grupo de ecuatorianos a participar activamente en la vida política del país. Es más, de producirse semejante exclusión, se consagraría un atropello, que la ciudadanía debe rechazar.


domingo, 8 de mayo de 2011

Marujita Salomé

Evocaré a María Salomé Chávez Bailón, que así era el nombre de la que fue mi mamá.

La imagen más nítida que guardo de ella es la de una mujer con inagotable disciplina de trabajo: estaba en pie, cuando todavía "era oscuro"; o sea mínimo, a las 5 y 30 de la mañana; y no se acostaba sino hasta bien entrada la noche. Y en esas horas hacía de todo: cocinaba, lavaba, planchaba -con esas planchas alimentadas por brazas de carbón vegetal, que la deshidrataban tanto, que a veces solía terminar la jornada con una Pilsener bien helada-, arreglaba y limpiaba escoba y escobillones en mano la casa, cuidaba de sus gallinas y de sus pájaros, perros y gatos, de repente un chancho de corral, y las plantas de su jardín, con begonias, violetas, lenguas de suegra, hierbaluisa, matizadas con tomates, limones, culantros y cebollines... Entonces aprendí desde que empecé a razonar, que no había un mundo posible sin mamá; o, mejor dicho, que sin ella, cualquier mundo sería imposible.

Mamá era tímida. Esa timidez era congénita a sus raíces campesinas. Y era una profunda observadora, a la que difícilmente se le podía ocultar cualquier estrago físico o emocional, incluso aquellos que obligaban a ensayar alguna que otra mentira como excusa. Dirigía un ejército de ocho hijos, a los que se agregaban -siempre bien recibidos por ella- de tarde en tarde, uno que otro sobrino. Y cuando digo que dirigía un ejército, no hago alusión solo al número -por lo demás, normal para cualquier familia manabita de los años 30 a los 50 del siglo pasado-, sino a las tareas asignadas a cada uno, especialmente a los mayores respecto al cuidado y aseo de los menores. No se habían inventado los "tableros de mando" de los sistemas administrativos actuales, pero tenía presente en su memoria qué tareas había asignado a cada cual, y quién la había cumplido o estaba en deuda. A veces ponía un cómplice velo de olvido a alguna falta, pero si llegaba la ocasión la recordaba señalando que la tenía "asentadita". Y entonces podía ser muy severa.

Mamá cuidaba de cada uno de sus hijos, respetando su identidad. No estudió sicología; pero era una parvularia auténtica. Un pellizco podía ser preludio de un castigo mayor -"la buena la tanda"-; por eso, generalmente bastaba una mirada, para saber que había que retirarse sin ánimo de regresar a buscarlo que no se había perdido. Pero yo siempre me he quedado cautivado sobre la forma como ella tenía que resolver las preferencias que cada carácter, que cada manía de sus hijos le comunicaba. ¡Y éramos 8!, cada uno con sus temas, cada uno con sus temores, cada uno con sus aspiraciones, cada uno con su personalidad. Y así pasamos nuestra niñez.

Porque la adolescencia la compartíamos con otras casas, cuando fuimos a estudiar a Portoviejo. Y ahí pudimos, ciertamente, hacer uso de esa personalidad que ella respetó -incluso para decidir si nos daba remedio de palos- porque nos autodisciplinamos. Nadie nos levantaba para ir al Colegio, nadie nos obligaba a tomar una ducha o a andar más o menos presentables en términos estéticos. Nadie. Solo la idea de que el viernes o el sábado, cuando regresáramos a Sucre, mamá nos revisaría para saber si nos cepillábamos los dientes, o si nos lavábamos las orejas, nos hacía observar aceptables hábitos de higiene. Y así crecimos...

Mamá miraba de lejos nuestra formación secundaria y universitaria. Creo que ella había convenido una especie de división del trabajo de criar a los hijos con papá: ella en la disciplina, él en el rigor de cumplir con los estudios. (Yo salí ganando de eso, porque impunemente hice la secundaria en 2 años más que lo normal, pero esa es otra historia). Y también que fue entendiendo poco a poco, que la ley inexorable de que los hijos son aves de paso, tenía que cumplirse, incluso a pesar de compartir el mismo techo.

Tenía una gran serenidad ante la muerte. Porque también la tenía ante la vida. Recuerdo que cuando murió papá, solo le bastó llevar consigo sus sentimientos profundos. Y nada más: no la vi protagonizar ningún drama, ni sentirse desvalida, ni esperar de sus hijos algún acto de compasión, que no fuera la solidaridad de compartir el dolor que la partida sin retorno de un ser querido, impone. Lo sobrevivió algo más de 32 años. Y yo me daba cuenta de que en todo ese lapso, apagaba lentamente sus recuerdos buenos y de los otros, como preparándose para dejarlos en la nada, cuando a ella le tocara el turno de partir.

Sus últimos años fueron precisamente eso: un lento desvanecimiento de los recuerdos. Era como ese personaje de Macondo, tejiendo con paciencia su mortaja. Y cuando estuvo lista, partió.

Mamá es mi personaje inolvidable. Yo siempre la recuerdo con los versos de Nervo: "(...) al influjo de su alma celeste amanecía./Era llena de gracia, como el Avemaría:/¡Quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!"

sábado, 7 de mayo de 2011

A partir de mañana

No voy ni a magnificar ni a minimizar la victoria del gobierno -que en verdad es del Presidente Rafael Correa y de nadie más- en la consulta popular de este 7 de mayo. Tampoco regatearé el tamaño del triunfo; porque así como en el fútbol gana el que hace más goles, en política triunfa quien obtiene más votos. Y a otra cosa...

Confieso que nunca esperaba a un Correa magnánimo -o mejor, por lo menos condescendiente- al evaluar el resultado. Pero tampoco esperaba ver a un Presidente lleno de tanto rencor en sus primeras declaraciones. Abrigaba la esperanza de que serenamente formulase un llamado a la concertación; a deponer pasiones; a reconocer que el único papel que, pasada la campaña le toca cumplir, es el de un Estadista asumiendo la responsabilidad que la mayoría del electorado le entregó, para ejecutarla con ecuanimidad, sin ningún vestigio de rencor contra sus adversarios, porque de eso se trata la democracia. Mas no fue así: continuó lanzando dardos cargados de veneno contra la prensa, en primer lugar; y contra sus opositores sin excluir a sus antiguos compañeros de ruta. Entonces la pregunta de fondo que deja planteada tal posición es preocupante: ¿hasta dónde está dispuesto el Primer Mandatario a polarizar al país?

Y este es el tema que se debe abordar a partir de mañana. Los 27 meses que faltan para completar su mandato, no pueden ser de eterna campaña electoral, porque hay cuestiones prioritarias que deben ser resueltas, incluso para crear el clima de confianza tan necesario a la implementación de los cambios en la función judicial, propuestos por el Presidente y aprobados en la Consulta. Un país escindido, no es el mejor escenario para ese fin.

A partir de mañana lo primero que debe hacer el Estadista Rafael Correa es limpiar el ambiente desordenado que el proceso electoral dejó. Poner la casa en orden. Esto significa, ni más ni menos, que definir la manera cómo aprovechará el país la gran infraestructura que está construyendo, porque -por ejemplo- ¿de qué servirá haber construido tan buenas carreteras, si la producción agropecuaria que podría movilizarse por ellas, sufrirá directa o indirectamente, los estragos de no tener acceso a mercados ampliados, como los de Estados Unidos y la Unión Europea? Claro, que mientras el precio internacional del petróleo se mantenga alto no hay mucho de qué preocuparse, (aunque la semana pasada ya registraron caídas los índices marcadores WTI); pero, ¿y si empiezan a derrumbarse de manera sostenida?

Limpiar ese ambiente desordenado, también equivale a frenar el centralismo desaforado, que ha tomado cuerpo en los últimos 4 años a guisa de recuperar la rectoría del Estado sobre la sociedad. Economista no neo liberal, como es Correa, debería advertir que hay una relación simbiótica entre centralismo y corrupción: cuando alcaldes, prefectos y asambleístas van a los ministerios a tramitar partidas presupuestarias o a conseguir ser tomados en cuenta en la planificación milimétrica de la SENPLADES, se va regando la semilla de "la esa", de "los billos" o del equivalente al IPRE dolarizado, abusando de las cataratas de la Contraloría o de la nula capacidad fiscalizadora de la Asamblea.

Ciertamente que si quisiera seguir con el entorno emponzoñado, a partir de mañana el Presidente Correa puede demostrar que no necesitaba de la Consulta para investigar el enriquecimiento privado no justificado. Debería pedir que se investigue cuántos altos funcionarios de su gobierno -para comenzar poniendo el ejemplo precisamente desde adentro- cambiaron de barrio, de casa y de carro a partir de 2007 hasta la fecha; o cuántos transformaron sus cuentas bancarias de magras en obesas, en tan corto período, sin que el sueldo se los permita. Entonces y solo así, podrá ambientar perfectamente el clima para las grandes transformaciones que el país espera ver en la justicia, poniendo del lado que él considera opositor a los corruptos, y del lado que él califica como amigos, a los otros.


viernes, 6 de mayo de 2011

¿Por qué es corrupta la justicia?

Para convocar a la Consulta de mañana, el Presidente de la República ha utilizado como argumento mayor que su propuesta de "meterle la mano a la justicia"' es la única forma de resolver el grave problema de la corrupción judicial. Pero esa es una justificación utilizada por todos los presidentes de la República, cuando han querido intervenir en la función judicial; y el resultado ha sido siempre peor. O sea que el remedio agrava la enfermedad... Si hay alguna duda al respecto, revísese lo que ha pasado desde la última dictadura militar de los años 70, hasta la Pichicorte de Lucio Gutiérrez, pasando por el intento de la izquierda democrática en 1984, de tomarse al asalto la Función Judicial desde el Congreso, para someter a Febres-Cordero; a quien lo único que le quedó, fue rodear con tanquetas el Palacio de Justicia y obligar a que lo tomen en cuenta en el reparto de los jueces.

Pero en esa historia hay un lugar común: todos sin excepción han querido llenar a la Corte Suprema de sus jueces, y han dejado que las Cortes Provinciales sean pasto para satisfacer añejos apetitos de abogados, tinterillos y amanuenses que se disputan a dentellada limpia un cargo de juez provincial o cantonal o cualquier otro puesto. Lo único que han hecho con eso, es darle una vuelta más al torniquete de la corrupción judicial pero sin entrar a lo de fondo: la corrupción es del sistema judicial, no nace y termina con los jueces. Me explico:

La Función Judicial depende financieramente del presupuesto que entre la Asamblea Legislativa y el Ejecutivo, le aprueban y administran. Aquí se cumple aquello de que el que gira el cheque es el que manda. El problema se agravó con la Constitución de Montecristi, no solo porque cambió la forma de nominación de los Magistrados de la Corte Nacional de Justicia (recuérdese que uno de los productos de la "revolución" consiste en cambiarle el nombre a las instituciones, confundiendo, una vez más, las prioridades), sino porque pretendió trasladar esas nominaciones a la ciudadanía, a través del exótico Consejo de Participación Ciudadana. Cuando el Presidente Correa advirtió que por ahí no le iba a funcionar la cosa y que terminaría en las manos de sus aliados distantes que manejan tras telones a "ese lentísimo" Consejo, (y por añadidura al mediocre Consejo de la Judicatura), se valió del auge de la delincuencia para tomarlo como pretexto y, ¡zas! meterle la mano a la justicia. Bingo...

La corrupción del sistema judicial comienza en las comisarías e intendencias de Policía, sigue por los juzgados y tribunales y termina en las cárceles, incluidos los centros de "rehabilitación" para niños y adolescentes de conducta irregular. Si el gobierno quiere meterle la mano a la corrupción de la justicia, debe empezar por ahí. Mejor dicho, hace 4 años debió meterle la mano a todo ese intrincado sistema que tiene sus bases en comisarías, intendencias y cárceles, que están bajo su control. Sin ese caldo de cultivo, la corrupción de los jueces es controlable. (Por ejemplo, en el caso del Tránsito, el "endurecimiento" de las sanciones a los conductores, ha aumentado las cotizaciones que los corruptos vigilantes de Tránsito, curiosamente defendidos por el régimen, imponen so pena de citación)

No hay pues por dónde perderse. De ganar el Sí mañana, lo único que se verá en los próximos días, meses y años, será una proliferación descarada de la corrupción judicial. Choros y saltimbanquis se sentirán confiados en que no serán sancionados... A lo sumo, tendrán que robar más o cobrar más por sus crímenes a destajo -esto incluye a toda esa cáfila de agenciosos abogados, que patrocinan millonarias demandas- pero todo bajo la protección de la impunidad que la ley se encargará de proveer, por acción u omisión. Total, en la noche, todos los gatos son pardos...





miércoles, 4 de mayo de 2011

Una sola razón para votar NO

Votaré NO en todas las preguntas de la Consulta del próximo sábado 7 de mayo. Tengo varias razones. Pero apenas me basta un argumento general para sustentar mi decisión: la nuestra, de acuerdo a la Constitución, es una República; y por lo tanto, los Poderes del Estado, están repartidos en las Funciones Ejecutiva, Legislativa y Judicial, cada una con sus responsabilidades y obligaciones determinadas con arreglo a la Ley Fundamental.
De aceptar como válido el deseo del Presidente Correa de "meterle la mano a la Justicia", se le concedería un Poder que es distinto -total y absolutamente distinto- al que el pueblo le confirió cuando fue elegido. Es, en suma, un poder dictatorial; pues en la práctica, si la Función Judicial pasa a ser subordinada a la voluntad de las Funciones Ejecutiva y Legislativa, (pero en el fondo, de la Ejecutiva, representada por el Presidente de la República), desaparece la división de Poderes, que es la esencia misma de la institucionalidad republicana.
Se me dirá que el grado de corrupción judicial es tal, que para resolver grandes males lo único que cabe son soluciones extremas... Pero esa es una apuesta tan riesgosa, que traerá como consecuencia atropellar los procedimientos -como ya se nota en la designación del Fiscal General, proceso en el que de manera descarada se manipula para favorecer al candidato proclamado ganador por el mismísimo Presidente Correa- y asegurarle al régimen que tendrá jueces a su medida, no solo para castigar a la delincuencia, sino para intimidar a la prensa y, de paso, asegurar la impunidad de funcionarios sobre los que pesen cargos de corrupción.
Preservar una estructura independiente -e interdependiente- de los Poderes del Estado, es asegurar la soberanía de la ley. Y las sociedades democráticas son aquellas en las que prevalece la manifestación del soberano, (o sea del pueblo), por encima de la voluntad discrecional del gobernante de turno. Ya lo dijo Aristóteles en "La República", hace 2.300 años: "Se cometería una falta grave si se sustituyera la soberanía de la ley con la soberanía de un individuo, siempre sometido a las mil pasiones que agitan a toda alma humana"
En 4 largos años, hemos conocido las más de mil pasiones -ciertamente algunas de ellas loables, pero otras llenas de venganza y odio- que agitan el alma del Presidente Correa. ¿Estarías dispuesto a cometer esa falta grave, señalada por Aristóteles hace tantos siglos? Por lo menos yo, no.
¡Por eso votaré no!