Transcurridos los primeros 10 días de la -llamémosla por ahora, así- sublevación de la Policía Nacional, los hechos se han ido decantando poco a poco y permiten formular algunos juicios de valor que, por el paso del tiempo, indudablemente tienen menor carga pasional que los que podrían haberse emitido con la calentura del conflicto...
Lo primero que salta a la vista es que, una vez más, Ecuador está cayendo en la trampa de discutir lo irrelevante para no enfrentar lo relevante.
Lo irrelevante es, en efecto, si fue o no un intento de Golpe de Estado. (Para un iniciado en la lectura de "La Técnica del Golpe de Estado" de Curzio Malaparte, seguramente los gestores de esa tentativa reprobarían un examen elemental sobre la materia)
Lo relevante es que el 30 de septiembre los ecuatorianos recibimos un mensaje devastador: la Revolución Ciudadana, a pesar de sus casi 4 años en el poder, no ha podido erradicar la cultura política de la asonada y del cuartelazo. Para escribirlo mejor: no solo que no ha podido erradicar esa cultura, sino que de una u otra manera, en los genes de esos revolucionarios del socialismo del siglo XXI están los cromosomas de la asonada y del cuartelazo. ¿Acaso el país ha olvidado, que los primeros actos de los revolucionarios, luego de posesionado el Presidente Correa, fue disolver impunemente a un Congreso democráticamente elegido; o ya se ha olvidado, cómo se eliminó al entonces Tribunal Constitucional, asaltando su local y desalojando a garrotazos y pedradas a sus ocupantes? ¿Acaso, para ahorrar más testimonios, nadie recuerda que muchos de los líderes de la revolución ciudadana, estuvieron entre los que promovían y participaban en las algazaras con que derrocaron a Bucaram, a Mahuad y a Gutiérrez? Esto es lo segundo que salta a la vista:::
Y lo devastador del mensaje es que no hemos avanzado nada. Todo sigue igual como cuando la partidocracia azuzaba a militares y policías para obligarlos a tomar partido desde el gobierno o contra el gobierno, y declarar ante las cámaras de la televisión que le quitaban el apoyo al régimen de turno.
Pero además, el 30 de septiembre y los hechos que vienen sucediéndose, demuestran que no hay institucionalidad republicana, porque esta institucionalidad ha sido asumida por un solo hombre: el Presidente de la República. Tanto no hay institucionalidad, que en la última cadena de televisión, la de este sábado 9 de octubre, el Presidente Correa dijo que si los policías querían volver a la situación laboral que tenían antes, él derogaba la ley. No lo dijo una vez, lo repitió para que no hubise duda alguna de que la Asamblea no existe fuera de la voluntad política del Jefe del Estado; como tampoco existe la ´Funcion Judicial; como tampoco existen los organismos de Control Constitucional. (La Asamblea como Función del Estado se declaró en receso por falta de garantías los días despúes de la sublevación policial. Y ha sido incapaz de decir algo) Esto es lo tercero que salta a la vista, a profanos e iniciados.
Hay varios temas tan o más importantes que los señalados, que los abordaré en próximas entregas. (Por ejemplo esa declaración de Hugo Chávez, de que Correa se salvó de milagro y en la que avizora que de haber ocurrido el asesinato del primer mandatario ecuatoriano, se habría provocado una guerra civil con la intervención de Estados Unidos y las Naciones Unidas. Más allá de que ningún Presidente que se estime puede hacer declaraciones de esa clase, Chávez quiere aparecer como el protector gratuito de Correa, de Ortega, y de Morales. Eso no le hace ningún favor a Correa)
Pero por ahora quiero cerrar este comentario invitándolos a una reflexión: estoy de acuerdo con el Presidente Correa cuando afirma que la vida de un solo ecuatoriano, (peor la de 5, 7 u 8), es un precio demasiado alto por un enfrentamiento que no tiene sentido. Entonces hay que ir a buscar las causas últimas y primeras del 30-S. Hay que hacerlo con urgencia, incluso para saber la verdad de los hechos; para saber si hubo intento de golpe de Estado, magnicidio incluido, y quiénes empujaron ese enfrentamiento absurdo, por acción u omisión.
Una sociedad escindida desde el poder de la República, por el insulto y la diatriba descalificadora a los adversarios políticos; una sociedad virtualmente secuestrada por el descontrolado afán de captarlo todo y no transigir con nada ni con nadie, arrebatando incluso espacios mínimos para plasmar en las leyes otras opiniones que no sean las del gobierno; es una sociedad que, tarde o temprano, termina siendo víctima de golpes de Estado. O simples "chapazos", como el del 30 de septiembre. Se convierte en una sociedad africanizada. En un Estado fallido.
He ahi la lección que deja un acontecimiento tan deplorable por innecesario e irracional.
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