Acabamos de celebrar 190 años del 9 de Octubre. No son circunstancias normales las que vive Ecuador, como para estar de ánimo festivo. Pero sin embargo, Guayaquil merece hacer un alto para, a la luz de la celebración de su Gesta, otear cuál es el destino que le espera y si mantendrá la influencia que en lo económico, social y político ha logrado durante la vida republicana.
De partida hay que recordar lo que J. M. Velasco Ibarra decía: sin Guayaquil no es posible imaginarse al Ecuador. Y en verdad, Guayaquil tiene por su situación geográfica una condición privilegiada tanto como puerto -aéreo, marítimo, fluvial y terrestre- cuanto como ciudad industrial y comercial. Para sustentar lo dicho, baste señalar, por ejemplo, que por sus puertos se moviliza casi el 80% de la carga comercial no petrolera del país. Y que su vocación industrial concentra aproximadamente el 49% de la actividad económica de la urbe.
Sin embargo, desde la Colonia y a lo largo de la vida republicana, se ha intentado minimizarla incluso por una especie de fatalismo que en ciertos estamentos de sus elites se advierte de tarde en tarde. Pero cabe recordar frente a este pesimismo, que Guayaquil fue construida sobre las adversidades. Y que los guayaquileños han heredado su espíritu emprendedor y constructivo, precisamente de la apremiante necesidad de ganarle la lucha diaria a los elementos: a la tierrra, al aire, al fuego.
La crisis económica-financiera de 1999-2000, habría tenido efectos de verdadera catástrofe si Guayaquil no la hubiese resistido con la entereza que lo hizo. Y de ahí ha surgido, casi de manera imperceptible, una conclusión: la ciudad cuenta con recursos suficientes para propiciar no solo un proceso de regeneración urbana como el que con tanto éxito ejecuta el Alcalde Jaime Nebot, siguiendo la ruta marcada por el gobierno municipal de León Febres-Cordero, sino para entrar de lleno a un proceso de regeneración económica, que busque reposicionarla -consolidando el régimen de economía social de mercado- como centro financiero nacional e internacional; y paralelamente potenciar su industria, reconvirtiéndola donde sea necesario, fortaleciéndola donde tenga debilidades y definiéndole nuevas y mejores oportunidades en los mercados foráneos, para aprovechar su ventaja de ser el centro de la Cuenca del Guayas, que es la zona más rica del Pacífico Sudamericano.
Ahí está el futuro de Guayaquil. Estoy seguro de que cuando lleguemos al bicentenario del 9 de Octubre, la ciudad será mucho más de lo que en el párrafo anterior se ha delineado. Entonces la prioridad de esta celebración debe tener un objetivio: iniciar ya, desde el lunes 11 de octubre, la tarea de perfilar y producir el Guayaquil que queremos celebrar el viernes 9 de Octubre de 2020.
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