En su sabatina de hoy el Presidente Rafael Correa difundió varios mensajes enviados por lectores a la versión electrónica de diario El Comercio de Quito, a través de los cuales se insultaba al Primer Mandatario.
Estos mensajes motivaron que el Secretario de Comunicación enviara una carta al medio quiteño, haciendo presente que ante los insultos se podrían tomar acciones para identificar y sancionar a los autores.
La respuesta de El Comercio fue suspender temporalmente los comentarios de su sitio de internet, alegando que de no hacerlo, se exponía sufrir juicios penales, tal como se amenazaba en la comunicación del funcionario.
Esto último ha agriado todavía más los términos en que el Presidente de la República se refiere a la prensa nacional, quien considera que no tiene por qué recibir agravios y menos a través de un medio de comunicación.
Pero vamos por partes: cuando alguien en su vecindario se burla de los demás; y los descalifica respecto a sus capacidades físicas o intelectuales; se corre el riesgo de recibir igual respuesta. A veces el problema está en que si el insultador no está listo para procesar la réplica, entonces se pica... y pierde.
Y pierde cuando tiene que usar todo su poder ocasional, para amenazar a quienes -azuzados por sus insultos- se creen con igual derecho a ripostarlos, con más vehemencia, con mayor irrespeto. Este ánimo pendenciero, aprendido en las calles, es el que ha llevado al Presidente a perseguir con sus guardaespaldas a un ciudadano del que vio salir una mala seña, o de cuyos labios creyó escuchar un insulto. O cualquier cosa. Así ocurrió en varias ciudades. Aquí en Gueyaquil, persiguió a un partidario de Alvarito porque dizque le lanzó una propaganda de su adversario.
Hoy que hizo difundir dos o tres insultos de los publicados en el sitio web de El Comercio, mandó previamente a los padres a alejar a sus niños de la radio o de la televisión para que ni vieran ni escucharan las ofensas de las que había sido víctima y que las reproducía para comprobar que el diario permitía impunemente el mal uso de su espacio en internet.
Y mientras eso ocurría, yo me preguntaba, cuando le ha dicho todo lo que le ha dicho a Martha Roldós, a Lourdes Tibán, a Janeth Hinostroza, a Alfredo Pinoargote, a Emilio Palacio, a Osvaldo Hurtado, a Galo Lara, a etcétera, etcétera, etcétera y etcétera personas, ¿mandó a los padres a alejar a sus hijos de la radio o de la televisión? No. No lo hizo antes. No lo hizo hoy -cuando también insultó- ni lo hará mañana.
Entonces, ¿a quién pretende engañar?
Lo que está claro es que aquí cada vez hay menos gente que está dispuesta a quedarse callada ante un insulto o ante una descalificación. Y que ya todo el mundo sabe, que ganan cuando provocan al Presidente. Y que, así picado, pierde...
El senador romano Gayo Curión motejó en un discurso al emperador Julio César, de ser el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos de Roma. Así aludía a los amores -ciertos o falsos- atribuidos al gobernante, que iban desde Nicomedes IV a Cleopatra. Con Napoleón los diarios parisinos se hacían lenguas de las aventuras de Josefina, mofándose de su tolerancia a la infidelidad de la emperatriz coronada. Y ellos igual insultaban y denostaban -incluso hasta mandàndolos a matar- a sus adversarios.
Pero no hicieron de eso un argumento público para declararse víctimas de sus adversarios, porque sabían que en la medida que dieran muestras de recibir el golpe, daban una victoria gratuita a sus adversarios.
Eso es lo que diferencia al Estadista del pendenciero de barrio. Del bochinchero de las asociaciones estudiantiles. Si da, sabe recibir. Si recibe es porque sabe dar.
O en otras palabras, sabe que si se pica... pierde!
No hay comentarios:
Publicar un comentario