miércoles, 10 de octubre de 2012

EL MODELO EXITOSO DE GUAYAQUIL

¿Por qué es "exitoso" el modelo de desarrollo urbano de Guayaquil; y por qué molesta y preocupa tanto al Presidente Rafael Correa que así se califique la gestión cumplida por el Municipio de la urbe, desde 1992?

Para responder ambas preguntas, hay que partir de un hecho cierto e incuestionable: Cuando llegó al gobierno cantonal el ex-Presidente León Febres-Cordero, la ciudad había tocado fondo, luego de soportar más de medio siglo de administraciones municipales de signo populista, que no solo permitieron la depredación urbana, sino que instauraron un sistema corrompido de gestión que colapsó la institucionalidad municipal.

En efecto, desde la dictadura militar petrolera y regionalista de Guilllermo Rodríguez Lara, Guayaquil fue sometida a un proceso degradatorio, que el régimen utilizó para consolidar su visión centralista del poder, por la cual se erigió en dueño y árbitro inapelable del manejo de la nueva renta petrolera.

Entonces el Estado ya no dependía por ejemplo, de las recaudaciones aduaneras que tenían como centro a Guayaquil, sino que los recursos financieros que se demandaban para sostener a la burocracia y el modelo centralista -contra el cual históricamente Guayaquil se ha rebelado- llegaban por la venta del petróleo.

Esta nueva realidad hacía posible cumplir el viejo sueño capitalino de despojar a Guayaquil y su zona de influencia, del rol preponderante que desde antes de la República se ganó como actora de primer orden en el desarrollo económico del país.

(Recuérdese que el éxito de la Revolución del 9 de Octubre de 1820, se explica porque el modelo independentista por ella planteado, reconocía sin eufemismos la importancia del libre comercio en el progreso de los pueblos. Igual reflexión puede hacerse respecto a la Revolución Liberal del 5 de junio de 1895, que tuvo forma y proyección porque encarnó los ideales de libertad económica y política vigentes en Guayaquil) Ergo, la dictadura de Rodríguez Lara con un claro diseño geopolítico, aprovechó el petróleo no solo para colocar un barril del crudo en el Templete de los Héroes en Quito (esto tiene un claro mensaje simbólico), sino para degradar a Guayaquil.

Luego vinieron los gobiernos del período democrático iniciado en 1979, el primero de ellos curiosamente presidido por un guayaquileño (Jaime Roldós), cuya muerte permitió que su vicepresidente vinculado a los sectores intelectuales de la izquierda quiteña, llegara el poder. La elección del guayaquileño Febres-Cordero ganada al quiteñísimo Borja, tuvo como punta de lanza el planteamiento de disminuir el poder hegemónico del Estado construido a punta de renta petrolera en los años precedentes.

Y Febres-Cordero casi no vive para contarla, porque sufrió un intento de golpe de Estado instigado por esos sectores de intelectuales quiteños, que lo atacaba -y lo sigue atacando después de muerto, incluso oponiéndose a que se le levante un Monumento en el Malecón que él como Alcalde regeneró- entre otras causas porque proponía desmontar todo el aparato de control estatal sobre la economía privada, instaurado por los planificadores de la dictadura miitar de 1972.

Mientras tanto Guayaquil continuaba perdiendo capacidad de gobernarse.

Recuérdese que calles y plazas públicas estaban tomadas por vendedores ambulantes, en medio de cerros de basura formados porque el servicio municipal de aseo de calles era incapaz de limpiar la ciudad.

Recuérdese que el servicio de agua potable sufría continuas interrupciones, y que las familias debían construir en sus viviendas reservorios para almacenar el líquido. Recuérdese que el alcantarillado sanitario, incluso en sectores céntricos, estaba totalmente colapsado; y las heces se descargaban directamente a la vía pública.

Recuérdese que toda el área del Malecón Simón Bolívar estaba en manos de cuidadores de carros, casi siempre borrachos; que en 9 de Octubre pululaban las vendedoras interioranas de comida; y que la gente descargaba vejiga e intestinos sin recato alguno detrás de estantes y pilares. Y lo que es hoy el Malecón de El Salado, era un muladar.

El Municipio de Guayaquil era un lugar peligroso, no solo por alguna gente que lo frecuentaba, sino porque el hermoso Palacio estaba dañado desde sus estructuras hasta sus ornamentos.

Febres-Cordero primero, (1992-2000) y Nebot después (a partir de 2000 hasta ahora), lograron transformar la administración municipal. Realmente le dieron un nuevo rostro a la urbe. Esto no fue obra del azar. Ni siquiera de la legislación vigente. Peor del gobierno central. Esto fue consecuencia de aplicar un "modelo" que partió de la premisa de recuperar el control del gobierno municipal, arrebatándoselo a pipones y sindicalistas. Es decir que Guayaquil volvió a tener capacidad para decidir su destino, enfrentándose a la corrupción y al centralismo.

Tan exitoso fue este modelo, que por extensión todos los demás municipios de la Costa en particular y del Ecuador en general, dejaron de ser objeto de escarnio por parte del poder central del Estado, para convertirse en representantes auténticos del ejercicio real del poder de la ciudadanía.

Ese modelo es el que molesta al Presidente Correa. Y lo molesta porque no depende de las dádivas del gobierno central. Le molesta porque no tiene que sentar al Alcalde a esperar que la buena voluntad del gobierno central, decida darle algo de lo que le corresponde por sus rentas, condicionándolo a que sea sumiso.

Ese modelo tiene dos facetas: primero recuperó la autoestima de los habitantes de los cantones. En Guayaquil esta falta de autoestima llegó a permitir, por ejemplo, que un grupo de sindicalistas del servicio de aseo de calles, descargara volquetadas de basuras en el Palacio Municipal. Y la otra faceta es que le demostró a la ciudadanía que no tiene por qué depender de la buena o mala voluntad del gobierno con sede en Quito para mejorar sus niveles de vida, para ganar infraestructura, para mantener y acrecentar su papel de promotor del desarrollo económico y social de Guayaquil.

No se si el Presidente Correa, cuando se fue a vivir a Quito lo hizo también porque sentía que Guayaquil no le ofrecía el confort urbano que él -con total derecho- quería para su esposa europea y para sus hijos. Pero lo que yo si sé es que a finales de los años 70 mucha gente se fue a vivir a Quito, porque -entre otras razones- no se sentían a gusto en una ciudad llena de basura y sin servicios básicos.

El modelo exitoso de Guayaquil existe. Ahí está en la infraestructura urbana construida, en el embellecimiento innegable del paisaje urbano, y en una palabra, en los efectos que el progreso genera, incluso para convertir a la urbe en receptora del turismo.

3 comentarios:

  1. no conozco al autor del presente articulo pero mas alla del respeto al pensamiento ajeno fue inesperado encontrarme con personas que aun manejan el regionalismo, tanto quito como guayaquil son ciudades en las cuales viven ecuatorianos de todas partes, evolucione en su pensamiento, las ciudades no compiten unas contra otras, son parte de un mismo pais al que debemos cuidar y proteger mas alla de las personas, muestra usted ese comportanmiento divisionista que lastimosamente aun persiste en ciertas personas, su prefencia por un personaje en particular es respetable pero insisto en que las ciudades van mas alla de las personas que las dirigen, no confronte ciudades, apoye su comentario en otoro tipo de analisis, que requiere de mayor dedicacion y pensamiento pero es posible ponderar algo bueno sin atacar, entre porque necesitaba hacer un trabajo pero fue decepcionante esta lectura y en nada aporto mi investigacion

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  2. no pude seguir leyendo mas de tres párrafos este articulo, porque simplemente esta desubicado, no puede ser mas regionalista, todo el analisis esta sesgado con eso por lo que lo hace no solo muy malo, sino que imparcial y muy idealista

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  3. La verdad esperaba algunos lineamientos para entender el bullado modelo exitoso de gestión municipal, y la verdad lo que buscaba era una disertación y/o explicación sobre los fundamentos de dicho modelo, como funciona, como opera, como está constituído y demás. Sin embargo me encuentro casi como una proclama de alabanza al partido PSC, tan igual de populista que las anteriores administraciones que son parte de la crítica, empleando elementos totalmente recalcitrantes para abordar comparaciones entre ciudades que nada tienen que ver con el modelo, parafraseando a Arjona: El modelo no es el modelo...

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