sábado, 9 de febrero de 2013

...Y usted: ¿en qué cree que hemos cambiado?

La propaganda del candidato presidente -o sea, la propaganda del gobierno- se ha esmerado en remarcar que desde 2007 en que Rafael Correa y su revolución ciudadana llegaron al poder de la República, el país ha cambiado. Tanto ha cambiado -decían desde el principio- que no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época. (Por lo demás, esta es una cantinela que la repiten todos los regímenes del socialismo del siglo XXI)

Pero de tanto repetir, y repetir y repetir lo mismo sobre los cambios, el hombre de a pie seguramente se ha hecho la pregunta de rigor: ¿y en qué hemos cambiado en los últimos 6 años?

Intentaré ensayar una respuesta, breve pero objetiva.

Hay -ciertamente- un cambio en lo físico. Es que nadie puede negar que las carreteras han mejorado, ni que hay mejor disponibilidad de energía, y que se construyen viviendas para los sectores populares. Tampoco se puede negar que hay inversiones importantes en infraestructura para educación, salud, salubridad, protección ambiental y seguridad pública.

Y en lo "no-físico", qué duda cabe sobre los montos significativos de las inversiones sociales expresadas en bonos y subsidios, así como en la ayuda y protección a los discapacitados. Esto, a más de que los índices de desocupación podrían ser mayores, de no mediar el crecimiento del Estado, gracias al cual demanda más burocracia; y que -además- por las políticas de controles del gobierno sobre las actividades económicas, también impone a los empresarios de todos los tamaños, contratar más personal para precisamente atender las exigencias de información del SRI, a la que se suman las de la ampulosa Superintendencia de Control de Poder de Mercado...

Hay, como se ve, cambios. La pregunta es a qué costos. Me explico: hay que ver si esas inversiones contaron con un financiamiento racional; si los respectivos contratos de construcción, se ajustaron a las prescripciones legales; y que el cambio también se observó en los procedimientos; es decir que no hubo contratos "a dedo" ni contratistas aprovechados que cogieron el anticipo y se mandaron a cambiar; etcétera.

La otra pregunta es más subjetiva: si ha habido cambios, ¿usted puede decir que su vida y la de sus familiares y amigos, ha mejorado en los últimos 6 años?

Esta es una cuestión que atañe directamente al interés de supervivencia de la sociedad. Me explicaré aludiendo a un solo tema:

Por ejemplo, si usted puede disponer de mejores carreteras, ¿se siente seguro al circular por ellas? Y la seguridad atañe no solo a prevenir los accidentes de tránsito, también se relaciona con la certeza de no ser víctima de los ladrones, ya sea que vaya en vehículo propio o de transporte público. Lo real es que tanto en las carreteras, como en calles y casas de ciudades pequeñas, medianas y grandes, se siente que no hay seguridad. Se me dirá que eso ha ocurrido siempre y que no se le puede achacar responsabilidad alguna al gobierno. Pero si bien eso es verdad, no es menos cierto que antes los ciudadanos podíamos contar con algún medio para repeler a los asaltantes; ahora no. Y eso es obra del gobierno actual. Lo que pasó en Quito con un guardia de seguridad que -según la nota de la prensa- trató hace unos días de socorrer a un ciudadano chino que era asaltado en plena calle de la capital, me releva de mayor comentario. Lo real es que el guardia murió, porque mientras él intentaba proteger al asaltado sin armas, los asaltantes estaban armados. En eso ha cambiado el país para beneficio de los delincuentes y perjuicio de los ciudadanos, en total estado de indefensión.

Es que sin seguridad, de nada vale que hayan mejorado las prestaciones de la seguridad social; o que los hospitales hayan sido equipados con tomógrafos, mamógrafos, quirófanos modernos, resucitadores y otros instrumentos útiles para salvar la vida, porque ésta puede terminar de un tiro, cuando usted, su mujer, su hijo o alguno de sus familiares o amigos, circule por cualquier calle del país, ilusionado con el "sueño ecuatoriano" que la revolución ciudadana afirma haber construido.

Y la inseguridad pública sigue, incluso a despecho de no ser un problema de "percepción" como la desestimó un cejudo ex ministro del gobierno, de cuyo nombre nadie quiere acordarse. La inseguridad pública sigue porque se ha convertido en parte de la conducta social: un gobierno que sábado a sábado ataca a sus adversarios, burlándose de ellos con unos bufones expresamente contratados para ese fin, es un régimen que banaliza la convivencia. Y si se banaliza la convivencia, todos los valores que sustentan la vida y el respeto mutuo entre los ciudadanos también terminan banalizados. Entonces a nadie le pesará meterle un tiro al vecino, o apuñalar -borracho y drogado- al que se le cruce, tal como ocurrió en Quinindé. Esto, no ocurría hace 6 años.

Hace 6 años nuestra sociedad sentía los efectos de la corrupción quien sabe si en mayor escala que ahora. Pero nadie se comía un cheque para tragarse -literalmente- la prueba de la coima de la que pretendía usufructuar; pero nadie falsificaba un título para ser Presidente del Banco Central; pero no aparecía una valija de la cancillería con droga en el extranjero; pero no se nombraban jueces a dedo, premiándolos por haber fallado en un juicio contra un diario, juicio impulsado por el mismísimo Presidente de la República, acudiendo personalmente con protección policial y rodeado de ministros, a la sala de audiencias de la Corte; eso, y otras cosas más, no ocurrían hace 6 años. Ahora ocurren.

Y ahora ocurren, sin embargo de que hay buenas carreteras; de que las empleadas domésticas ganan el equivalente al salario básico unificado; de que el salario digno existe; de que se pueden hacer citas con los médicos de hospitales acudiendo a un call center; etcétera.

Sin dudas que hemos cambiado...


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