sábado, 15 de junio de 2013

Recordando a papá...

Papá era un hombre relativamente alto para su época: medía alrededor de 1.75 m. Era muy canoso, por eso sus amigos le decían "viejo" Macías. Cosa que a él le incomodaba, porque siempre pretendía mantener un espíritu juvenil: le encantaba achacar a los demás por su edad, no importa si andaban por los mismos años.

Era un hombre activo. Cuando llegó a Sucre hacia 1927, su primera preocupación fue tener un medio de vida autónomo. Por eso se dedicó al comercio. Comenzó con una pequeña tienda en la que además vendía aguardiente y deleitaba a los campesinos parroquianos, interpretando la guitarra, mientras disfrutaban de la tertulia entre copas. Y así fue creciendo en el negocio, en medio de un ambiente en cierto modo hostil.

Para los años 40 ya su establecimiento comercial era acreditado, y se abastecía en almacenes de Portoviejo y Manta. En 1944, su prestigio lo llevó a presidir el Comité de Cantonización que consiguió su cometido en menos de 5 meses. Y a partir de eso, se convirtió en unos de los referentes de la vida política activa del nuevo Cantón. Era odiado y temido por unos; y apreciado -y también creo que temido- por otros. En ese ambiente "conocí" a papá...

Él era exactamente el prototipo del padre manabita: machista a toda prueba; protector de sus hijos a prudencial distancia para no caer en exageraciones y reservándose siempre la última palabra, que a veces no era más que un ominoso silencio. Óscar y yo fuimos de los primeros que iniciamos -ya de adolescentes- el tuteo como parte de nuestra comunicación; y así construimos una relación de amistad que duró hasta su muerte.

Yo siempre lo sentí como un amigo. Y cuando murió lo que más me dolió fue no haber culminado esa amistad hablándole más en detalle de mi proyecto de vida, que ya lo tenía concebido y en marcha. Pero me dejó por lo menos dos enseñanzas básicas, que siempre las trato de aplicar: ser auténtico; y no esperar que los demás hagan por uno, lo que uno no está dispuesto a hacer por los demás.

Papá murió en 1976. Calculo que para entonces estaba próximo a cumplir los 86 años. Yo lo recuerdo todos los días, porque para mí, vive en sus enseñanzas.

Así quisiera que mis hijos también me recuerden

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