sábado, 22 de marzo de 2014

A un mes...

Mañana se cumplirá un mes de las elecciones del 23 de febrero.  Y el gobierno –regateando el tamaño de su derrota–  sigue diciendo que no perdió; que lo único que ha ocurrido es que no ganó.  

Y entonces salen con los argumentos de prestidigitador de la verdad que les caracteriza: han ganado más alcaldías –dicen– ahora que hace 4 años; que el país no puede seguir con la práctica de centralizar las manifestaciones políticas en Quito, Guayaquil y Cuenca (donde precisamente perdieron); que algunos alcaldes fueron parte del gobierno, pese a lo cual no fueron postulados por PAIS, pero que en varios casos por ser de AVANZA es como si pertenecieran a PAIS (o sea, como una colada política); y otras tantas y tantas argucias, en las cuales ni ellos mismos creen...

Pero la verdad de la milanesa es que los resultados del 23 de febrero demuestran de manera incontrovertible que un alto número de ciudadanos no cree en la Revolución Ciudadana.  Cree en Rafael Correa. Pero no cree en la RC.  La prueba más evidente está en Guayaquil: la oferta de que aquí se iba a consolidar la RC con la alcaldía de Bonilla, no logró derrotar a Nebot; al punto de que ni siquiera lograron la anhelada mayoría de concejales que esperaban obtener bajo la pretensión de repetir los resultados que obtuvieron en las elecciones legislativas de 2013.

Más allá del discurso para el público, el Presidente Correa seguramente habrá evaluado los verdaderos motivos de la derrota.  Uno de ellos –el principal– es la visión totalizadora del poder que lo alienta. Y que transmite sábado a sábado, ora descalificando a sus adversarios, ora presentando a su gobierno como un acontecimiento sin precedentes en la historia nacional, ora invocando un “milagro“ económico, que no sería tal, de no haber tenido la bendición de altos precios del petróleo, ora utilizando a la justicia para perseguir y condenar.  

Si Correa quiere gobernar los próximos 3 años que le quedan sin generar mayor descontento popular, debería entender algo tan elemental como que sus sabatinas no constituyen un espacio impune para decir lo que le da la gana, incluso limitando el derecho a la réplica de los agraviados por sus afirmaciones descalificadoras.  Debe empezar aceptando que si bien es cierto que su gobierno ha hecho obra pública muy importante, ésta no es garantía per se de adhesión de la ciudadanía.  Como no es garantía de adhesión ciudadana decirle a los consumidores qué marcas tienen o pueden consumir de cosméticos o de cualquier otro producto.

El mensaje de fondo que hay detrás de la manifestación electoral del 23 de febrero, es que Correa debe dejar que las Juntas Parroquiales, los Alcaldes y los Prefectos, cumplan sus tareas de gobierno respondiendo directamente a las necesidades más sentidas de las comunidades que representan.  O sea que los deje obrar en paz. Sin inmiscuirse para decirles lo que es bueno o malo. Nada más. 

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