Escuchar cada sábado al presidente Correa resulta un ejercicio clave para advertir con nitidez los vicios de comunicación que genera el poder. El primero de estos vicios es atribuir a los adversarios sus propios defectos. Y Correa lo hace así, seguro de que los ecuatorianos somos, si no estúpidos, por lo menos condescendientes.
En donde más hace gala de este vicio, es en su procesamiento de la realidad que el avance del crimen evidencia. Para Correa el problema no es que haya asesinatos y asaltos para robar, para secuestrar, para violar, y para matar otra vez. N0. Para Correa el problema es que la prensa informe sobre estos hechos. Y -encima- que le otorgue titulares de portada. Esto es lo que en la antigüedad se conocía como matar al emisario, bajo la pretensión de que proceder así era el mejor método para sacarle el cuerpo a la verdad de los hechos. Entonces lo que Correa pretende es convertir a la prensa independiente en su chivo emisario.
Él sería indudablemente feliz si la prensa mirase hacia otro lado; si únicamente los diarios se encargasen de informar sobre la maravilla en que el gobierno de la Revolución Ciudadana ha convertido a este país luego de padecer los soponcios de una larga noche neo liberal; si los medios impresos, radiales y televisivos no gubernamentales solamente dieran cabida a declaraciones de voceros del gobierno, (a los ministros y asambleístas como Panchana y "el Corcho" que son un verdadero corcho para tapar la sinvergüencería rampante); o si, por último, esos medios no investigaran hasta encontrar la verdad de los impuestos verdes, la verdad de las nuevas tarifas eléctricas, la verdad de los hospitales ambulantes, la verdad del "comecheques"-y de sus réplicas gastronómicas-, la verdad de las casas de techos voladores, la verdad... simplemente la verdad.
Pero en el caso de la delincuencia -y esto es lo que debe ser PROHIBIDO OLVIDAR- la prensa no inventó (lo digo solo para citar unos pocos hechos acaecidos en esta semana), el caso del ciudadano que se vio obligado a arrollar a un delincuente para salvar a su esposa y a su hija de un asalto. La prensa no inventó el tiro en la nuca que acabó con la vida de una joven profesional en Manta. La prensa no inventó que el jueves mataron a un joven jornalero de la construcción. La prensa tampoco inventó que mataron a un ex futbolista también el jueves.
Pero al señor Presidente Constitucional de la República del Ecuador, lo que en verdad le molesta es la noticia. No el crimen.
Como le molesta que se informe sobre su adquisición de un departamento en Bélgica. Y para rebatir la noticia puso como escudo a un descendiente de Eloy Alfaro -aprovechando su cándida presencia en la sabatina presidencial de este 2 de julio, escenificada en el Parque Histórico de La Puntilla- quien adquirió una casa en Panamá, porque de allá es su esposa. Ergo, si el Presidente Correa está casado con una belga, es lógico que al igual que el descendiente del Viejo Luchador tenga su casa en Bélgica, porque allá están sus familiares políticos. Lo que no dice es que Alfaro nunca fue Presidente de la República, ni que comprar una casa en Panamá o en China no constituye per se nada censurable. Lo censurable es atribuir a otros culpa -hasta acusándolos de vende patria- por ese mismo hecho, y auto exculparse cuando es él quien hace lo mismo. (PROHIBIDO OLVIDAR: esos pelucones que prefieren comprar casa en Miami antes que en el Ecuador, son malos ciudadanos)
Escuchar cada sábado al presidente Correa resulta un ejercicio clave -y muy saludable- para advertir con nitidez los vicios de comunicación que genera el poder. Y los intentos descarados de creer que los únicos vivos son los de manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes, hacedores de la Revolución Ciudadana, desde hace más de 4 años en el poder de la República. Prohibido olvidar
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