En la sabatina de este 6 de agosto, el presidente Rafael Correa evidenció que su odio a la "prensa corrupta" nace exclusivamente de que los medios no presentan las noticias conforme a la visión y explicaciones que él, solamente él y nadie más que él, tiene sobre los hechos que acontecen en el país. Para Correa todo cuanto se publica o se deja de publicar en los diarios, o se difunde por radio y televisión, lleva la intención de perjudicarlo tanto a él como a su gobierno.
Y este fue el caso de las elecciones parlamentarias del pasado 31 de julio: Correa ha asumido a manera de golpe directo a su mentón, la forma como en diarios y en noticieros de radios y televisoras, se describieron los acontecimientos que rodearon a dichos actos parlamentarios. Con la clásica reacción de quien es cogido en falta, resiente los informes de la prensa; y entonces se adelanta a refutar con vehemencia que los pactos y amarres -para lograr cambios imprevistos de votos entre los asambleístas alineados con la oposición- no son producto del toma y daca que practicó la partidocracia en su momento, sino de arreglos democráticos con representantes de fuerzas políticas locales, provinciales o regionales. Esos arreglos, lo dijo repetidamente, nunca se harán con los que militan en partidos políticos de alcance nacional, porque son obstruccionistas...
(O, digo yo, porque los asambleístas que militan en partidos de alcance nacional, piden demasiado: no se contentan con una modesta asignación para que el municipio de un pequeño cantón contrate -por supuesto que con los amigos del legislador cuyo voto es tan asiduamente requerido- la construcción de aceras y bordillos, o en el mejor de los casos, un parque o un nuevo edificio municipal y hasta, quien sabe, un cementerio. No. Qué va. Esos van a la troncha gruesa, que incluye ministerios, jueces y juzgados, gobernaciones y contratos de los grandes, porque igual de grande piensan que es la representación en cuyo nombre negocian para asegurar la mayoría parlamentaria que el gobierno quiere mantener en la Asamblea) De manera que por esta razón, Correa rehusa negociar con ese tipo de asambleístas. Y privilegia los acuerdos con asambleístas caciquiles, de visión localista, sin mayores aspiraciones sobre la "gran" politiquería.
Pero eso, exactamente eso, era lo que se hacía en tiempos de la partidocracia... El país miraba estupefacto cuando un diputado consignaba su voto "por disciplina partidista" a favor de una candidatura con la cual no simpatizaba, pero con la cual su partido había llegado a un acuerdo para llevar generosas asignaciones presupuestaria hasta el pueblo tal o cual. Esos procedimientos que se creían superados por las manos limpias y los corazones ardientes de la revolución ciudadana, no han desaparecido. Al contrario, parece que solo se replegaron para regresar con mayor avidez. Si alguien tiene una o varias dudas al respecto, mire nada más lo que consiguió un asambleísta que militaba en la oposición hasta que su esposa fue electa vicealcaldesa a cambio de un voto en blanco; o el que logró que le fueran revocadas unas sanciones administrativas que afectaban sus negocios turísticos.
Todos los hechos consignados y otros que seguramente irán saliendo a la luz pública en los próximos días, fueron revelados por la prensa independiente; e ilustran que el gobierno del Presidente Rafael Correa Delgado, atrajo a sus filas en el parlamento, a un grupo de legisladores con los que esperaba elegir Presidente de la Función Legislativa a un hombre incondicional y de su absoluta confianza. Gracias a los noticiarios de la TV en vivo y en directo, también pudimos advertir que para que esa atracción tuviese el efecto buscado, había que retardar las elecciones de los dignatarios de la Asamblea hasta que se obtuvieran los 63 votos que aseguren el triunfo de Don Corcho y sus amigos. Y esa prensa nos puso en el tiempo, como si estuviésemos a finales de los años 70, o en la mitad de los 80 o en los mismísimos 90 y en los 2000, previo al advenimiento de la Revolución Ciudadana.
No sé si ese tenebroso personaje que se hace llamar "Corcho" y que habla cantando, logrará mantenerse en su cargo con el combo que está listo a acompañarlo. Pero lo que si sé es que cualquiera que sea el resultado, esta elección legislativa iniciada penosamente el pasado 31 de julio y que todavía no logra ser concluida, se la hace al más puro estilo de la vieja partidocracia. Correa ha asimilado muy bien la lección. Aunque se empeñe en devolver el bumerán que ha usado para superar -según jura y rejura- los viejos vicios de la política, él ha llegado a la conclusión de que a la partidocracia se la combate con más partidocracia. No hay otra.
Si no existiera la prensa corrupta, todos estaríamos felizmente engañados y creyendo que la Asamblea es una maravilla, a pesar del Corcho, a pesar de los Panchana, Cabezas, Hernández, Velasco, y de los tránsfugas que están listos a jugar su papel "sacrificándose en aras de la democracia" sin el menor rubor. Como si todos fuésemos tontos. Como si no nos diésemos cuenta. Como si la prensa "corrupta" no existiese para saber de sus fechorías y ver retratadas la impudicia de sus car'etucadas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario