Rafael Correa ha llegado en triunfo a Nueva York...
La declaración calificando su visita de non grata, hecha por el Alcalde de Union City, le ha causado furor; y en su cadena sabatina ha evidenciado que tras semejante estado de ánimo, no solo yace su convicción de que el poder que ha obtenido democráticamente le permite desafiar, imponer, humillar, sino también -episódicamente- descargar sus terribles frustraciones y rencores contra todos quienes en el pasado y en el presente, (pero también en el futuro, como para curarse en salud) le han hecho daño o pueden irrogárselo.
Las pruebas al canto: pasó un video en el que reproduce un forcejeo ocurrido al ingreso de la audiencia en que se confirmó la sentencia dictada por el juez Paredes, y que lo "indemniza" con la fabulosa suma de 40 millones de dólares. Al parecer, en el forcejeo -y escribo al parecer, porque todo depende de la manera como se presente el video- hay una amenaza de uno de los acompañantes de los demandados a un guardia de seguridad. Pues bien, el Presidente de la República, nada más ni nada menos, desafía a la persona a quien él le atribuye la amenaza, a que se la repita al guardia, pero solo los dos... O sea, el guardia -que es "su" guardia- y el presunto autor de la amenaza, colocados frente a frente para ver quién es "más varón". Usando su misma metáfora, quiere enfrentar al abogado de sus acusados, a un perro...
¿Puede un Presidente de la República, un Jefe de Estado, cometer semejante desatino? Pues creo que no.
Y creo que no, porque Rafael Correa no es presidente de una Asociación de Estudiantes, o de una barra brava de un equipo de fútbol, para animar a dos personas que forcejean a enfrentarse solos y cuando quieran, con el fin de resolver al margen de la ley sus diferencias. Y no que el presidente de una Asociación estudiantil o el dirigente de una barra, tengan licencia para hacer eso; sino que se explicaría una actitud así porque sus discrepancias al fin y al cabo pueden empezar y terminar como una cuestión personal, como antaño se solía hacer en los barrios, cuando un rival desafiaba al otro. O -para poner un ejemplo más noble- cuando se usaban los desafíos a duelo para lavar las afrentas ciertas o supuestas...
Y no solo su euforia lo llevó a eso. Pretendió agraviar a los hermanos Pérez, señalándolos como "aniñaditos" que más parecían hechos para estar en el Club de la Unión que para comparecer ante un Tribunal de Justicia. Entonces reiteró sus viejas fobias que lo llevan a odiar a quienes nacieron con fortuna o la han hecho trabajando. Lo dijo casi como lo estoy reproduciendo: esos aniñaditos que tienen dinero porque lo heredaron sin hacer nada, exclamó para vituperar a los hermanos Pérez. Ahí evidenció nítidamente el fondo de una de sus obsesiones: Correa tiene una actitud de revancha social, contra todos aquellos que él, antes de ser Presidente de la República, los consideraba afortunados. No me extraña que esa obsesión la comparta el Juez Paredes. Ni me extraña que sus abogados den aval a sus pretensiones, si de ellas sacarán una buena tajada a guisa de costas procesales.
Correa ha proclamado indirecta pero indudablemente con sus expresiones en Nueva York, que el juicio contra EL UNIVERSO y sus directivos no es por el artículo de Emilio Palacio. No: es un juicio que necesitaba para instrumentar desde el poder, una vieja venganza social. Y ha ido hasta Nueva York, sede del capitalismo mundial, a proclamar su triunfo de socialista del Siglo XXI. Hizo lo que hace 50 años Fidel no se habría atrevido hacer. Ha ido a decirle al mundo y a todo el que lo quiera escuchar, que en Ecuador las vidas y propiedades de las gentes, pasan por su voluntad divina de castigar o de perdonar... Eso es todo
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