La fotografía de Henry Morán, captándolo presuroso mientras iba a rendir el examen que lo consagrará como miembro de la Corte Nacional de Justicia que el Consejo de la Judicatura de Transición se apresta a designar, denuncia que ése será el pago que recibirá por haber confirmado la sentencia que Juan Paredes impuso a EL UNIVERSO para satisfacer los deseos del Presidente de la República.
A primera vista luce injusto: si Paredes se la jugó firmando la famosa sentencia que Chuky Seven le alargó, el premio debía ser para él, solamente para él y nada más que para él. Y sin embargo, Morán será el beneficiario, como para que a nadie le quede dudas sobre la validez de ese viejo aforismo, según el cual nadie sabe para quien trabaja.
Tal vez a Paredes -me atrevo a especular- su capacidad intelectual solo le permite cumplir órdenes y firmar sentencias, no importa lo disparatado que éstas sean. Entonces su presencia en la Corte Nacional de Justicia sería más difícil de justificar, porque de pronto ese test sicológico que le averigua entre otras cosas, si le teme a los ratones, se convierte en indicio coadyuvante para determinar hasta dónde es objeto de las pasiones de Chuky Seven... O para saber si en verdad fue parte de la banca corrupta a la que el Presidente de la República dice odiar tanto. Ergo, Paredes no sería confiable y no estaría calificado para cosas mayores.
Morán en cambio tiene el talante de ser un auténtico hombre hecho a la medida del poder. Del poder que lo requiera. No importa ni la naturaleza del poder ni los fines que persiga a través de sus favores. Morán es Morán y punto. Por eso no tiene ningún empacho en presentarse luciendo gafas -no por verguenza de que le vean el rostro o le adivinen el pecado en las miradas, sino para ahorrarle remordimientos al que vaya a cumplir la parte del acuerdo que se apresta a ejecutar- con el fin de participar en la selección al final de la cual, será inapelablemente ungido como Magistrado Supremo de la República.
Por eso su fotografía de hoy, en la portada de EL UNIVERSO es elocuente. Y vale más que mil palabras. Como también vale más que una millonésima de palabra la fotografía del inefable Paredes: ahora luce un nuevo peinado. Y hasta parece que ha cambiado los toscos marcos de sus anteojos -los cuales permitían colegir al observador imparcial, que detrás de su miopía visual yace una gran miopía intelectual- para realzar que está siendo bien tratado por el poder. Ese buen trato no le alcanzará para presentarse al concurso mediante el cual los todopoderosos del Consejo de la Judicatura de Transición darán su aliento creador a una nueva Corte de los Milagros. Pero seguramente le facilitará seguir siendo un juez golondrina. Total, ya se ubicó en el lugar que la historia judicial ecuatoriana le ha reservado.
Lo real es que Morán y Paredes, o Paredes y Morán, son hombres hechos a la medida del Poder de la Revolución que nos dará la felicidad del socialismo del Siglo XXI... Albricias
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