sábado, 3 de septiembre de 2011

Correa y el Poder

Si se lee detenidamente la carta de Correa, respondiendo a los trabajadores de EL UNIVERSO, mediante la cual ellos le piden cesar su persecución a ese diario porque está poniendo en riesgo a la empresa y a los puestos de trabajo que sustenta, podrá advertirse la lógica de poder que ha construido y en la cual cree hasta el extremo de simplemente excluir a quienes no la comparten, incluso a pesar de si han sido parte de la cúpula del partido o del gobierno.

Pero para que no quede ninguna duda sobre la construcción de esa lógica del poder, basta escuchar la cadena de hoy: ahí, Correa no ha dudado en saludar emocionado a los "zambo-colorado" que secuestraron en Taura a Febres-Cordero, hace 24 años, olvidándose que en ese hecho, sí se produjo la figura del secuestro y del intento de magnicidio -un guardaespaldas de Febres-Cordero, murió porque protegió con su cuerpo al Jefe de Estado de los disparos que le hicieron- al contrario de lo que pasó el 30 de septiembre cuando lo máximo que le ocurrió a Correa fue que le gasearon el rostro, en medio de un ambiente caldeado por los desafíos que el propio Correa protagonizó, abriéndose la camisa y pidiendo a los policías exaltados por sus desafíos, que lo maten... ¡Prohibido olvidar!

Correa considera que el poder es el instrumento único y exclusivo que ha recibido del pueblo mediante mandato electoral, para imponer su verdad.

Al fin y al cabo la verdad absoluta legitima sus actos de gobierno. Ergo, esa verdad absoluta debe salir de su voluntad; y cualquier intento por contradecirla, o es una tontería o es un acto de corrupción. Entonces, si la información de la prensa no se ajusta a la visión del Presidente de la República, esto constituye un acto de corrupción. Para mayor evidencia, véase por ejemplo cómo Correa en persona, aborda el incidente que tuvo con un estudiante de medicina durante su visita al Hospital Abel Gilbert de Guayaquil: el hecho de la increpación del estudiante -que le devolvió el apelativo de "corrupto" que con tanta generosidad Correa reparte entre la prensa y sus adversarios- no es lo que le preocupa; lo que le preocupa y escuece es que la prensa haya divulgado el incidente.

Si usted reflexiona sobre el contenido de todas las declaraciones políticas del presidente Correa después del 30-S, advertirá que no le dolió tanto el chapazo como una reacción de la policía, sino que un sector de la prensa independiente se resistiera a creer que eso, haya configurado un intento de golpe de Estado o de un magnicidio. He ahí la razón para enjuiciar a Palacio. Por eso también se lanza contra EL UNIVERSO y sus directivos. Por eso monta en cólera y ordena enjuiciar al coronel Carrión, quien fue el primero en cuestionar públicamente que haya existido el tan cacareado "secuestro" del Presidente.

Lo evidente es que Correa siente que el 30-S marcó un antes y un después en su visión del poder. Antes, nadie se había atrevido a cuestionar que la visión del gobierno fijada por el Presidente, se basaba en SU verdad absoluta. Después, la gente poco a poco, con cierta timidez, se atreve a preguntarse si todo lo que dice Correa es verdad... Como ocurre con la delincuencia, cuya realidad ha debido reconocer a pesar de que hizo todo lo posible por achacarla al modelo de gestión del Municipio de Guayaquil. O como ocurre con el sistema de salud pública, donde las fallas del servicio son tan innegables que cuestionan la eficacia de los ingentes recursos gastados por el régimen para equipar hospitales y centros de salud.

Correa siente que su estilo de poder se agota. Por eso es que ha convertido a la prensa en su blanco. Eso es todo



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