Apelo a una frase de Cantinflas, para referirme a la fotografía que todos los medios de Ecuador -y desconozco si de otras partes de América o del mundo- publicaron ayer para dar cuenta del abandono del Presidente Correa de la sesión de la Cumbre Iberoamérica celebrada en Asunción el pasado fin de semana, protestando por la intervención de la Vicepresidenta del Banco Mundial para América Latina, Pamela Cox.
Lo primero que se me viene a la mente, es que Correa -al parecer- sufre una especie de misoginia con las coloraditas, rubias y de ojos azules. Seguramente la Cox le recordó por el color de su piel, a la presentadora Hinostroza de Teleamazonas... Y entonces no se pudo contener y se disparó contra la pobre gringuita, acusándola de ser parte de la burocracia internacional y abanderada del neoliberalismo. "Habló Pamela Cox, Vicepresidenta del Banco Mundial. Lean mi libro pág. 183. Tuve que retirarme de la sesión. Ya basta!", escribió en su cuenta de twitter.
Y fui al libro; y en la página indicada por su propio autor, no encontré nada referente a Cox ni al Banco Mundial. Leí sí, una atropellada argumentación pretendiendo justificar la creación de un banco regional de desarrollo y el fondo común de reservas, pero nada más. Donde encontré referencias directas al BM (y al FMI) fue en el capítulo 11, que trata sobre "La nefasta burocracia internacional y sus corifeos", acusando a esos dos organismos de imponer "el paradigma neoliberal en los países del Tercer Mundo. El Consenso de Washington, que predicaba la neutralidad de las políticas económicas bajo el supuesto de que un mercado socialmente eficiente y justo surgiría espontáneamente, fue elevado por estos organismos de simple ideología al rango de teoría general", (sic). Y entonces yo pienso y digo: si en vez del "paradigma neoliberal" el BM y el FMI hubiesen adherido al paradigma del socialismo del siglo XXI, la Sra. Cox ya no sería tan mala, y quizá el Presidente hasta se habría quedado en la Cumbre Iberoamericana escuchándola. Digo yo.
Pero en el fondo de la cuestión, luce indiscutible que el Presidente Correa se ha hecho un verdadero autogol con su actuación en la Cumbre de Asunción: su gesto reveló intolerancia. Lo de intolerante es por antonomasia expresión de autoritarismo antidemocrático. Peor si estaba en un foro internacional, donde las posibilidades de discrepar tienen que ser democráticamente asumidas como una manifestación de inteligencia entre varios interlocutores. Los circunstantes debieron en su fuero interno sobrecogerse y, seguramente, recordaron todos los episodios denunciados por la prensa no oficial de Ecuador, en torno a los insultos y amenazas judiciales que reciben, por el solo hecho de discrepar. Ergo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya no necesita visitar Ecuador para constatar el nivel de intolerancia que caracteriza al régimen y a muchos de sus altos funcionarios.
A mí me conmovió el rostro destemplado del Presidente Correa, captado en una fotografía mientras abandonaba la sala de sesiones de la Cumbre. Esa foto publicada en los medios ecuatorianos este domingo 30 de octubre -examínenla detenidamente- dice todo. Es el detalle que faltaba.
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