Estoy convencido de que el país entrará a partir de mañana lunes 21 de noviembre, a una etapa política interesante: comprobar hasta dónde llegan los límites del poder que Rafael Correa Delgado ha ido creando desde 2007.
Me explico: cuando Correa asumió la presidencia de la República, lo hizo en circunstancias sui géneris para lo que hasta entonces era la práctica política en la Nación: no tenía un partido que lo respaldara -apenas contaba con un sector de la izquierda representada por el MPD y algunos activistas del movimiento indígena y de los sindicatos- y por lo tanto tampoco tenía un solo diputado en el entonces denominado Congreso Nacional. Pero contaba con las simpatías de un sector de la prensa en cuyo antifebrescorderismo cerril cabalgó hasta llegar a la presidencia, como una alternativa a la partidocracia y a las temidas pretensiones berluscónicas de Álvaro Noboa. Carlos Vera y el mismo Alfredo Pinoargote fueron íconos de esas posturas. Y la mayoría de medios escritos jamás disimularon sus preferencias...
Desde entonces, poco a poco Correa fue tomando todos los poderes con la complicidad de diputados como Andrés Páez,los del MPD, algunos del PRIAN con Jorge Cevallos a la cabeza (¿recuerdan que le permitieron dar un golpe para hacerse de una mayoría legislativa con los diputados de los manteles?) y todos quienes por temor o a la espera de que pasara la calentura, nada hicieron para impedir que arrasaran con los entonces llamados Tribunal Constitucional y Tribunal Supremo Electoral. A la justicia fue más fácil someterla. Y un Contralor complaciente y facilitador, les aseguró que la Revolución Ciudadana se convirtiera en un acto de "coser y cantar".
Así ocurrió con la Asamblea Constituyente y ese adefesioso parto de los montes llamado Constitución de Montecristi. Hasta que vino la consulta de mayo pasado, para meterle mano a la justicia; y la condena a El Universo. Ahí recién, los concupiscentes de la víspera advirtieron que enfrentábamos no a un político tipo Velasco Ibarra -la diferencia está en que Correa ha sabido darle a los militares todo cuanto gusten y quieren- sino a un hombre que tiene entre manos un proyecto hegemónico, de corte fascista.
Ese proyecto es el que mañana 21 de noviembre, tendrá su prueba de fuego: veremos si en la Asamblea, hay capacidad para hacer respetar las resoluciones de la mayoría. Y si, al final de la historia, al fin habrá una mano que por lo menos se atreva a ponerle cascabel al gato!
Martha Roldós,
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