sábado, 8 de octubre de 2011

¿Hacia dónde va Ecuador?

Esta es una pregunta que debemos formular a diario. La debemos hacer a nosotros mismos, a nuestros familiares, a nuestros vecinos, a nuestros compañeros de trabajo. No hay, obviamente, una sola respuesta. Pero intentaré dedicar este blog a ensayar una, que pueda servir por lo menos para reflexionar sobre la importancia de la pregunta y lo crucial que resulta contestarla.

Según la verdad oficial estamos en una "revolución". Y eso equivale a señalar que nada -ni siquiera la legalidad- puede obstaculizar los objetivos del proceso "revolucionario". Ya vamos a completar 5 años en este trance. Y lo que hasta ahora hemos logrado como sociedad es una polarización en todos los ámbitos: pobres contra ricos; ciudades contra ciudades, (la última edición de esto es la que se está cocinando para enfrentar a propósito del aeropuerto, a Portoviejo contra Manta; igual que antes se hizo con Salinas respecto a Guayaquil; igual a lo que se hará pronto, de poner a Milagro contra Guayaquil... Ya lo verán); profesores contra profesores; prensa "buena" (o sea oficialista) versus prensa "mala" (o sea independiente); políticos patriotas (es decir los gobiernistas y sus ocasionales aliados) contra los "corruptos" de la partidocracia, (los que no tienen el visto bueno del régimen); católicos "respetables" contra católicos "derechistas". Y así podría citar multitud de hechos y circunstancias para evidenciar que la "revolución" ha colocado a la sociedad ecuatoriana en un camino de escisión casi irreversible, que ojalá no termine en una violenta fractura de todo el cuerpo social.

Pero nunca como antes es más notorio hoy, que si algo necesitamos los ecuatorianos es de unión para buscar un camino que nos conduzca de manera directa a superar la pobreza. La pobreza sigue siendo -a despecho de las estadísticas del gobierno- el flagelo que con mayor dureza ataca a la población. Yo he visto en estos últimos días gente que antes era de clase media, con cierta capacidad para emprender y generar ingresos que le permitían una vida más o menos holgada pero no opulenta, empobrecida porque perdieron el empleo, o porque se les ha dificultado hasta obtener recursos "taxeando", o porque aun siendo profesionales, no logran un trabajo... Y lo que en contraste ve esta gente, es el descaro con que muchos nuevos ricos pasean su condición de dirigentes sociales, de funcionarios públicos, de legisladores, de políticos oportunistas. Entonces la frustración y la rabia se juntan y deviene mala consejera para obtener recursos fácilmente, sin importarles si para eso incluso es menester asaltar o matar.

Responder la pregunta de hacia dónde va Ecuador tiene por ahora un derrotero: el país va hacia la disolución si consentimos en que hay que quitarle a otros lo que legítimamente han creado como riqueza, para repartirla gratuitamente entre los demás. Y detrás de esa pretensión -que se presenta bajo la fachada de ser redistributiva, de corregir la injusticia de que mientras unos pocos tienen mucho, la mayoría nada- hay oculto un fin perverso: igualar la sociedad hacia abajo, partiendo del supuesto de que mientras todos estemos jodidos, no tendremos nada que envidiarnos y por lo tanto todos seremos felices. O sea, no solo la patria ya será de todos, sino la felicidad que según ellos, solo la pobreza permite disfrutar.




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