El ajusticiamiento de Muhamar Gadafi constituyó un espectáculo mediático inédito, que no obstante su brutalidad, deja lecciones no solo para el mundo árabe y los gobiernos autocráticos de la región, sino -sobre todo- respecto a que el poder, pese a parecer eterno, (en el caso de Gadafi más de 40 años), en realidad es tan efímero como la vida misma. Ergo, los dictadores de allá y de más acá, deben entender que al final de cuentas más vale una vida bien vivida, utilizando el poder para unir y construir; antes que para dividir y destruir.
Y las imágenes del jueves dando cuenta de la captura de Gadafi, se esmeraban en contrastar los días de gloria del coronel mientras intocable, casi inalcanzable, gozaba del poder omnímodo que creó en Libia; versus los aciagos últimos momentos que le tocó vivir: vejado y humillado. Pero en honor a la verdad, el dictador libio tuvo el fin que él mismo había anunciado. Por lo menos tuvo el valor de enfrentar su destino, incluso asumiendo el costo de morir. Otros, que utilizaron el poder para matar y destruir, cuando les llega la hora prefieren la deshonra de la fuga, alegando que más vale salvar la vida dizque para enfrentar a sus enemigos, que encarar las consecuencias de sus actos. O como alguien dijo que prefieren "perder la vida a estar muertos" cuando lo único que hacen es suicidarse bajo las alas de un triunfalismo ineficaz.
No sé si Gadafi al final imploró clemencia, como señala una reseña de los dramáticos momentos después de su captura. Mas en los vídeos que he podido apreciar, se advierte que al natural desconcierto y desorientación que a cualquier ser humano le sobrevienen en circunstancias como las que éste pasaba, le supo agregar una actitud de dar la cara. Y eso es bastante; porque aunque parece que demora unos instantes hasta darse cuenta de lo que realmente le esperaba, los vídeos no lo muestran implorando de rodillas. Más bien se lo ve enérgico.
No soy admirador de Gadafi. En mi temprana juventud me llamó mucho la atención como líder de una revolución socialista, que depuso a un régimen monárquico a la edad de 29 años. Después, Gadaffi entró en una vorágine ideológica pretendiendo construir "su" socialismo; y quedó como el líder de una época en que los "no alineados" arrancaban coqueteos y suspiros a las dos superpotencias. Poco a poco el tiempo se encargó de espetarle su obsolescencia ideológica. No tuvo ciertamente, la habilidad de los Castro en Cuba, para pasarle la posta a un heredero, que los vacunara en vida de ser víctimas de un destape político primaveral... Y por eso prefirió morir en su ley.
No creo en la "primavera árabe". Creo que en esas tierras se está cocinando un problema mayor. Recomiendo leer a Huntington y su "Choque de civilizaciones". Así es que por ahora, lo único rescatable de la muerte de Gadafi está en reconocer que murió con las botas puestas... Murió en su ley.
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