sábado, 28 de enero de 2012

La espada de Alfaro...

La fracción gobiernista de Alfaro Vive Carajo... (AVC), acaba de entregar la espada de "El Viejo Luchador" -y la de Pedro J. Montero- al régimen de la Revolución Ciudadana. Según nota de Expreso, la entrega ha sido realizada previamente a través de Rosa Mireya Cárdenas, ex militante de AVC y ahora titular de la Secretaría de Pueblos. Hoy, en su enlace radial, el Presidente Correa se ha referido a esas espadas como símbolo de la Revolución Alfarista, de la cual su gobierno se ha declarado legatario.

Pero al margen de los alcances simbólicos que la entrega-recepción de esas espadas tienen, cabe recordar que la propiedad de AVC sobre ellas no es legítima: las espadas fueron robadas del Museo Municipal el 11 de agosto de 1983, como anuncio de la "lucha armada" que ese grupo preconizaba. O sea, AVC no es el propietario legítimo de las espadas. Ergo, mal puede donarlas.

Es como si una persona se robare algo en un asalto, y luego lo done a otra persona autocalificándose por ese hecho, de adoptar una actitud patriótica. Y si quien recibe la donaciòn representa a la máxima magistratura del Estado, el asunto es gravísimo, porque comporta simplemente que el Estado da aval a un acto delictivo y acepta que sus autores son patriotas... Ni más ni menos.

La desmesura de Rafael Correa parece rebasar lo eufórico para entrar en el campo de la patología. Porque está bien que odie a los neo liberales -aunque fue funcionario del gobierno de Febres-Cordero al parecer apadrinado por Alberto Dahik-; está bien que cante "hasta siempre Comandante" homenajeando al Ché Guevara; está bien que se declare revolucionario desde el poder; está bien todo lo que hace para demostrar su carácter de revolucionario y de dirigente de una revolución. Pero cohonestar desde la Presidencia de la República un acto que más allá de su simbolismo implicó consumar un delito, es irrespetar la majestad del poder que él mismo tantas veces ha dicho que quiere hacer respetar.

¿Cómo puede Rafael Correa Delgado, exigir que se respete su majestad como Presidente de la República, cuando él acepta que se le done el producto de un robo? ¿Exijirá que se investigue a los autores del robo de bienes públicos -pues que eso son las espadas del cuento- que estaban en el Museo Municipal de Guayaquil? ¿Devolverá lo robado a su legítimo dueño, que con toda seguridad es el Municipio de Guayaquil? ¿Intentará el Municipio de Guayaquil hacer valer sus derechos como propietario de las espadas, para recuperarlas?

Solo la desmesura del poder que afecta a Correa le ha empujado a cometer un acto que tiene los claros perfiles de incitación al delito, cuando no de autoría coadyuvante...

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