El Presidente Correa está celebrando 5 años de ejercicio de poder. No es, ciertamente, una celebración cualquiera.
En primer lugar, su gobierno puso término a un período de inestabilidad producto de la falta de gobernabilidad en que el país fue sumergido por culpa de la derecha sixtista, (la derecha "no torcida" como gustaban autonombrarse), impulsada por sus apetitos regionalistas y mercantilistas. Es que si se hace memoria podrá advertirse que después de Sixto y las Alicias y los Alberto, el país entró a una etapa de golpes y contragolpes, iniciada con el derrocamiento de Bucaram y ese período de 3 o 4 días -carnavales de 1997 incluidos- cuando virtualmente existían 3 presidentes de la República: Abdalá, en estado de caerse apenas con 6 meses de ejercicio de la primera magistratura, mientras Rosalía Arteaga y Fabián Alarcón se disputaban palmo a palmo y a fuerza de movimientos de cintura, quién se alzaría con el poder. Como se sabe, la suerte socialcristiana favoreció a Fabiolo...
Luego de lo ocurrido con Abdalá, la era de tumbar presidentes se inauguró con una pasión digna de mejor causa: le siguieron Mahuad y Lucio. De manera que entre 1996 y 2007, es decir en apenas 11 años, Ecuador tuvo media docena de presidentes. De eso se culpó a la partidocracia. Pero si se miran los hechos con tranquilidad, se concluirá que muchos de los actores de tales hechos, fueron los promotores de Rafael Correa y de su revolución ciudadana. Y el mismo Rafael Correa, no habría sido presidente si no se hubiese encaramado al Ministerio de Economía del gobierno de Palacio -impuesto, dicho sea de paso, por Febres-Cordero- para catapultarse desde ahí; ergo, es hijo putativo de la partidocracia.
En segundo lugar, Correa inauguró un estilo de gobierno dominado por lo mediático. Estilo inédito, cuyo diseño y objetivo final reside en fundir gobierno, Estado e ideología en una visión unidimensional. Esta fusión -inventada por el fascismo- nunca se había visto en Ecuador. Mejor dicho, lo intentó Febres-Cordero en cierta medida, pero sin llegar al extremo de convertir a la prensa en su mayor adversaria, ni de subordinar a ese unidimensionalismo toda su gestión de gobierno. Correa lo ha hecho. Y no le ha ido mal, hasta aquí.
Lo demás ha venido por añadidura: un escenario mundial relativamente favorable en lo económico por los buenos precios del petróleo y de las materias primas, en especial gracias al factor China,que de alguna manera también ha permitido paliar los efectos de la crisis del euro. Este entorno además, ha sido propicio para rescatar la capacidad de inversión del Estado, abandonando la ortodoxia que tendía a generar excedentes con el fin principal de pagar deuda externa. La debilidad del modelo es que por un lado se construye desde el Estado y para el Estado, excluyendo deliberada o indirectamente al sector privado; y, por otro, depende del alto precio del petróleo. Entonces su capacidad de sobrevivencia es precaria y puede precipitarse no bien se produzca una caída del mercado mundial del petróleo. Pero en los 5 primeros años, el balance es favorable para el enfoque del gobierno.
En lo social, hay políticas que son plausibles. Por ejemplo las de inclusión de sectores marginados, beneficiando a aquella parte de la población con problemas de discapacidad. La educación y la salud tienen calificaciones relativamente buenas, que hasta permiten pasar por alto episodios como los de las deficiencias en las casas de salud, a pesar de la emergencia sanitaria decretada por el mismo gobierno.
Pero en lo de fondo, el gobierno se encamina a consolidar su ejercicio hegemónico del poder, que ya lo ha ensayado con relativo éxito desde 2007, cuando disolvió al Congreso legalmente electo. Ahora Correa dispone para ese fin de la sumisión de todas las funciones del Estado. Por eso obliga al legislativo y al judicial, a actuar como a él se le antoja que actúen. Por ejemplo, acaba de ordenar sutilmente al Consejo de la Judicatura de Transición, que sancione a los abogados de El Universo. No me cabe duda de que sus deseos serán satisfechos, por esa tríada de caretucos que actúan en dicho Consejo.
Con este panorama, en los años que vendrán y si -como con toda seguridad parece- Correa logra reelegirse hasta 2017, Ecuador estará más próximo al totalitarismo que a la democracia, pues la disidencia será cooptada al más puro estilo de 1984, la inmortal novela de George Orwell. Y aquella disidencia que no se deje cooptar, recibirá una pócima de la receta patentada por el Pri en México: serán condenados a una benévola muerte política o a una drástica muerte física. Pero no quedarán de pie, como para contarlo...
Al margen de cualquier otra idea, la conclusión es que si algo resta como lectura de estos 5 años de gobierno de Rafael Correa es que la revolución es solo un estado mental, en el que todo cambia para seguir igual; y en semejante situación, para muchos toma vigencia el viejo adagio de que nadie sabe para quién trabaja...
O ese otro, más radical, según el cual el vivo vive del bobo y el bobo de su trabajo.
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