sábado, 25 de febrero de 2012

Victoria pírrica

Pirro fue el rey griego que originó el nombre de victoria pírrica para denominar en la guerra aquellos triunfos que pueden ser eficaces pero ineficientes. No me detendré en detalles sobre la vida de este emperador, que fue promotor de constantes batallas; pero que ha pasado a la historia de la humanidad porque su ímpetu de "ganador" lo llevó, finalmente, a la derrota. Dicen que fue asesinado después de que una anciana en un desfile militar lo impactó con una teja y mientras yacía sin sentido "fue ejecutado en vida" como diría un asambleísta cualquiera de estos días...

Evoco a Pirro no para compararlo con Rafael Correa, sino para consignar que la victoria que los jueces complacientes de la Corte Nacional -designados por su gobierno- le concedieron negando la casación y confirmando en consecuencia el fallo de los jueces chucky seven, en el caso de El Universo, fue eficaz pero adolece ineficiencia.

Tan ineficiente ha sido, que nunca antes había visto al victorioso Correa proclamar sus triunfos literalmente arrinconado. Ahora duda de todos. Y no deja de caer en contradicciones.

Por ejemplo, en una parte de su alocución de este sábado 25 de febrero, dijo que el New York Times es un diario serio porque despidió a un periodista al que -según él- se le comprobó que mentía. Pero no le otorgó igual seriedad, cuando aludió al editorial del mismo diario neoyorkino que por segunda ocasión condenó los ataques de Correa a la prensa independiente del Ecuador.

Advierto que pese a sus gestos, no oculta la terrible amargura que el caso de El Universo le provoca. Mejor dicho, es su lenguaje corporal, su expresión facial, lo que denota su estado emocional. Hoy lo ví más fuera de sí que de costumbre, tan lleno de iracundia que su sonrisa no podía encubrirla.

Luce como el niño caprichoso en pleno berrinche porque le han robado el caramelo de la boca. La intervención de la CIDH y la carta de varios ex presidentes de países americanos -entre los que está Carter, de quien Correa se ha declarado firme admirador- así como el asilo de Carlos Pérez en Panamá, le movieron el escenario y convirtieron el triunfo que le dieron los complacientes jueces de la casación, en una típica victoria pírrica, porque ya no podrá usar la remisión que anunciará el próximo lunes 27, como demostración de su espíritu tolerante y perdonavidas. El perdón que le dará a El Universo y a los Pérez saldrá manido. No tendrá la frescura de lo espontáneo ni la nobleza de quien es magnánimo.

Y al final, el mensaje que hoy ha transmitido es el del que se siente irrevocablemente acorralado, atrapado en sus propios mitos, en sus propias mentiras, en sus infinitos temores, y en las fantasías que el poder ha creado sobre su psiquis: llamó al pueblo a una concentración en la Plaza Grande, para apoyar a su gobierno contra las movilizaciones que para el 8 de marzo han anunciado los de la Conaie, Pachakutik y algunos de sus ex aliados de la izquierda "infantil".

Pero cuidado. Correa no está derrotado. Es un triunfador en toda la línea. Solo que su triunfo es -por primera vez, desde 2007- ineficiente. Terriblemente ineficiente.

Seguramente terminará diciendo como Pirro: después de otro triunfo como este, me quedaré solo.

Y ese es realmente el problema de Correa: se está quedando solo. En absoluta soledad, a pesar del coro que lo aplaude. En absoluta soledad a pesar de sus ministros sonrientes que tampoco ocultan la terrible preocupación que los persigue por un futuro que ya advierten incierto. En absoluta soledad porque sus jueces, no serán capaces de quemarse dos veces porque no pueden; y porque no deben...

Correa no es Pirro. Pero miren lo que le está pasando. Y lo que le puede pasar.

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