viernes, 30 de marzo de 2012

Democracia y libertad de información

Suscribo sin reservas la opinión de que el elemento fundamental de la democracia es la facultad de disentir.

Cuando un individuo tiene la posibilidad de decirle a otro -en su casa, en su trabajo, en la calle o en la plaza pública- que discrepa con lo que opina sobre diferentes tópicos que corresponden a la esfera del interés común, sin esperar como respuesta una agresión verbal directa o indirecta, o retaliaciones de cualquier naturaleza, (en especial las que se ejercen desde el poder), u otra forma de coacción incluyendo las de tipo físico, está utilizando un derecho que es consubstancial a la vida misma: el derecho a tener una opinión. Y el derecho a expresarla.

Claro que ese derecho no es absoluto porque termina donde empieza a afectar a los de sus semejantes. Pero en lo de fondo, está en los principios básicos de la convivencia civilizada, cuya característica más significativa radica en la libre circulación de las ideas; o sea en la información.

Es que sin información no hay manera de confrontar opiniones. Solo existirá la verdad oficial. La verdad de quien tiene el poder político bajo control. Y no habrá oportunidad para la discrepancia expresada en diversidad de opiniones.

Y las opiniones no son sino la forma en que se interpretan hechos y circunstancias, incluyendo los actos y omisiones que nacen de decisiones personales. Si las decisiones tienen que ver con asuntos que conciernen al desempeño de la sociedad, entonces corresponden a la esfera de acción del Estado; es decir a actos de quienes se ocupan de su gobierno, ora administrando, ora legislando, ora impartiendo justicia.

Ergo, las decisiones que toman los ciudadanos en tanto comporten intereses que atañen a la convivencia social son, en estricto sentido, de naturaleza política; y requieren de información relativamente independiente, en especial de quienes conducen el gobierno. Entonces la información no es un "bien público" sino todo lo contrario: es un instrumento para decidir en la esfera de los intereses privados, lo que es más conveniente hacer desde el Estado para asegurar la convivencia en paz de los individuos agrupados en sociedad.

El único sistema político capaz de asegurar esa independencia de lo privado respecto a lo público es el democrático.

Históricamente los regímenes totalitarios han querido tener bajo control la información, porque de esa manera aseguran su dominio sobre los gobernados. Esto explica la permanente hostilidad que ese tipo de regímenes (de derecha y de izquierda), practica contra la prensa con el fin de someterla y mantenerla alineada a sus visiones de gobierno.

Y esto también explica que dicha clase de gobierno se esmere en tener prensa propia, para confundir la eficacia de su insistente propaganda, con las noticias y las opiniones. En esas circunstancias el ciudadano no logra determinar dónde termina la propaganda y dónde comienza la noticia...

Desde este ángulo, el derecho a opinar y a recibir información es inmanente a los individuos. Puede extenderse a una colectividad. Pero no por eso debe perder su carácter de individual, porque la información es como una necesidad biológica. Al fin y al cabo, cuando Dios nos otorgó el don de pensar, lo hizo para que lo utilizáramos construyendo ideas, que se expresan a través de ese otro don maravilloso que es el de la palabra.

En consecuencia, los medios de información privados son los canales naturales para que se transmitan noticias y opiniones, independientes de los intereses ocasionales de los gobiernos. Si así no ocurre, la sociedad cae bajo la opresión totalitaria. Y resignamos a convertir en poco el don del pensamiento y de las palabras que lo expresan.

Por ejemplo en Cuba todo lo que circula como información es lo que publica el diario oficial GRANMA. No hay más prensa que la del gobierno...

Defender la información independiente es defender la democracia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario