miércoles, 4 de abril de 2012

Una de Don Ramón

Ahora que han pasado los merecidos homenajes a Roberto Gómez Bolaños, debo confesar que nunca ha dejado de divertirme El Chavo del 8... Pero no solo ese personaje, sino toda la vecindad en la que cada uno de sus miembros tiene una caracterización irrepetible, atemporal, de vigencia permanente.

Simpatizo con Don Ramón (o Rondamón, como lo llama El Chavo, aludiendo a su afición por el trago) porque se manda unos dichos de sabiduría popular profunda. En uno de los episodios, le dice a El Chavo, para mencionar su torpeza con sorna: "yo sabía que eras estúpido, pero no un estúpido ejecutivo". Y al evocar semejante sentencia, de inmediato hice un inventario de las caracterizaciones que conozco y que se ajustan a la definición de "estúpidos ejecutivos". Veamos:

El primero es el que se cree en verdad ejecutivo. No importa si es Gerente de línea o está en la alta dirección: piensa que todos quienes lo rodean son sus vasallos. Y así los trata, mirándolos por encima del hombro, pero aprovechándose del trabajo que realizan; nunca es capaz de felicitar a un subordinado por su desempeño, pero sí está presto para sancionarlo, para demorarle un pago, para citarlo y obligarlo a que lo espere por lo menos una hora haciendo antesala, porque según lo que haga esperar a los demás aumenta su importancia. Casi nunca hacen nada directamente, pero pretenden controlar todo porque creen que para eso son ejecutivos. Entonces se pasan las jornadas en interminables reuniones, tomando apuntes, llenando formularios o asignando y reasignando tareas, porque para eso se consideran con una predestinación natural de "jefes"... Yo les digo "Monte de Piedad" porque son puro empeño. De ahí no pasan.

El segundo es el que se cree tocado por innata capacidad para intervenir en todo lo que se le antoja. Pero cuando se da cuenta que la natural estulticia que domina sus actos, no le alcanza para enfrentar lo que se había creído con facultad predestinada, entonces ensaya una sonrisa y pide ayudantes a quienes les descarga la tarea. Pide que el conserje les retire la ropa de la lavandería, porque está convencido de que pierde algo de glamour si lo ven como cualquier mortal, subiendo una funda por el ascensor. Pero le encanta cobrar muy bien mientras le gusta presumir de joven y de que pese a su pretendida precocidad, se codea con lo mejor de lo mejor... Estos son los "tontos con iniciativa" de los que habla Nebot. Mas nunca asumen un rol de primera línea. Siempre se achican cuando alguien les sale al paso para desnudar su estupidez ejecutiva. Por eso les gustan los puestos de segundones para no comprometer su falta de idoneidad con el relumbrón de un cargo mayor. Y en eso reside su capacidad de supervivencia: se instalan en un cargo para hacer negocios y ganar dinero, pero no para engrandecerlo. Peor para engrandecerse. Yo les llamo vendehumos...


Podría rebosar este blog con descripciones de esta clase de estupidez. Pero con lo dicho es suficiente. No sea que usted, amigo lector empiece a cavilar en cuál de esas categorías yo calzo...

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