Esta ha sido una semana mala para el Presidente Rafael Correa Delgado. En verdad comenzó con su sabatina en Murcia, España, hasta donde llegó en su frenético afán de mostrar ante la comunidad internacional que no es todo lo malo y antidemocrático como lo pintan... Sino todo lo contrario. Y la bigotera le salió al revés porque los migrantes esperaban que el Presidente les diera la fórmula mágica para que no les embarguen sus casas (o sus pisos, como dicen los españolizados ecuatorianos; pero lo único que recibieron fue una confusa clase de economía y finanzas, que -dicho sea de paso- el Presidente no la ha aplicado en Ecuador.
En Madrid el desencanto se repitió entre los compatriotas que esperaban escuchar algún dato esperanzador de la conversación con Rajoy. Pero nada. Y para rematar la cosa, vino la entrevista con Ana Pastor de la televisión española. La periodista ibérica se propuso como objetivo principal de su entrevista, mostrar el talante autoritario de Correa.
Y lo consiguió de principio a fin. Por ejemplo le acotó con suave firmeza que la de las preguntas era ella; y que no le gustaba que la llamase Anita, sino Ana. Pero también develó una de las facetas más desfavorables de Correa: el padecimiento de lo que los griegos llamaban la hybris; o sea la enfermedad de la desmesura a la que lleva el ejercicio del poder, y que Correa la expresó al referirse de manera tan despectiva a su propio hermano, describiéndolo como desequilibrado. La cereza del postre fue cuando al despedirse de la audiencia, Correa insistió con aire de niño malcriado en llamar Anita a su entrevistadora. Si alguien tenía alguna duda de la prepotencia y falta de mesura del presidente de los ecuatorianos, ese fue el momento para comprobarlo.
De regreso al país, el Presidente se dedicó febrilmente a contrarrestar la marcha de los indios. Para eso buscó hacer de la "contramarcha" una demostración de fuerza avasalladora. No lo consiguió.
Pero eso no fue lo grave. Lo verdaderamente grave es que constató este 22 de marzo, que la unanimidad que reclama su espíritu autocrático para gobernar, no existe. Comprobó que en Quito la gente salía de sus casas también a apoyar a los indios y no exclusivamente a él. Y que sus descalificaciones recurrentemente esgrimidas contra quienes disienten de su pensamiento, van causando una profunda fisura. Los que antes eran sus aliados, poco a poco se van convirtiendo en adversarios y en enemigos.
Ya no es la prensa corrupta.
Ya no es la partidocracia de Osvaldo Hurtado o de los socialcristianos.
Ya no es Nebot ni Alvarito ni Lucio.
No.
Ahora son indios.
Ahora es el pueblo llano.
No son los pelucones. No es la derecha de la larganocheneoliberal. No.
Son los indios.
Mal le ha ido a Correa en estos días. Como que le está saliendo la bigotera al revés... séver.
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