Caeremos en un campo pantanoso para dilucidar si el Presidente Correa es de izquierda o de derecha. Yo creo -me adelanto a señalarlo- que no pertenece a ninguno de los dos bandos. Veamos:
Los términos izquierda y derecha surgieron de la Revolución Francesa para identificar a quienes se sentaban a la derecha de la Asamblea y que eran reconocidos por su defensa de lo que se llamaba "el antiguo régimen", o sea de la monarquía; y los que abogaban por los ideales revolucionarios, es decir que estaban en contra de las instituciones monárquicas, que se sentaban en el ala izquierda de la sala.
Desde entonces en el mundo suele llamarse de izquierda a los políticos y agrupaciones que se autoproclaman contrarios a las estructuras vigentes del poder, promoviendo con este fin hasta revoluciones.
Y derecha a los que sin oponerse a las innovaciones socio-políticas, proponen realizarlas -hasta donde sea posible- en un marco de respeto a la institucionalidad.
Lenin, por ejemplo, tildaba de derecha o de reformistas a los socialdemócratas porque, entre otras cuestiones, estos buscaban la lucha parlamentaria como medio electoral para llegar al poder. Lenin quería que este cambio fuera violento para instaurar desde el poder, la dictadura del proletariado, imponer el socialismo y arribar a la sociedad comunista.
Así, en la agitada Europa de principios del siglo XX, donde ya los vientos de guerra volvían a soplar en el continente evocando las guerras napoleónicas, y la revolución soviética se había instalado con toda su devastadora realidad de violencia, surgió el fascismo que en estricto sentido no era ni de izquierda ni de derecha, (en verdad era bonapartista), pero cuyo contenido corporativista implantaba una economía dirigida absolutamente por el Estado, orientado políticamente a favorecer su visión nacionalista de la sociedad.
En ese enfoque tuvieron cabida aquellos grupos económicos que podían hacer negocios con el Estado, marginando a otros actores que no eran confiables para sus intereses. Para ese modelo la libre circulación de opiniones e información, constituía un severo obstáculo. Y por eso combatían a la imprenta, a la prensa, a los escritores y a todo aquel que tuviese la osadía de pensar diferente...
La Italia de Mussolini cuna del fascismo; y la España franquista, (donde sobrevivió -hasta 1975- a la segunda guera mundial y a la caida de su primo hermano, el nacionalsocialismo de Hitler), fueron los ejemplos más visibles de ese tipo de totalitarismo.
En América Latina, hubo algunos intentos fascistas. Quizá el chileno de Pinochet fue -con sus tonos grises- relativamente exitoso.
Pero en lo de fondo la receta es la misma: un Estado fuerte, centralista, cuyos poderes son controlados por una sola persona que habla por ellos y les ordena qué hacer y qué no hacer. Y que no tolera la disidencia; ni siquiera la mínima variación en los enfoques que el líder formula, ya sea para construir una carretera, o para levantar un monumento; ya sea para explotar una mina, o para ejercer la pesca; ya sea para opinar en la radio y en la televisión, o para escribir en un diario. Ya sea para nombrar a un juez o a un gobernador. Etcétera.
En este sistema lo que menos hay es institucionalidad, porque al líder le da lo mismo que exista Constitución y leyes, siempre y cuando sus normas se puedan aplicar para favorecer solo lo que él considera apropiado para cumplir la misión que se ha auto impuesto con el fin de lograr la felicidad de sus súbditos. A eso queda reducida la ley.
Finalmente la política equivale a un maniqueísmo fatal: los buenos están con el líder y su gobierno. Los malos, solo los malos y nadie más que los malos, están en contra. Operativamente, la libertad de opinión se convierte en un ejercicio martillante de propaganda, donde todo se confunde, donde la mentira es verdad y la verdad es mentira; donde la historia se la escribe y se la reescribe para acomodarla a la visión inflamada del líder; donde lo único que tiene valor es lo que el líder dice, hace, deja de decir o deja de hacer. Y donde los aliados y compañeros de ruta de ayer son los adversarios y enemigos de hoy.
Queda demostrado. Correa no es de izquierda ni de derecha.
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