Rolando Panchana ha concedido una entrevista a Expreso, (2012-04-29, pág. 6) y, luego de leerla, uno dubita entre catalogar al Asambleísta o como un tonto de capirote o como una persona que no es leal a sus principios, sino a quien le paga...
Veamos lo primero: si Rolando Panchana ha estado 17 años trabajando en noticieros de televisión, debe haber tenido un elemental sentido de lo que es la noticia como la divulgación de un hecho, y lo que es el trabajo del periodista, que se encarga de armar la noticia previamente a su difusión.
Los hechos no son una secuencia de acontecimientos que se enlazan siguiendo un plan. Por lo tanto, la(s) noticia(s) que genera(n) tampoco lo son. Aquí, en este plano, entra la labor del periodista: tiene que sopesar cada uno de los elementos de esa secuencia, para darles el peso adecuado con el fin de obtener un producto que no es ni chisme ni rumor. Pero que finalmente refleja parcialmente -y solo parcialmente- lo acontecido. Y, obra humana al fin y al cabo, seguramente su elaboración no satisfará por igual a todos. Pero cubre la necesidad humana de conocer qué ha pasado. Cómo, dónde y cuándo ha ocurrido.
Es lo que hace la prensa, así escrita como televisada o radiodifundida. Es lo que no pueden hacer las redes sociales, pues a través de ellas no se puede conocer si hay chisme o rumor, porque generalmente sus actores son directos, y no cuentan con la intermediación de un periodista.
Lo dicho es válido para reseñar un partido de fútbol o para dar cuenta de un crimen pasional. Para informar del desarrollo de un mitin o del show de un artista famoso. En todos estos casos, lo que cuenta es el testimonio.
Ahora, que en ese rol testimonial se cometen excesos, es innegable. Si así no ocurriese, la prensa sensacionalista o amarillista no tuviese cabida en el mundo. Para contener los posibles excesos en el oficio de informar, debe haber normas.
Con este propósito, los medios de comunicación han elaborado sus respectivos Manuales de Estilo, que buscan preservar la calidad de las noticias que difunden, para que el público las considere dentro de un adecuado margen de credibilidad. Estos Manuales tienen un fuerte contenido ético, y son en la mayoría de medios de comunicación, de aplicación casi sagrada. Por lo tanto no requieren de la intervención del Estado a guisa de ejercer un papel regulador o contralor.
El Estado debe intervenir, solo si las noticias pueden implicar un riesgo inminente para la paz pública, en especial durante períodos de grave conmoción nacional, previamente declarados -y siguiendo una rigurosa motivación para justificar la intervención- por las instancias legales respectivas. En consecuencia se debe legislar para lo excepcional, no para regular lo normal. Y esto, que es tan claro como la luz del día, es lo que Panchana parece no entender quizá porque lo afecta una colosal tontería...
Y en materia de lealtad no hay mucho que decir si apenas se atienden a las mismas expresiones del entrevistado: dice que en 17 años de estar haciendo noticieros para la televisión, no se dio cuenta de lo que hacían los dueños de los canales para quienes trabajaba. Pero que ahora recién lo hace. Recién lo hace ahora que la Revolución Ciudadana le ha dado más de lo que los medios para los que trabajó le dieron en bienes espirituales y de los otros...
En una parodia de televisión a Rolando le decían Rolindo y creo que él usó ese apelativo para ganar votos. Él cree que ha sido asambleísta gracias a esos spots de la tele y a su proximidad a Correa. Pero habría que ver si solo, sin el apoyo del Presidente y de su gobierno, gana una elección. Y Rolando espera ser considerado como candidato a Alcalde de Guayaquil.
Por eso no duda en convertirse en defensor de los intentos del régimen, por acallar a la prensa. Y en ese plano, tratará de pasar de agache para no ser visto ni como Rolando, ni como Rolindo...
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