Para un observador despistado, Rafael Correa parecería enredarse poco a poco en la telaraña de sus creaciones ideológicas. Tan pronto las utiliza para explicar problemas en la administración de hospitales públicos; para explicar la construcción y uso de edificios estatales; hasta para justificar la eliminación de universidades bajo la acusación de no tener calidad académica.
A simple oído desvaría. Pero si se busca un hilo conductor a su discurso, se advertirá que hay un propósito inamovible en sus acciones: montar una estructura del Estado totalmente subordinada a sus visiones.
Al margen de esta consideración, cualquiera podría entender incluso desde un enfoque sociosicológico elemental, que este caso no es ajeno al problema común a todos los mitómanos: construyen "sus" verdades para acomodarlas a una realidad que solo conciben como expresión de sus anhelos.
Basta oír las correasabatinas para sorprenderse ante las aparentes contradicciones de su discurso.
Pero insisto, no son contradicciones. Parecen no más. Al contrario: responden cuidadosamente a un concepto hegemónico del poder, cuyo propósito es controlar todos los focos posibles de rebelión callejera que puedan estallar y su potencial caja de resonancia que sería la prensa independiente.
Por eso sostengo que está más cerca del fascismo que del socialismo. Y no sé si haya un fascismo del siglo XXI, pero su socialismo del siglo XXI es un niño de pecho frente a lo que la derecha no ha sido capaz de hacer, ni en su gobierno emblemático, (que ese fue el de Febres-Cordero), ni luego cuando gobernó con el dueto Sixto-Dahik.
En efecto: para su tercer mandato -que lo ejercerá hasta 2017- Correa consolidará su control sobre los sindicatos en los hospitales públicos, tercerizando -eso significa "externalizar"- desde ahora los servicios más politizados que estaban en manos del MPD,como los de lavandería y alimentación; acaba de meterle la mano al sistema de educación superior clausurando varias universidades privadas, como para que los del MPD y de la FEUE no tengan dudas de que si en el futuro tiene que hacerlo, Correa también clausurará universidades públicas alegando sus deficiencias académicas; tal como hizo con la UNE, arrebatándole la ingerencia que tenía para manejar los nombramientos de profesores. Y ha yavarizado a la justicia.
Pero para cumplir sin sobresaltos semejante proyecto necesita con urgencia silenciar a la prensa independiente por intimidación. O por descalificación.
Es que sin esa prensa, no podría el ciudadano saber de hechos como por ejemplo las aventuras noctámbulas de Cuero y su comisaría; ni los chalecos de Antón; ni los contratos de viviendas cuyos techos volaron al primer ventarrón; ni los cheques que desaparecieron en las fauces de un funcionario del régimen. Ni los coqueteos con las FARC. Ni la narcovalija. Ni los contratos de Fabricio. Ni los pativideos. Ni etcétera.
Y ahí es donde su desvarío se desborda. Como aconteció en su sabatina de hoy, 14 de abril, cuando en una evocación delirante, convirtió de manera truculenta a Montalvo, en denunciador adelantado por décadas de lo que él denomina "prensa corrupta"; y sin rubor reiteró hasta el cansancio su acusación descontextualizada de que fue la prensa la que instigó el asesinato de Eloy Alfaro... Pero sin decir cuál prensa. Ni en qué basa su acusación. Está claro que se trata del típico desvarío de un mitómano.
Reitero: ese desvarío es parte de su mitomanía. Y para los mitómanos, torcer la historia así sea reescribiendo los acontecimientos de hace más de 100 años, no significa otra cosa que imponer a los demás sus visiones.
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