Los dos mayores fracasos que hasta ahora registra la Revolución Ciudadana, están íntimamente vinculados, como si se tratara de vasos comunicantes: la inseguridad pública y la administración de justicia.
Con la inseguridad pública la cuestión empezó con una apuesta muy riesgosa: culpar a los socialcristianos por los delincuentes presos; y sostener con vehemencia que los ladrones eran ciudadanos pobres, que humillados por una riqueza ofensiva, no les quedaba otro camino que asaltar y robar, porque ¿qué representan unos pocos dólares atracados ("recuperados" solían decir los guerrilleros urbanos de los años 70) frente al mayúsculo atraco de miles de millones de dólares supuestamente realizado por "banqueros corruptos" en 1999?.
Enancado en ese discurso, el régimen no tuvo empacho en desbaratar todo el precario sistema de seguridad pública que, hasta su llegada al poder, la policía administraba en medio de su propia corrupción, tan añeja como la de ciertos jueces y fiscales.
Recuérdese solamente que con el fin de tener las bases para su accionar, propusieron una Constitución "garantista" que sacrificaba todos los principios de justicia, por la protección a los delincuentes.
Recuérdese también que en ese frenesí, el mismísimo presidente Correa visitó la penitenciaría del litoral para solidarizarse con los presos, culpar a la partidocracia de la situación de las cárceles, e indignarse contra la administración municipal de Guayaquil por haber construido el centro de alta seguridad (La Roca), y por haber creado la Corporación de Seguridad Ciudadana.
Fue tanta la convicción de sus dichos, que pronto resultaron desbordados por los hechos: para robarse inocentemente un celular, o un par de zapatos de marca, o la quincena de un trabajador, o asaltar un negocio, o arrebatar a los ciudadanos el dinero que retiran de los bancos, los delincuentes no obvian disparar porque van fuertemente armados, con la seguridad de que nadie podrá repeler el ataque porque la Revolución Ciudadana desarmó a los guardias privados. Los cementerios han recibido más inocentes en estos últimos 5 años...
Y no cito el caso del narcotráfico, porque es emblemático: de Ruga la Tortuga, a las avionetas hay al parecer un denominador común que el régimen prefiere no encontrar...
Abrumado por la situación, el Presidente Correa dizque se puso a estudiar sobre seguridad pública; y entiendo que fruto de esos estudios, constituyó una nueva estructura burocrática para encargarla de la seguridad.
Pero lo cierto es que de un tiempo a esta parte en el lustro que ha transcurrido desde 2007, la delincuencia se ha incorporado a la cotidianidad mientras el gobierno se ha acostumbrado a vivir con su clamorosa ineficacia. Entonces la delincuencia ya es de todos...
Tamnbién el gobierno descubrió que la delincuencia -pese a sus primeras aseveraciones endilgando la responsabilidad de la inseguridad ciudadana a otros- tenía como cómplice a la "justicia corrupta".
Y decidió meterle la mano a la justicia.
El resultado es que la mayoría de los jueces desde la cúpula hasta las bases, se debaten entre la mediocridad de sus actuaciones y los terribles temores que la dominan. Es una justicia adocenada, timorata, complaciente. Dominada por un Consejo de la Judicatura que es el instrumento eficaz de los últimos deseos del Presidente de la República.
El caso de los hinchas de Barcelona -apresados de manera arbitraria y mantenidos privados de su libertad por 40 días bajo una acusación imposible de probar, como la de haber lanzado todos al mismo tiempo, una pedrada a un policía- releva de cualquier comentario adicional. La justicia sigue siendo un fracaso. Secuestrada por el poder, es fracaso rotundo.
5 años y medio de Revolución Ciudadana (¿o de RC?) revelan algo inocultable: los dos fracasos mayores están en la delincuencia y el narcotráfico rampantes. Y en una justicia, que no existe... O, mejor dicho, que persiste como injusticia.
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