Hasta hoy nadie me quita la convicción de que la crisis financiera de 1998-99, tuvo entre otros escenarios, una lucha caníbal entre banqueros.
Se peleaban los de Guayaquil con los de Guayaquil y Quito; los de Quito entre ellos y contra los de Guayaquil. Algún día conversaré los entretelones que me constan de esa feroz bronca, que terminó como se quería: reduciendo a la banca guayaquileña y etiquetarla con el sambenito de "corrupta".
Uno de los episodios más significativos de esa bronca, fue la revelación del financiamiento que los banqueros le habían prestado a todos los políticos de entonces. A unos más que otros. Pero a todos. De manera que nadie estaba libre de lanzar la primera piedra, sin recibir de respuesta una cantera...
Y Fernando Aspiazu, ya preso para entonces, se encargó de evidenciar cuánto había entregado él, solo él -aunque dijo que fue en nombre de un grupo anónimo de generosos aportantes- a la campaña presidencial de Jamil Mahuad. Esa denuncia tuvo el efecto de un misil: demoledor, dio justo en la línea de navegación del buque que ya a la deriva, el incompetente presidente Mahuad pretendía seguir dirigiendo. Inútil pretensión que terminó en naufragio el 20 de enero de 2000.
12 años más tarde, el país absorto vuelve a ser espectador de un episodio que tiene reminiscencias del maridaje entre el poder y la banca.
Es decir que deja en claro que la revolución ciudadana pudo implantarse gracias -entre otros factores- a los aportes de los banqueros. La revelación amenaza crear un verdadero shock, al descubrir que el pecado original del socialismo del siglo XXI, es exactamente el mismo que engendró a la partidocracia. ¡El mismo!
Y de ese hecho -hasta ahora cuidadosamente guardado en secreto- los genetistas de la política pueden seguramente sacar algunas conclusiones sobre las deformidades que el régimen ya manifiesta en actos de corrupción, como los ocurridos curiosamente en un banco administrado por el gobierno.
La revelación la hizo ayer Guillermo Lasso, a propósito de responder unos letreros -producto de la estulticia del poder, antes que de la imprudencia de unos oficiosos movimientos sociales- que colocados en la vía a la costa, prohibían olvidar la participación del ex banquero en los gobierrnos de Mahuad y de Lucio. Esos letreros volaron a pesar de su pesada estructura como un bumerang. Ya no están. Pero el daño que han causado es mayúsculo. Para colmo, Fabricio Correa ha salido a confirmar que en verdad el aporte de Lasso existió por una cifra importante.
Pero el problema no estará en saber si Lasso dio mucho o poco. El problema verdadero es que la revolución ciudadana instaurada en enero de 2007, tuvo en sus genes algún cromosoma proveniente de la banca corrupta. Y esa constatación lleva a la memoria a Fernando Aspiazu, quedando en el aire una pregunta: ¿fue Guillermo Lasso el Aspiazu de Correa...?
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