La noche del miércoles 28 de noviembre de 2012, mientras soportaba con la misma estoicidad de quien aguanta un aguacero en media calle, sin paraguas y sin portal donde cobijarse, la bullanga del festejo barcelonista, me dediqué a reflexionar sobre mis motivos para ser emelecista.
Lo primero que me saltaba a la mente era una especie de envidia: cómo no ser parte de un festejo que motivaba a miles de personas a tomarse por asalto el Boulevard, con gritos estentóreos, celebrando que la pérdida de un partido de su equipo rival les haya permitido obtener luego de 15 años -porque en verdad son 15- el título de Campeón Nacional de Fútbol.
Y mi mente me llevó a recordar por qué soy emelecista y siempre resistí ser del otro equipo, (dicho sanamente):
Yo soy emelecista desde cuando tenía 8 años. Para entonces EMELEC había ganado el primer campeonato nacional de fútbol; y si no me falla la memoria, ya tenía campeonatos de Guayaquil a su haber, incluyendo triunfos en los clásicos del Astillero, que ya habían empezado su historia. Vivía en Sucre, una población semirural del sur de Manabí Y las transmisiones de los encuentros de fútbol nos llegaban por Radio Atalaya, en las narraciones de Ecuador Martínez Collado y los comerciales de Humberto Romero Gálvez. Ahí nació mi admiración por EMELEC. Recuerdo los comentarios de Ricardo Chacón García, (para mí él si era la palabra mágica para hablar de fútbol), quien no obstante ser apasionado barcelonista, no dudaba en elogiar el tandem de Bolaños, Pulido, Raffo, Raymondi y Moscol...
Pero también mi afición por EMELEC nació de rechazar la actitud triunfalista y avasalladora de los barcelonistas, que se gozaban con la canción del Jefe Daniel Santos, pidiendo que Barcelona "diera chicha" a sus rivales. (Darle chicha quería decir en esa época, chacharearlos, apocarlos, desmerecerlos). Eso me molestaba terriblemente y me hacía gozar cada vez que caían derrotados.
Cuando vine a vivir a Guayaquil en 1966, no fui de inmediato al Modelo, aunque por novelería asistí alguna vez al Capwell y no me quedaron ganas de volver, porque casi termino pisoteado por un caballo.
Fue a partir de mis años universitarios cuando empecé a concurrir con regularidad a la General del Modelo, (creo que costaba 3 sucres, lo mismo que una entrada al cine). Y disfruté especialmente del juego de "Cachito" Magri, de Merizalde, de Pereque Lazo, de Pachaco Castañeda, del "Bombillo" Miori, del Bocha Armendariz, de Juan Tenorio, de Marcos Guime, etc., a quienes cito así desordenadamente mientras afloran los recuerdos.
Y ya como espectador era un desafío concurrir al Modelo a ver un clásico, rodeado de una mayoría de gente vestida con camisetas amarillas. Había que ser bien machitos para compartir las aposentadurías sin amilanarse, como decía el Dr Pepe Maruja... Sin a-mi-la-narse. Muchos de ellos eran (continúan siendo) buenos amigos.
Mentiría si les digo que solo el buen juego de EMELEC me llevó a ser emelecista. No. Más que eso, pesó el hecho de que existe Barcelona y,, claro, de que existen los barcelonistas. Por eso soy emelecista. Y por eso, nada tengo que envidiarles...
Nada más...
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