Alguien se volvió "loco"... Pero lo que está pasando en este momento en el mundo, es difícil de entender. Veamos:
Cuando la guerra fría estaba en todo su apogeo, el espionaje resultaba parte del juego. Y lo era tanto, que CIA y KGB constituían referentes emblemáticos de una despiadada y encarnizada actividad para destruir objetivos enemigos. En ese juego los países del tercer mundo tenían un rol secundario que a veces los convertía en ocasionales actores de primera línea, como ocurrió con Cuba en la llamada crisis de los misiles, de 1962.
La caída del "socialismo real" dejó al descubierto otras facetas de la confrontación universal, que habían quedado formalmente más o menos relegadas, porque todo se reducía a un mundo bipolar: por un lado la Unión Soviética y sus aliados; y por otro, Estados Unidos y sus aliados. En medio de esa disputa quedaron los países que se autodenominaron "no alineados", pero cuyo alineamiento era visible, como ocurría por ejemplo, con la entonces Yugoslavia y Cuba. En este último grupo aparecían tímidamente los países musulmanes, árabes y palestinos, ocupados por introducir en la agenda mundial la necesidad de obtener seguridades ahí donde los judíos los hacía sentir amenazados, a pesar de su petróleo.
Y como un observador gigantesco -que también ponía lo suyo a la hora de hacerlo- estaba China, más empeñada en reconstruir lo que Mao destruyó...
Pero era un mundo bipolar.
Caída la Unión Soviética, el problema pareció trasladarse a un enfrentamiento con los extremistas musulmanes y sus asociados. El 11-S develó con la fuerza de un verdadero ataque cruento, al corazón de Estados Unidos, lo que estaba en el subsuelo de las disputas mundiales que se creían superadas con el fracaso de la Europa comunista. Y ahí ardió Troya, porque las prácticas de combate de los sectores fanatizados del islamismo, para derrotar a los herejes, no se asemejaban a los cánones tradicionales. Y superaban las más refinadas acciones incluso del espionaje y del contraespionaje.
Constatar esta realidad, no bien derrumbadas las Torres Gemelas, enloqueció a la dirigencia de Europa Occidental y de los Estados Unidos. A eso se sumó la aparición de regímenes sudamericanos, que no dudaron -con Chávez a la cabeza- en desempolvar las viejas prédicas anti imperialistas enronquecidas en los largos años de dictadura castrista en Cuba. O en los regímenes del Medio Oriente, con Gadafi a la cabeza.
Y entonces ese mundo tan formal de la post guerra, caracterizado por sus cuidadosas medidas de espionaje, por robarse escrupulosamente espías, por penetrar los cuarteles enemigos, y por tantas otras actividades protocolizadas en códigos no escritos, se vio también disturbado por un factor que todavía no se alcanza a entender en toda su magnitud: el fenómeno de las redes sociales que estuvieron prontas a replicar los efectos de las revelaciones de Assange y de Snowden.
El poder no está preparado para enfrentar ese tipo de información. Y eso es lo que ha enloquecido al mundo.
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