La pretensión de arrebatarle el puerto a Guayaquil y la decisión de extraer el petróleo del Yasuní, no son eventos episódicos y aislados del régimen: nacen de su auténtica condición ideológica que lo lleva a odiar formalmente al capitalismo porque, no obstante su declarado socialismo, quieren ser ricos como los ricos. Me explico:
Este gobierno proclamó su vena "revolucionaria" a los cuatro vientos. Y la resumió como una actitud militante a ultranza contra los pelucones, cuyos negocios están radicados en Guayaquil -aunque vivan en Samborondón- a quienes se les reprochaba que estaban más atentos a sus negocios, que a la preservación de la naturaleza y de la vida.
Ergo, para que la revolución triunfase había que acabar con los símbolos de la peluconería. Y el puerto de Guayaquil es uno de ellos, tal como el mismo Rafael Correa lo señaló en su sabatina del 10 de agosto. Para acabar con el puerto, era menester apoyarse en un estudio "técnico" contratado con la consultora española INECO, producto del cual salió un "Plan Estratégico de Movilidad-PEM, 2013-2037" que incluye todas las modalidades de transporte (carreteras, puertos fluviales y marítimos, ferrocarriles y aeropuertos).
Su Tercer Informe (octubre de 2012), es un verdadero mamotreto de 263 páginas, en el que se encuentran -muy temprano en la lectura- perlas como la siguiente: "(...), el PEM establece las actuaciones que son necesarias para llegar en los próximos 25 años al desarrollo del Sistema de Transportes que resulta de las metas y objetivos estratégicos definidos, partiendo de la situación actual como punto de partida.- No solo es necesario tener clara la imagen final que se persigue, sino igualmente la imagen inicial, en tanto en cuanto, las actuaciones contenidas en el Plan resultan de la confrontación de ambas imágenes, como camino para llegar de un punto a otro, paso por paso según su proyección temporal" (página 16) ¡Cantinflas no pudo decirlo mejor!
Y así, en medio de esa hojarasca de palabras que caracterizan a este tipo de informes de consultorías como compendios de charlatanería, se llega a la propuesta sobre el Puerto de Guayaquil: para recibir buques de calado superior a los actuales, "en estos momentos, en el horizonte del Plan, las inversiones requeridas podrían superar con creces los 1.000 millones de dólares de dragado, a lo que habría que sumar las inversiones para mejora de los accesos y ampliación de las infraestructuras actuales. En consecuencia, parece poco recomendable acometer dicha ampliación de calados. Y todo ello sin contar el encajonamiento de los muelles en la ciudad, que dificultan cualquier ampliación provocando un alto impacto en el medio urbano" (página 91)
¿De dónde sacaron la cifra de los 1.000 millones de dólares? ¿A qué expertos consultaron?
Y sobre el "encajonamiento de los muelles en la ciudad, que dificultan cualquier ampliación provocando un alto impacto en el medio urbano", ¿han visto Manta, con su puerto en el corazón de la ciudad? Estos españoles son caretuco, verdaderamente... No conocen Ecuador. Pretendieron que podían respaldar con seudo argumentos técnicos, económicos y financieros la clara intención del gobierno que los contrató, de arrebatarle a Guayaquil su puerto, para provocar que la burguesía guayaquileña se vaya a Miami -como cierta vez algún revolucionario se lamentó de que no hubiese ocurrido, envidiando la suerte de Cuba- y les deje el camino expedito para apropiarse de sus negocios, y hacerse nuevos ricos, como lo hicieron quienes en nombre del Estado, se apropiaron de los bienes de la "banca corrupta" con los resultados que se conocen.
En lo del Yasuní, la cosa es también sencilla. El Plan para el Buen Vivir, y la mismísima Constitución de Montecristi consagraron a la Pacha Mama el desarrollo económico.
Pero la Pacha Mama no les dará de mamar lo suficiente a toda la parafernalia del poder burocrático que en las alas de la revolución ciudadana, han creado en los últimos 6 años. Entonces suena lógico sacarle el petróleo de sus entrañas, para tener los dólares que les permita sostenerse. Si son 18.000 millones de dólares adicionales para farreárselos con fe y alegría en más gasto público y en más lleve para que se hagan nuevos ricos, serán bienvenidos, sin importar si se incomoda la Pacha Mama.
Lo que quieren es saciar su sed de riqueza. La misma sed que sienten los chavistas o los kirchneristas. O la que sintieron los sandinistas de Ortega y sus muchachos para quedarse con negocios y hasta con las casas de los somocistas en Nicaragua.
Esa sed no es episódica. Es orgánica. Es estructural. Está en las entrañas del socialismo del Siglo XXI.
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