martes, 22 de octubre de 2013

100 años

Hace 100 años nació mi mamá.  Es un buen día para recordarla.

Una de las características que María Salomé Chávez Bailón tenía, era su obsesión por la limpieza.  En todos los sentidos.  Era tan puntual en ese cometido, que aún los gatos de la casa recibían severas lecciones de disciplina para que observaran las reglas.  

Hasta donde recuerdo, la casa inmensa de Sucre era día tras día sometida a una minuciosa tarea de aseo, que ella comandaba.  Había jornadas que incluían baldeo y encerado de los pisos de tabla, con lo cual ahuyentaba polillas y otras clases de insectos; la limpieza escrupulosa de los vidrios de las ventanas, que se llenaban de cagadas de moscas; el exterminio sin misericordia de cucarachas -con una fórmula original que incluía verter en los rincones agua hirviendo para quemar los huevos de los asquerosos bichos- y de las arañas; y la prevención para que las ratas no prosperasen como huéspedes no deseados, que contemplaba la eficiente ayuda de los gatos...

Ni las partes altas de la casa se escapaban del paso de escobillones. Ni los exteriores.  Mamá hacía esas labores agotadoras con cierta regularidad,  acompañada por los hijos a quienes asignaba parte de las  tareas atendiendo a sus condiciones de edad y capacidades físicas.  

Alguno me dirá que no hay nada extraordinario en ese tipo de trabajo; pero si agrego que había que preparar una minuciosa logística para superar la escasez de agua -porque en esos años, en Sucre no se contaban con instalaciones domiciliarias para abastecerse del líquido, sino que se adquirían "cargas" de agua en barriles transportados por burros- se comprenderá lo duro de la tarea.  Años después, papá construyó una cisterna sobre la superficie que se llenaba con el agua de lluvia recogida desde el techo de la casa a través de canaletas.  Y con esa agua se abastecía la casa para sus necesidades, complementada con la que mediante bombeo nos proporcionaba Daniel Loor desde unos pozos someros que tenía a más de una cuadra.  

A veces a mi mente acuden lúcidos, los recuerdos de esos años en que el mundo transcurría más lento,  lo que hacía la vida apacible.  Mi mamá está siempre presente, como lo está hoy cuando celebro mediante este blog sus 100 años de nacimiento.  Ella vivirá para siempre. 






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