sábado, 19 de octubre de 2013

Otra vez, el Puerto

Apelo al título de la columna que publica en El Universo de hoy, Walter Spurrier Baquerizo, para referirse al tema del puerto de Guayaquil. Y lo hago movido no solo por el contenido del artículo citado, sino también por lo expresado en su sabatina por el Presidente Rafael Correa.

Lo primero que debe quedar claro es que el tema portuario no atañe solamente a una disputa                  -cualesquiera que sean sus motivos- entre el Presidente de la República y el Alcalde de Guayaquil.  Ambos mandatarios son apenas un episodio en la vida de la ciudad y de Ecuador.  Con esto quiero decir que Presidentes y Alcaldes se sucederán en sus cargos por los siglos de los siglos. Pero Guayaquil es un referente sustancial de la ecuatorianidad.  Es -más o menos- tan absurdo como si alguien quisiera plantearse a Estados Unidos al margen de Nueva York.  O a España sin Barcelona.  O Alemania sin Hamburgo. O Inglaterra sin Liverpool.  

Lo segundo que debe quedar claro es que la polémica surgió por una propuesta del gobierno a través del Plan de Movilidad contratado con unos consultores españoles; y en el que se proponía -tal como Spurrier lo recuerda en su columna de hoy- "aprovechar la actual terminal de Contecom (o sea el Puerto marítimo) para su reconversión como el principal terminal de cruceros del Ecuador, con un moderno y emblemático edificio terminal, dotando de todas las facilidades para que pueda ser usado como puerto base de las principales navieras".  Si alguien sabe leer e interpretar, concluirá que "reconversión" quiere decir transformar; y que el Plan del gobierno pretende eso: transformar al puerto de Guayaquil en una simple terminal de cruceros y -además- en puerto de cabotaje. 

En tercer lugar, si solo se tratase de una propuesta mal escrita en el también pésimamente escrito Plan de Movilidad del gobierno -yo he leído su versión No. 3 y algunos parajes del documento parecen escritos por principiantes-  bastaba con que el Presidente de la República dijera que eso no se aplicaría; que Guayaquil seguirá siendo el Primer Puerto Marítimo del Ecuador y que sus instalaciones de muelles de aguas profundas, se construirían sin afectar a su estructura y organización. Punto. Ahí se acababa la polémica. 

Pero no.  El Presidente Correa ha dicho en varias oportunidades que su objetivo es arrebatarle a "la oligarquía guayaquileña" el supuesto control que han tenido sobre las actividades portuarias de la urbe.  (¿Cuál oligarquía, si los que ahora manejan el puerto son sus muchachos encaramados en Autoridad Portuaria y que actúan bajo las órdenes de su ministra Duarte?) Y ha agregado que para cumplir ese propósito, buscará sacar al Puerto, del Golfo.  Así lo dijo.  El que lo duda que revise las sabatinas y la intervención que tuvo en el acto de su gobierno realizado el pasado 9 de Octubre en la explanada del Estadio Alberto Spencer.  

Entonces, en cuarto lugar, el Presidente Correa no tiene que ponerse en el plano de ser el que decide por su propia voluntad, dónde se construirá el muelle de aguas profundas que se incorpore al sistema portuario de Guayaquil.  Solo tiene que dejar que la técnica lo decida. Y no interferir bajo ningún pretexto, en el manejo del destino portuario de la ciudad. Hay que respetar la naturaleza portuaria de Guayaquil, que está en sus genes.

Todo cuanto diga el Presidente para calificar a Nebot como "mentiroso" por su posición de defender la calidad portuaria de Guayaquil, le va a rebotar. Y le va a quitar votos a su pretensión de ser también Alcalde de Guayaquil.  Entonces lo mejor que puede hacer Rafael Correa es desembarcarse honrosamente del asunto, no endosándoselo a sus subordinados, sino asumiéndolo frontalmente.  Tiene que decirle al Alcalde Nebot:  el muelle de aguas profundas del Puerto de Guayaquil se construirá dentro de la jurisdicción cantonal. Y punto.  




















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