Alma Mater es un latinajo, que literalmente quiere decir Madre Nutricia. O sea, la madre que es fuente de alimentación. Fuente de vida. Y eso es la Universidad: proveedora por antonomasia de alimento intelectual, para asegurar la vida de la sociedad.
No por otra cosa existen las universidades. Es que no son "fábricas" de profesionales. Tampoco son sistemas que deben funcionar para cumplir minuciosos requisitos inventados por burócratas y solazarse en tener sellos de excelencia. La Universidad es eso y mucho más. La Universidad es la fuente donde bebe conocimientos la sociedad. La Universidad es -tiene que ser- un centro de intercambio de pensamientos, de debates, de experimentación, a partir de los cuales se va transmitiendo y construyendo cultura, arte, ciencia y tecnología.
Mi Alma Mater es la Universidad de Guayaquil, a la que algunos despistados -incluso a pesar de haber obtenido el título profesional del que se vanaglorian, en sus aulas- le agregan el témino "Estatal". La Universidad "Estatal" no existe. Nunca ha existido. La Universidad de Guayaquil ha dejado de existir, antes de cumplir 146 años de vida.
Y ha dejado de existir porque ha sido tomada por burócratas, encabezados por un señor del altiplano, moñudo, con acento de "sabio" que aprovechándose de la mediocridad en la que ha caído la dirigencia universitaria, simplemente vino a consumar la metida de las pezuñas del gobierno en su estructura. Porque al fin y al cabo eso es lo que ha ocurrido con la intervención decretada contra la Universidad de Guayaquil.
En mis años de estudiante universitario, hubiésemos sacado a correazos nacidos del pensamiento libre -y no precisamente son, los que se dan con correa- a invasores de esa calaña. Lo hicimos unidos, profesores y alumnos. Recuerdo los días obscenos cuando la pandilla ATALA se apoderó de la Universidad. Les dimos batalla, sin apelar a la violencia -aunque fuimos víctimas de algunos ataques físicos de ese grupo- derrotándolos con más democracia, con más debate, con más exigencia académica, con menos condescendencia a la mediocridad. Lo de obsceno devino maridaje creado para que convivieran ciertas instancias docentes, administrativas y estudiantiles. Pero las denunciamos. Y las contuvimos.
No las erradicamos porque quedaron larvadas. Y tal vez ése fue el error. Porque después, poco a poco se apoderaron de la cátedra, de la investigación, de la dirigencia estudiantil, hasta pervertir la esencia misma de la Universidad. Erradicar esa perversión es el pretexto esgrimido ahora, para intervenirla. Lo hacen seguros de que ese crimen quedará impune...
Y aunque a veces el crimen purifica, dudo que se obtengan buenos resultados con la intervención decretada por el Consejo de Educación Superior bajo protección policíaca, mientras estudiantes, profesores y administradores, no fijen un nivel mínimo de desempeño para buscar la excelencia, primero como núcleo de avanzada del conocimiento científico y tecnológico, aplicado a la producción para beneficiar a la sociedad; y, segundo, como una comunidad de ideas y doctrinas, sin posturas sectarias o descalificadoras y donde el espacio tenga apenas como límite, la libertad. Si no lo hacen, vendrán más y más intervenciones, de la mano del moñudo o de quien lo sustituya. Ya lo verán.
Esa Universidad convertida en laboratorio del conocimiento, es la que hay que buscar. No la que se ajuste a los moldes de la revolución ciudadana o como quiera que se llamen las revoluciones ahora. No, porque lo que se obtendrá será una Universidad "funcional" a las necesidades que la hegemonía del poder político, busca obtener. Y, fatalmente, lo está obteniendo.
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