Apelo a una frase de Cantinflas, para referirme a la fotografía que todos los medios de Ecuador -y desconozco si de otras partes de América o del mundo- publicaron ayer para dar cuenta del abandono del Presidente Correa de la sesión de la Cumbre Iberoamérica celebrada en Asunción el pasado fin de semana, protestando por la intervención de la Vicepresidenta del Banco Mundial para América Latina, Pamela Cox.
Lo primero que se me viene a la mente, es que Correa -al parecer- sufre una especie de misoginia con las coloraditas, rubias y de ojos azules. Seguramente la Cox le recordó por el color de su piel, a la presentadora Hinostroza de Teleamazonas... Y entonces no se pudo contener y se disparó contra la pobre gringuita, acusándola de ser parte de la burocracia internacional y abanderada del neoliberalismo. "Habló Pamela Cox, Vicepresidenta del Banco Mundial. Lean mi libro pág. 183. Tuve que retirarme de la sesión. Ya basta!", escribió en su cuenta de twitter.
Y fui al libro; y en la página indicada por su propio autor, no encontré nada referente a Cox ni al Banco Mundial. Leí sí, una atropellada argumentación pretendiendo justificar la creación de un banco regional de desarrollo y el fondo común de reservas, pero nada más. Donde encontré referencias directas al BM (y al FMI) fue en el capítulo 11, que trata sobre "La nefasta burocracia internacional y sus corifeos", acusando a esos dos organismos de imponer "el paradigma neoliberal en los países del Tercer Mundo. El Consenso de Washington, que predicaba la neutralidad de las políticas económicas bajo el supuesto de que un mercado socialmente eficiente y justo surgiría espontáneamente, fue elevado por estos organismos de simple ideología al rango de teoría general", (sic). Y entonces yo pienso y digo: si en vez del "paradigma neoliberal" el BM y el FMI hubiesen adherido al paradigma del socialismo del siglo XXI, la Sra. Cox ya no sería tan mala, y quizá el Presidente hasta se habría quedado en la Cumbre Iberoamericana escuchándola. Digo yo.
Pero en el fondo de la cuestión, luce indiscutible que el Presidente Correa se ha hecho un verdadero autogol con su actuación en la Cumbre de Asunción: su gesto reveló intolerancia. Lo de intolerante es por antonomasia expresión de autoritarismo antidemocrático. Peor si estaba en un foro internacional, donde las posibilidades de discrepar tienen que ser democráticamente asumidas como una manifestación de inteligencia entre varios interlocutores. Los circunstantes debieron en su fuero interno sobrecogerse y, seguramente, recordaron todos los episodios denunciados por la prensa no oficial de Ecuador, en torno a los insultos y amenazas judiciales que reciben, por el solo hecho de discrepar. Ergo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya no necesita visitar Ecuador para constatar el nivel de intolerancia que caracteriza al régimen y a muchos de sus altos funcionarios.
A mí me conmovió el rostro destemplado del Presidente Correa, captado en una fotografía mientras abandonaba la sala de sesiones de la Cumbre. Esa foto publicada en los medios ecuatorianos este domingo 30 de octubre -examínenla detenidamente- dice todo. Es el detalle que faltaba.
lunes, 31 de octubre de 2011
sábado, 29 de octubre de 2011
"Más indignados que los hijos del yugo..."
No me las pico de Juanita Vallejo, (por aquello de "la palabra correcta"). Pero se oyen tantos y tantos lugares comunes, incluso entre personas de mediana cultura y otras que hacen de voceros de la opinión pública -políticos incluidos- que no hay como pasarlos por alto.
Por ejemplo, eso de "hasta la victoria siempre" nada dice. Nació de una expresión de los guerrilleros castristas de la Sierra Maestra y entiendo que respondía a la apropiación/expropiación de alguna frase originaria de José Martí. (Les aseguro que el Prócer cubano habría sido en la Isla, el primer combatiente contra el régimen de más de 50 años de Fidel y sus amigos. Como entre nosotros, Alfaro lo hubiere sido de "la revolución ciudadana") Tanto nada dice, que cierto cómico argentino en uno de los programas de Tinelli, caricaturizó la mediocridad de Cristina Kirchner, transformando el saludo de marras en un glamoroso "hasta la Victoria Secret" con lo que ironizó magistralmente sobre las preferencias de marca de ropa interior de la señora. Después, aquí en Ecuador, Fabricio Correa usó la ironía para aludir al círculo según él "rosa", que rodea a su hermano el Presidente... Pero esa es otra historia.
A lo que quería referirme hoy es a esa frase tan repetida por algunitos que se creen "muy salsa", con el fin de expresar su indignación o la de otros: "estaba más indignado que los hijos del yugo..." Pretenden invocar así un verso del Himno Nacional -de los que no se cantan- y que dice "Indignados tus hijos del yugo que te impuso la ibérica audacia". Tus hijos, son los hijos de la Patria. No son los hijos del yugo. Y mal podían indignarse los hijos del yugo, por el yugo que ellos mismos nos imponían.
He escuchado a profesores universitarios, políticos de viejo y nuevo cuño, comentaristas de programas radiales, estudiantes y profesionales jóvenes, repetir la frase con la satisfacción de quien ha encontrado una verdad revelada. Y casi no he visto quien los corrija. Me pregunto, ¿será acaso porque hay muy pocos que saben que el Himno Nacional no está conformado únicamente por las estrofas que se cantan, sino que hay otras omitidas para no remover los enconos hacia "la ibérica audacia"? Esta última debe ser una pregunta obligada, ahora que se está celebrando el Día del Escudo Nacional como alternativa al día de las brujas, pues el Himno ha sido hecho para saludar con honores al Escudo y a la Bandera. Y obligada sobre todo a ministros, asambleístas, aspirantes a Magistrados de la Corte Nacional de Justicia, y toda esa maraña de funcionarios y burócratas que ahora nace como por generación espontánea, mientras se echa a médicos experimentados de hospitales públicos.
Lo del día de las brujas es otro lugar común digno de ser analizado incluso a la luz de los nuevos paradigmas de la revolución ciudadana y del socialismo del siglo XXI. Esa celebración sí puede provocar la indignada reacción de "los hijos del yugo"...
Por ejemplo, eso de "hasta la victoria siempre" nada dice. Nació de una expresión de los guerrilleros castristas de la Sierra Maestra y entiendo que respondía a la apropiación/expropiación de alguna frase originaria de José Martí. (Les aseguro que el Prócer cubano habría sido en la Isla, el primer combatiente contra el régimen de más de 50 años de Fidel y sus amigos. Como entre nosotros, Alfaro lo hubiere sido de "la revolución ciudadana") Tanto nada dice, que cierto cómico argentino en uno de los programas de Tinelli, caricaturizó la mediocridad de Cristina Kirchner, transformando el saludo de marras en un glamoroso "hasta la Victoria Secret" con lo que ironizó magistralmente sobre las preferencias de marca de ropa interior de la señora. Después, aquí en Ecuador, Fabricio Correa usó la ironía para aludir al círculo según él "rosa", que rodea a su hermano el Presidente... Pero esa es otra historia.
A lo que quería referirme hoy es a esa frase tan repetida por algunitos que se creen "muy salsa", con el fin de expresar su indignación o la de otros: "estaba más indignado que los hijos del yugo..." Pretenden invocar así un verso del Himno Nacional -de los que no se cantan- y que dice "Indignados tus hijos del yugo que te impuso la ibérica audacia". Tus hijos, son los hijos de la Patria. No son los hijos del yugo. Y mal podían indignarse los hijos del yugo, por el yugo que ellos mismos nos imponían.
He escuchado a profesores universitarios, políticos de viejo y nuevo cuño, comentaristas de programas radiales, estudiantes y profesionales jóvenes, repetir la frase con la satisfacción de quien ha encontrado una verdad revelada. Y casi no he visto quien los corrija. Me pregunto, ¿será acaso porque hay muy pocos que saben que el Himno Nacional no está conformado únicamente por las estrofas que se cantan, sino que hay otras omitidas para no remover los enconos hacia "la ibérica audacia"? Esta última debe ser una pregunta obligada, ahora que se está celebrando el Día del Escudo Nacional como alternativa al día de las brujas, pues el Himno ha sido hecho para saludar con honores al Escudo y a la Bandera. Y obligada sobre todo a ministros, asambleístas, aspirantes a Magistrados de la Corte Nacional de Justicia, y toda esa maraña de funcionarios y burócratas que ahora nace como por generación espontánea, mientras se echa a médicos experimentados de hospitales públicos.
Lo del día de las brujas es otro lugar común digno de ser analizado incluso a la luz de los nuevos paradigmas de la revolución ciudadana y del socialismo del siglo XXI. Esa celebración sí puede provocar la indignada reacción de "los hijos del yugo"...
sábado, 22 de octubre de 2011
Morir en su ley
El ajusticiamiento de Muhamar Gadafi constituyó un espectáculo mediático inédito, que no obstante su brutalidad, deja lecciones no solo para el mundo árabe y los gobiernos autocráticos de la región, sino -sobre todo- respecto a que el poder, pese a parecer eterno, (en el caso de Gadafi más de 40 años), en realidad es tan efímero como la vida misma. Ergo, los dictadores de allá y de más acá, deben entender que al final de cuentas más vale una vida bien vivida, utilizando el poder para unir y construir; antes que para dividir y destruir.
Y las imágenes del jueves dando cuenta de la captura de Gadafi, se esmeraban en contrastar los días de gloria del coronel mientras intocable, casi inalcanzable, gozaba del poder omnímodo que creó en Libia; versus los aciagos últimos momentos que le tocó vivir: vejado y humillado. Pero en honor a la verdad, el dictador libio tuvo el fin que él mismo había anunciado. Por lo menos tuvo el valor de enfrentar su destino, incluso asumiendo el costo de morir. Otros, que utilizaron el poder para matar y destruir, cuando les llega la hora prefieren la deshonra de la fuga, alegando que más vale salvar la vida dizque para enfrentar a sus enemigos, que encarar las consecuencias de sus actos. O como alguien dijo que prefieren "perder la vida a estar muertos" cuando lo único que hacen es suicidarse bajo las alas de un triunfalismo ineficaz.
No sé si Gadafi al final imploró clemencia, como señala una reseña de los dramáticos momentos después de su captura. Mas en los vídeos que he podido apreciar, se advierte que al natural desconcierto y desorientación que a cualquier ser humano le sobrevienen en circunstancias como las que éste pasaba, le supo agregar una actitud de dar la cara. Y eso es bastante; porque aunque parece que demora unos instantes hasta darse cuenta de lo que realmente le esperaba, los vídeos no lo muestran implorando de rodillas. Más bien se lo ve enérgico.
No soy admirador de Gadafi. En mi temprana juventud me llamó mucho la atención como líder de una revolución socialista, que depuso a un régimen monárquico a la edad de 29 años. Después, Gadaffi entró en una vorágine ideológica pretendiendo construir "su" socialismo; y quedó como el líder de una época en que los "no alineados" arrancaban coqueteos y suspiros a las dos superpotencias. Poco a poco el tiempo se encargó de espetarle su obsolescencia ideológica. No tuvo ciertamente, la habilidad de los Castro en Cuba, para pasarle la posta a un heredero, que los vacunara en vida de ser víctimas de un destape político primaveral... Y por eso prefirió morir en su ley.
No creo en la "primavera árabe". Creo que en esas tierras se está cocinando un problema mayor. Recomiendo leer a Huntington y su "Choque de civilizaciones". Así es que por ahora, lo único rescatable de la muerte de Gadafi está en reconocer que murió con las botas puestas... Murió en su ley.
Y las imágenes del jueves dando cuenta de la captura de Gadafi, se esmeraban en contrastar los días de gloria del coronel mientras intocable, casi inalcanzable, gozaba del poder omnímodo que creó en Libia; versus los aciagos últimos momentos que le tocó vivir: vejado y humillado. Pero en honor a la verdad, el dictador libio tuvo el fin que él mismo había anunciado. Por lo menos tuvo el valor de enfrentar su destino, incluso asumiendo el costo de morir. Otros, que utilizaron el poder para matar y destruir, cuando les llega la hora prefieren la deshonra de la fuga, alegando que más vale salvar la vida dizque para enfrentar a sus enemigos, que encarar las consecuencias de sus actos. O como alguien dijo que prefieren "perder la vida a estar muertos" cuando lo único que hacen es suicidarse bajo las alas de un triunfalismo ineficaz.
No sé si Gadafi al final imploró clemencia, como señala una reseña de los dramáticos momentos después de su captura. Mas en los vídeos que he podido apreciar, se advierte que al natural desconcierto y desorientación que a cualquier ser humano le sobrevienen en circunstancias como las que éste pasaba, le supo agregar una actitud de dar la cara. Y eso es bastante; porque aunque parece que demora unos instantes hasta darse cuenta de lo que realmente le esperaba, los vídeos no lo muestran implorando de rodillas. Más bien se lo ve enérgico.
No soy admirador de Gadafi. En mi temprana juventud me llamó mucho la atención como líder de una revolución socialista, que depuso a un régimen monárquico a la edad de 29 años. Después, Gadaffi entró en una vorágine ideológica pretendiendo construir "su" socialismo; y quedó como el líder de una época en que los "no alineados" arrancaban coqueteos y suspiros a las dos superpotencias. Poco a poco el tiempo se encargó de espetarle su obsolescencia ideológica. No tuvo ciertamente, la habilidad de los Castro en Cuba, para pasarle la posta a un heredero, que los vacunara en vida de ser víctimas de un destape político primaveral... Y por eso prefirió morir en su ley.
No creo en la "primavera árabe". Creo que en esas tierras se está cocinando un problema mayor. Recomiendo leer a Huntington y su "Choque de civilizaciones". Así es que por ahora, lo único rescatable de la muerte de Gadafi está en reconocer que murió con las botas puestas... Murió en su ley.
martes, 18 de octubre de 2011
Libertad de expresión vs. Negocios de comunicación
El Presidente Rafael Correa continuamente ha planteado que no se debe confundir entre negocios de comunicación y libertad de expresión. Cuando la comunicación es un negocio -sugiere- pierde su idoneidad para manejar información o hacer opinión, porque está contaminada por los intereses directos o indirectos de sus propietarios. Esto es un típico sofisma, que no es difícil desbaratar. Veamos:
En verdad los medios de comunicación son propiedad de empresas. Las empresas son sociedades de capital que se constituyen para producir un bien o un servicio, buscando obtener utilidades. En otros términos, conforman un negocio cuyo producto se llama información (impresa, de radio, televisión o de internet). Para elaborar ese producto, se requiere incurrir en determinados costos -adquirir papel y tinta; pagar por el uso de frecuencias y equipos para emisiones radiales o televisivas o a través del ciberespacio; contratar personal y satisfacer sus remuneraciones; sufragar gastos administrativos y financieros; etcétera, etcétera, etc.- que se recuperan con la venta de los servicios de publicidad y con otros ingresos, tanto los obtenidos del giro mismo del negocio, como los provenientes de inversiones que los dueños de la empresa deciden hacer para optimizar el rendimiento de sus capitales.
Entonces la comunicación es un negocio que está vinculado íntimamente con los de publicidad de toda índole, pero fundamentalmente comercial, aunque también hay la de tipo político. Si el negocio prospera, es porque el medio de comunicación que le permite operar, tiene acogida entre los consumidores y los anunciantes. Cuando esa acogida no existe, el negocio termina generalmente fracasando: quiebra. O es sustentado por el Estado. O es financiado mediante dinero sucio.
Es obvio que a los propietarios de un negocio de comunicación -cuando sus recursos no provienen del gobierno o de fuentes contaminadas- les interesa que éste prospere. Y el vehículo que les garantiza prosperidad, es el de ganarse la acogida de lectores y anunciantes, porque estos últimos no pautan en un diario, en una revista, en una radio, en un portal de internet o en un canal de televisión, si saben que muy pocos los leen, los escuchan o los ven... Pero si la circulación o sintonía del medio de comunicación alcanza altos niveles de rating o de lectoría, la empresa tiene garantizados sus ingresos, puede hacer utilidades, y en consecuencia mejorar sus instalaciones y equipamiento, contratar personal competente, utilizar tecnologías de avanzada y procurar la satisfacción de sus clientes (lectores y anunciantes).
¿Y cuál es el secreto para alcanzar esos altos niveles de raiting o de lectoría que permite a los medios generar utilidades? La respuesta es simple: la calidad de sus productos. En los medios de comunicación, esa calidad está determinada por su imparcialidad para elaborar y transmitir información, así como por su programación para el caso de las radiodifusoras y televisoras. El público advierte cuando existe un medio que no informa ni con independencia, ni objetividad ni veracidad; incluso cuando apela a distorsiones para presentar hechos. Y entonces lo sanciona sin apelaciones: deja de leerlo, de escucharlo o de verlo. Eso es todo.
Si en aras de la libertad de expresión los medios no fueren manejados por empresas privadas que busquen obtener y maximizar sus ingresos, especialmente aquellos que se originan en la venta de publicidad, sería imposible que subsistieran. Simplemente no serían negocio. Esto no ocurre -claro está- cuando se trata de medios sostenidos por el Estado. O sea con los llamados "medios públicos". Pero en este caso la noticia, la opinión o el simple enfoque de un hecho, tiene que sujetarse a las disposiciones que den quienes administren al Estado. O sea el gobierno. Así ocurre en Cuba. Así ocurría en los ahora derrotados regímenes socialistas de Europa. Y también ha ocurrido en dictaduras latinoamericanas. La dicotomía entre negocios de comunicación y libertad de expresión se resuelve verticalmente: solo se publica la "verdad oficial". Todo lo demás no cuenta, porque para entonces se habrá consolidado un régimen totalitario, en el que las discrepancias son penadas -juicios sumarísimos de por medio- con cárcel y multa.
Y verdaderamente en ese momento, ya no habrá confusión entre libertad de expresión y negocios de comunicación. Porque los únicos negocios que logren coexistir con el régimen, serán los que se hagan desde el Estado para enriquecer a los gobernantes de turno. Tampoco habrá libertad de expresión para por lo menos maravillarse por la bonanza de los nuevos ricos, porque todo estará simplemente confundido...
En verdad los medios de comunicación son propiedad de empresas. Las empresas son sociedades de capital que se constituyen para producir un bien o un servicio, buscando obtener utilidades. En otros términos, conforman un negocio cuyo producto se llama información (impresa, de radio, televisión o de internet). Para elaborar ese producto, se requiere incurrir en determinados costos -adquirir papel y tinta; pagar por el uso de frecuencias y equipos para emisiones radiales o televisivas o a través del ciberespacio; contratar personal y satisfacer sus remuneraciones; sufragar gastos administrativos y financieros; etcétera, etcétera, etc.- que se recuperan con la venta de los servicios de publicidad y con otros ingresos, tanto los obtenidos del giro mismo del negocio, como los provenientes de inversiones que los dueños de la empresa deciden hacer para optimizar el rendimiento de sus capitales.
Entonces la comunicación es un negocio que está vinculado íntimamente con los de publicidad de toda índole, pero fundamentalmente comercial, aunque también hay la de tipo político. Si el negocio prospera, es porque el medio de comunicación que le permite operar, tiene acogida entre los consumidores y los anunciantes. Cuando esa acogida no existe, el negocio termina generalmente fracasando: quiebra. O es sustentado por el Estado. O es financiado mediante dinero sucio.
Es obvio que a los propietarios de un negocio de comunicación -cuando sus recursos no provienen del gobierno o de fuentes contaminadas- les interesa que éste prospere. Y el vehículo que les garantiza prosperidad, es el de ganarse la acogida de lectores y anunciantes, porque estos últimos no pautan en un diario, en una revista, en una radio, en un portal de internet o en un canal de televisión, si saben que muy pocos los leen, los escuchan o los ven... Pero si la circulación o sintonía del medio de comunicación alcanza altos niveles de rating o de lectoría, la empresa tiene garantizados sus ingresos, puede hacer utilidades, y en consecuencia mejorar sus instalaciones y equipamiento, contratar personal competente, utilizar tecnologías de avanzada y procurar la satisfacción de sus clientes (lectores y anunciantes).
¿Y cuál es el secreto para alcanzar esos altos niveles de raiting o de lectoría que permite a los medios generar utilidades? La respuesta es simple: la calidad de sus productos. En los medios de comunicación, esa calidad está determinada por su imparcialidad para elaborar y transmitir información, así como por su programación para el caso de las radiodifusoras y televisoras. El público advierte cuando existe un medio que no informa ni con independencia, ni objetividad ni veracidad; incluso cuando apela a distorsiones para presentar hechos. Y entonces lo sanciona sin apelaciones: deja de leerlo, de escucharlo o de verlo. Eso es todo.
Si en aras de la libertad de expresión los medios no fueren manejados por empresas privadas que busquen obtener y maximizar sus ingresos, especialmente aquellos que se originan en la venta de publicidad, sería imposible que subsistieran. Simplemente no serían negocio. Esto no ocurre -claro está- cuando se trata de medios sostenidos por el Estado. O sea con los llamados "medios públicos". Pero en este caso la noticia, la opinión o el simple enfoque de un hecho, tiene que sujetarse a las disposiciones que den quienes administren al Estado. O sea el gobierno. Así ocurre en Cuba. Así ocurría en los ahora derrotados regímenes socialistas de Europa. Y también ha ocurrido en dictaduras latinoamericanas. La dicotomía entre negocios de comunicación y libertad de expresión se resuelve verticalmente: solo se publica la "verdad oficial". Todo lo demás no cuenta, porque para entonces se habrá consolidado un régimen totalitario, en el que las discrepancias son penadas -juicios sumarísimos de por medio- con cárcel y multa.
Y verdaderamente en ese momento, ya no habrá confusión entre libertad de expresión y negocios de comunicación. Porque los únicos negocios que logren coexistir con el régimen, serán los que se hagan desde el Estado para enriquecer a los gobernantes de turno. Tampoco habrá libertad de expresión para por lo menos maravillarse por la bonanza de los nuevos ricos, porque todo estará simplemente confundido...
sábado, 15 de octubre de 2011
La Revolución Ciudadana: ¿Estatua de sal?
Una de las interpretaciones aleccionadoras sobre el episodio bíblico de la mujer de Lot convertida en estatua de sal, es que al pasado hay que superarlo.
Y superarlo no quiere decir relegarlo al olvido, sino todo lo contrario: extraer lecciones de los acontecimientos para corregir lo que se tenga que corregir y perseverar en lo que se deba perseverar. Ergo, mirar al pasado así sea únicamente con el fin de observar con natural y humana curiosidad los efectos de un terrible castigo, termina convirtiendo a quien lo hace, en estatua de sal...
Y en eso se está convirtiendo el gobierno de la Revolución Ciudadana: en una estatua de sal.
Me explico: Por mirar al 30-S para construir el mito de "su lucha revolucionaria", el Presidente Rafael Correa Delgado ha transmutado todos los referentes de su gestión gubernamental a una falsa simbología del 30-S. De pronto un "chapazo", es decir una actitud de insubordinación pura y simple de la tropa policial acantonada en el Regimiento Quito, con la probable anuencia de cierta oficialidad, (anuencia quizá por acción y/u omisión, valga la pena precisar), ha pasado a convertirse en el alfa y omega de la verdad también pura y simple.
Entonces todos los ejes de la gestión pública, del discurso oficial, del alineamiento de las fuerzas políticas, de la acción de los grupos sociales, de la actividad parlamentaria de legislar y fiscalizar, e incluso de las relaciones internacionales, pasan por un solo punto: la interpretación de los hechos del 30-S. Si se acepta la visión del régimen y de su líder, todos quienes así proceden son patriotas y honrados; si no se acepta o por lo menos se deja un ligero margen para la duda, todos quienes así proceden son antipatriotas y corruptos, la prensa no oficialista incluida.
Es cierto que el país avanza. Se construyen carreteras y puentes de hormigón, aeropuertos de capacidad mediana; y hasta se haría obra pública "por compasión" en las capitales de provincia, según los conceptos de telenovela de la Ministra Duarte; pero todos esos avances quedan supeditados al cada vez más tenebroso recuerdo del 30-S. Tanto lo es, que hoy, precisamente hoy en su cadena sabatina, el Presidente Correa ha revelado que tiene en sus manos un video de más de una hora de duración, de cuyo examen se advertiría incontestablemente que en la noche de su rescate del Hospital de la Policía actuaron francotiradores con el fin de asesinarlo. Pero ha pasado un año y 15 días de esos hechos. Y por lo visto, a pesar de todos los juicios incoados, hasta ahora no se termina de revelar la totalidad de testimonios en que se basaría la teoría del magnicidio.
¿Pasará el gobierno otro año machacando y machacando con lo del 30-S, "el día en que triunfó la democracia"? Me aventuro a creer que sí, porque lo que quiere el régimen y sus "hacedores de imagen & comunicación" es sacarle rédito electoral a lo que comenzó como un acto de indisciplina, que luego se desbordó en una insubordinación -porque se perdió el mando en la Policía, desde cuando el mismísimo Presidente de la República concurrió al cuartel y se expuso a la acción frenética de los insurrectos- que terminó con un rescate televisado que todo el país consternado miró incrédulo. Lo que quieren los publicistas de Correa es tener su propia "playa Girón", al igual que Chávez la obtuvo con el fallido golpe que más bien lo afianzó en el poder de Venezuela.
Pero el 30-S ya es pasado. Detenerse a contemplar los fulgores de las balas disparadas desde y hacia el hospital de la Policía con su secuela de muertos y heridos, es convertirse en la mujer de Lot. Detenerse a buscar sanciones a guisa de impedir la impunidad, y pretender que el país entero se distraiga de resolver las urgencias que tiene que resolver -una de ellas la inseguridad pública- es condenar a los ecuatorianos (y a las ecuatorianas, para hablar en la jerga del socialismo del siglo XXI) en estatuas de sal.
¿Usted lo aceptará?
Y superarlo no quiere decir relegarlo al olvido, sino todo lo contrario: extraer lecciones de los acontecimientos para corregir lo que se tenga que corregir y perseverar en lo que se deba perseverar. Ergo, mirar al pasado así sea únicamente con el fin de observar con natural y humana curiosidad los efectos de un terrible castigo, termina convirtiendo a quien lo hace, en estatua de sal...
Y en eso se está convirtiendo el gobierno de la Revolución Ciudadana: en una estatua de sal.
Me explico: Por mirar al 30-S para construir el mito de "su lucha revolucionaria", el Presidente Rafael Correa Delgado ha transmutado todos los referentes de su gestión gubernamental a una falsa simbología del 30-S. De pronto un "chapazo", es decir una actitud de insubordinación pura y simple de la tropa policial acantonada en el Regimiento Quito, con la probable anuencia de cierta oficialidad, (anuencia quizá por acción y/u omisión, valga la pena precisar), ha pasado a convertirse en el alfa y omega de la verdad también pura y simple.
Entonces todos los ejes de la gestión pública, del discurso oficial, del alineamiento de las fuerzas políticas, de la acción de los grupos sociales, de la actividad parlamentaria de legislar y fiscalizar, e incluso de las relaciones internacionales, pasan por un solo punto: la interpretación de los hechos del 30-S. Si se acepta la visión del régimen y de su líder, todos quienes así proceden son patriotas y honrados; si no se acepta o por lo menos se deja un ligero margen para la duda, todos quienes así proceden son antipatriotas y corruptos, la prensa no oficialista incluida.
Es cierto que el país avanza. Se construyen carreteras y puentes de hormigón, aeropuertos de capacidad mediana; y hasta se haría obra pública "por compasión" en las capitales de provincia, según los conceptos de telenovela de la Ministra Duarte; pero todos esos avances quedan supeditados al cada vez más tenebroso recuerdo del 30-S. Tanto lo es, que hoy, precisamente hoy en su cadena sabatina, el Presidente Correa ha revelado que tiene en sus manos un video de más de una hora de duración, de cuyo examen se advertiría incontestablemente que en la noche de su rescate del Hospital de la Policía actuaron francotiradores con el fin de asesinarlo. Pero ha pasado un año y 15 días de esos hechos. Y por lo visto, a pesar de todos los juicios incoados, hasta ahora no se termina de revelar la totalidad de testimonios en que se basaría la teoría del magnicidio.
¿Pasará el gobierno otro año machacando y machacando con lo del 30-S, "el día en que triunfó la democracia"? Me aventuro a creer que sí, porque lo que quiere el régimen y sus "hacedores de imagen & comunicación" es sacarle rédito electoral a lo que comenzó como un acto de indisciplina, que luego se desbordó en una insubordinación -porque se perdió el mando en la Policía, desde cuando el mismísimo Presidente de la República concurrió al cuartel y se expuso a la acción frenética de los insurrectos- que terminó con un rescate televisado que todo el país consternado miró incrédulo. Lo que quieren los publicistas de Correa es tener su propia "playa Girón", al igual que Chávez la obtuvo con el fallido golpe que más bien lo afianzó en el poder de Venezuela.
Pero el 30-S ya es pasado. Detenerse a contemplar los fulgores de las balas disparadas desde y hacia el hospital de la Policía con su secuela de muertos y heridos, es convertirse en la mujer de Lot. Detenerse a buscar sanciones a guisa de impedir la impunidad, y pretender que el país entero se distraiga de resolver las urgencias que tiene que resolver -una de ellas la inseguridad pública- es condenar a los ecuatorianos (y a las ecuatorianas, para hablar en la jerga del socialismo del siglo XXI) en estatuas de sal.
¿Usted lo aceptará?
sábado, 8 de octubre de 2011
¿Hacia dónde va Ecuador?
Esta es una pregunta que debemos formular a diario. La debemos hacer a nosotros mismos, a nuestros familiares, a nuestros vecinos, a nuestros compañeros de trabajo. No hay, obviamente, una sola respuesta. Pero intentaré dedicar este blog a ensayar una, que pueda servir por lo menos para reflexionar sobre la importancia de la pregunta y lo crucial que resulta contestarla.
Según la verdad oficial estamos en una "revolución". Y eso equivale a señalar que nada -ni siquiera la legalidad- puede obstaculizar los objetivos del proceso "revolucionario". Ya vamos a completar 5 años en este trance. Y lo que hasta ahora hemos logrado como sociedad es una polarización en todos los ámbitos: pobres contra ricos; ciudades contra ciudades, (la última edición de esto es la que se está cocinando para enfrentar a propósito del aeropuerto, a Portoviejo contra Manta; igual que antes se hizo con Salinas respecto a Guayaquil; igual a lo que se hará pronto, de poner a Milagro contra Guayaquil... Ya lo verán); profesores contra profesores; prensa "buena" (o sea oficialista) versus prensa "mala" (o sea independiente); políticos patriotas (es decir los gobiernistas y sus ocasionales aliados) contra los "corruptos" de la partidocracia, (los que no tienen el visto bueno del régimen); católicos "respetables" contra católicos "derechistas". Y así podría citar multitud de hechos y circunstancias para evidenciar que la "revolución" ha colocado a la sociedad ecuatoriana en un camino de escisión casi irreversible, que ojalá no termine en una violenta fractura de todo el cuerpo social.
Pero nunca como antes es más notorio hoy, que si algo necesitamos los ecuatorianos es de unión para buscar un camino que nos conduzca de manera directa a superar la pobreza. La pobreza sigue siendo -a despecho de las estadísticas del gobierno- el flagelo que con mayor dureza ataca a la población. Yo he visto en estos últimos días gente que antes era de clase media, con cierta capacidad para emprender y generar ingresos que le permitían una vida más o menos holgada pero no opulenta, empobrecida porque perdieron el empleo, o porque se les ha dificultado hasta obtener recursos "taxeando", o porque aun siendo profesionales, no logran un trabajo... Y lo que en contraste ve esta gente, es el descaro con que muchos nuevos ricos pasean su condición de dirigentes sociales, de funcionarios públicos, de legisladores, de políticos oportunistas. Entonces la frustración y la rabia se juntan y deviene mala consejera para obtener recursos fácilmente, sin importarles si para eso incluso es menester asaltar o matar.
Responder la pregunta de hacia dónde va Ecuador tiene por ahora un derrotero: el país va hacia la disolución si consentimos en que hay que quitarle a otros lo que legítimamente han creado como riqueza, para repartirla gratuitamente entre los demás. Y detrás de esa pretensión -que se presenta bajo la fachada de ser redistributiva, de corregir la injusticia de que mientras unos pocos tienen mucho, la mayoría nada- hay oculto un fin perverso: igualar la sociedad hacia abajo, partiendo del supuesto de que mientras todos estemos jodidos, no tendremos nada que envidiarnos y por lo tanto todos seremos felices. O sea, no solo la patria ya será de todos, sino la felicidad que según ellos, solo la pobreza permite disfrutar.
Según la verdad oficial estamos en una "revolución". Y eso equivale a señalar que nada -ni siquiera la legalidad- puede obstaculizar los objetivos del proceso "revolucionario". Ya vamos a completar 5 años en este trance. Y lo que hasta ahora hemos logrado como sociedad es una polarización en todos los ámbitos: pobres contra ricos; ciudades contra ciudades, (la última edición de esto es la que se está cocinando para enfrentar a propósito del aeropuerto, a Portoviejo contra Manta; igual que antes se hizo con Salinas respecto a Guayaquil; igual a lo que se hará pronto, de poner a Milagro contra Guayaquil... Ya lo verán); profesores contra profesores; prensa "buena" (o sea oficialista) versus prensa "mala" (o sea independiente); políticos patriotas (es decir los gobiernistas y sus ocasionales aliados) contra los "corruptos" de la partidocracia, (los que no tienen el visto bueno del régimen); católicos "respetables" contra católicos "derechistas". Y así podría citar multitud de hechos y circunstancias para evidenciar que la "revolución" ha colocado a la sociedad ecuatoriana en un camino de escisión casi irreversible, que ojalá no termine en una violenta fractura de todo el cuerpo social.
Pero nunca como antes es más notorio hoy, que si algo necesitamos los ecuatorianos es de unión para buscar un camino que nos conduzca de manera directa a superar la pobreza. La pobreza sigue siendo -a despecho de las estadísticas del gobierno- el flagelo que con mayor dureza ataca a la población. Yo he visto en estos últimos días gente que antes era de clase media, con cierta capacidad para emprender y generar ingresos que le permitían una vida más o menos holgada pero no opulenta, empobrecida porque perdieron el empleo, o porque se les ha dificultado hasta obtener recursos "taxeando", o porque aun siendo profesionales, no logran un trabajo... Y lo que en contraste ve esta gente, es el descaro con que muchos nuevos ricos pasean su condición de dirigentes sociales, de funcionarios públicos, de legisladores, de políticos oportunistas. Entonces la frustración y la rabia se juntan y deviene mala consejera para obtener recursos fácilmente, sin importarles si para eso incluso es menester asaltar o matar.
Responder la pregunta de hacia dónde va Ecuador tiene por ahora un derrotero: el país va hacia la disolución si consentimos en que hay que quitarle a otros lo que legítimamente han creado como riqueza, para repartirla gratuitamente entre los demás. Y detrás de esa pretensión -que se presenta bajo la fachada de ser redistributiva, de corregir la injusticia de que mientras unos pocos tienen mucho, la mayoría nada- hay oculto un fin perverso: igualar la sociedad hacia abajo, partiendo del supuesto de que mientras todos estemos jodidos, no tendremos nada que envidiarnos y por lo tanto todos seremos felices. O sea, no solo la patria ya será de todos, sino la felicidad que según ellos, solo la pobreza permite disfrutar.
sábado, 1 de octubre de 2011
Correa y la democracia...
"Cuando la tiranía llega a establecerse dentro de una nación pequeña, es en ella más incómoda que en ninguna otra parte, porque al actuar en un círculo más restringido se extiende a todo ese círculo. Al no poder aferrarse a ningún gran objetivo, se ocupa de una multitud de pequeños. Se muestra a la vez violenta y vejatoria. Desde el mundo político, que es hablando con propiedad su dominio, invade la vida privada. Después de los actos aspira a regir los gustos; después de gobernar al Estado quiere gobernar a las familias"
El párrafo pertenece a Alexis de Tocqueville, (La democracia en América). Y lo recordé hoy, mientras escuchaba a Correa amenazar a un funcionario de la embajada de los Estados Unidos y al Colegio Americano de Quito, porque dizque ayer suspendieron las clases, por temor a que se presenten disturbios a causa de la conmemoración del 30S. Todo un presidente de la República, preocupado de algo que su ministro de educación lo puede resolver. Pero en lo de fondo, su actitud obedece a lo que Tocqueville advirtió hace 170 años: está invadiendo la vida privada de los ecuatorianos. Quiere también gobernar a las familias.
No voy a decir que Correa es tirano. Pero diré que está construyendo paso a paso, una tiranía. La prensa libre es su mayor obstáculo. Y por eso ahora ya la culpa -sin rubor, ni temor a que lo señalen como mitómano- de ser la verdadera causante de la insurrección policial. Insurrección a la que su mente le ha dado el nivel de Golpe de Estado. Eso fue un chapazo. Eso no fue golpe. Es que nadie oculta que los pobres pacos, sin dirección política, sin mando que los oriente, cayeron en los excesos que se expresaron en agresiones, como las presentadas en la cadenas de televisión por el régimen. Pero eso es episódico. Eso no es un golpe de Estado. Pinochet se quedaría verde de las iras, si un golpe de estado es comparado con un chapazo como el del 30S.
Y culpar a la prensa de ese acto, es como si en un partido de fútbol, cuando se desbordan las barras se quisiera achacar ese desborde, al hecho de que la prensa deportiva informe sobre el evento, entreviste a los protagonistas, opine sobre las fortalezas de los adversarios. Correa quiere tener un acto determinante para marcar la raya y poner él, por su propia iniciativa, a sus amigos de un lado, y a los que quiere perseguir del otro. Y los quiere perseguir para consolidar su proyecto hegemónico (que eso es la tiranía, en tiempos modernos). Y los quiere perseguir porque no tolerará que nadie interfiera en su proyecto de regir los gustos, de calificar con absolutismo lo bueno y lo malo de la sociedad, de dar favores a quienes él los considere digno de recibirlos. En fin, para actuar dentro de los protocolos que los tiranos inventaron, desde la antigüedad.
En Ecuador la democracia se ha ido convirtiendo poco a poco en una farsa más o menos ajustada a un solo actor: el Presidente de la República. Porque Correa no es demócrata. Correa es Correa. Correa se pasa ocupando de una multitud de pequeños objetivos: por eso va a los hospitales y reprende a sus ministros; por eso va al Registro Civil y reprende a los funcionarios a cargo; por eso se detiene en cada fonda del camino a probar los guisos y se mete a la cocina; por eso le mete las manos a la justicia, muerto del gusto; por eso etcétera de pequeños detalles enmascarados en un aparente gran objetivo: hacer una revolución. Para esa revolución Correa es el amo y señor de un país llamado Ecuador. Y punto.
El párrafo pertenece a Alexis de Tocqueville, (La democracia en América). Y lo recordé hoy, mientras escuchaba a Correa amenazar a un funcionario de la embajada de los Estados Unidos y al Colegio Americano de Quito, porque dizque ayer suspendieron las clases, por temor a que se presenten disturbios a causa de la conmemoración del 30S. Todo un presidente de la República, preocupado de algo que su ministro de educación lo puede resolver. Pero en lo de fondo, su actitud obedece a lo que Tocqueville advirtió hace 170 años: está invadiendo la vida privada de los ecuatorianos. Quiere también gobernar a las familias.
No voy a decir que Correa es tirano. Pero diré que está construyendo paso a paso, una tiranía. La prensa libre es su mayor obstáculo. Y por eso ahora ya la culpa -sin rubor, ni temor a que lo señalen como mitómano- de ser la verdadera causante de la insurrección policial. Insurrección a la que su mente le ha dado el nivel de Golpe de Estado. Eso fue un chapazo. Eso no fue golpe. Es que nadie oculta que los pobres pacos, sin dirección política, sin mando que los oriente, cayeron en los excesos que se expresaron en agresiones, como las presentadas en la cadenas de televisión por el régimen. Pero eso es episódico. Eso no es un golpe de Estado. Pinochet se quedaría verde de las iras, si un golpe de estado es comparado con un chapazo como el del 30S.
Y culpar a la prensa de ese acto, es como si en un partido de fútbol, cuando se desbordan las barras se quisiera achacar ese desborde, al hecho de que la prensa deportiva informe sobre el evento, entreviste a los protagonistas, opine sobre las fortalezas de los adversarios. Correa quiere tener un acto determinante para marcar la raya y poner él, por su propia iniciativa, a sus amigos de un lado, y a los que quiere perseguir del otro. Y los quiere perseguir para consolidar su proyecto hegemónico (que eso es la tiranía, en tiempos modernos). Y los quiere perseguir porque no tolerará que nadie interfiera en su proyecto de regir los gustos, de calificar con absolutismo lo bueno y lo malo de la sociedad, de dar favores a quienes él los considere digno de recibirlos. En fin, para actuar dentro de los protocolos que los tiranos inventaron, desde la antigüedad.
En Ecuador la democracia se ha ido convirtiendo poco a poco en una farsa más o menos ajustada a un solo actor: el Presidente de la República. Porque Correa no es demócrata. Correa es Correa. Correa se pasa ocupando de una multitud de pequeños objetivos: por eso va a los hospitales y reprende a sus ministros; por eso va al Registro Civil y reprende a los funcionarios a cargo; por eso se detiene en cada fonda del camino a probar los guisos y se mete a la cocina; por eso le mete las manos a la justicia, muerto del gusto; por eso etcétera de pequeños detalles enmascarados en un aparente gran objetivo: hacer una revolución. Para esa revolución Correa es el amo y señor de un país llamado Ecuador. Y punto.
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