La fracción gobiernista de Alfaro Vive Carajo... (AVC), acaba de entregar la espada de "El Viejo Luchador" -y la de Pedro J. Montero- al régimen de la Revolución Ciudadana. Según nota de Expreso, la entrega ha sido realizada previamente a través de Rosa Mireya Cárdenas, ex militante de AVC y ahora titular de la Secretaría de Pueblos. Hoy, en su enlace radial, el Presidente Correa se ha referido a esas espadas como símbolo de la Revolución Alfarista, de la cual su gobierno se ha declarado legatario.
Pero al margen de los alcances simbólicos que la entrega-recepción de esas espadas tienen, cabe recordar que la propiedad de AVC sobre ellas no es legítima: las espadas fueron robadas del Museo Municipal el 11 de agosto de 1983, como anuncio de la "lucha armada" que ese grupo preconizaba. O sea, AVC no es el propietario legítimo de las espadas. Ergo, mal puede donarlas.
Es como si una persona se robare algo en un asalto, y luego lo done a otra persona autocalificándose por ese hecho, de adoptar una actitud patriótica. Y si quien recibe la donaciòn representa a la máxima magistratura del Estado, el asunto es gravísimo, porque comporta simplemente que el Estado da aval a un acto delictivo y acepta que sus autores son patriotas... Ni más ni menos.
La desmesura de Rafael Correa parece rebasar lo eufórico para entrar en el campo de la patología. Porque está bien que odie a los neo liberales -aunque fue funcionario del gobierno de Febres-Cordero al parecer apadrinado por Alberto Dahik-; está bien que cante "hasta siempre Comandante" homenajeando al Ché Guevara; está bien que se declare revolucionario desde el poder; está bien todo lo que hace para demostrar su carácter de revolucionario y de dirigente de una revolución. Pero cohonestar desde la Presidencia de la República un acto que más allá de su simbolismo implicó consumar un delito, es irrespetar la majestad del poder que él mismo tantas veces ha dicho que quiere hacer respetar.
¿Cómo puede Rafael Correa Delgado, exigir que se respete su majestad como Presidente de la República, cuando él acepta que se le done el producto de un robo? ¿Exijirá que se investigue a los autores del robo de bienes públicos -pues que eso son las espadas del cuento- que estaban en el Museo Municipal de Guayaquil? ¿Devolverá lo robado a su legítimo dueño, que con toda seguridad es el Municipio de Guayaquil? ¿Intentará el Municipio de Guayaquil hacer valer sus derechos como propietario de las espadas, para recuperarlas?
Solo la desmesura del poder que afecta a Correa le ha empujado a cometer un acto que tiene los claros perfiles de incitación al delito, cuando no de autoría coadyuvante...
sábado, 28 de enero de 2012
domingo, 22 de enero de 2012
"... obsesionados con pendejadas"
Enrique Ayala, el socialista imbabureño residente en Quito -el mismo al que Jaime Nebot etiquetó de cojudo por sus humos de fumador de tabaco inglés en pipa- ha declarado para El Comercio de Quito (2012-01-22, pág. 4), que "no va a pasar" el intento del gobierno de cambiar el parte de defunción de Eloy Alfaro con el fin de consignar (100 año después) que fue asesinado por la oligarquía, la derecha y la prensa corrupta. Y sin ocultar su enojo, ha reconvenido a los periodistas que le hicieron la entrevista diciéndoles: "Vea, ustedes están obsesionados con pendejadas. ¡Están cayendo en la agenda de Correa, por Dios!"
Pero Ayala, historiador y rector de una universidad capitalina, no disimula su odio ancestral contra Guayaquil y los guayaquileños, para atribuirles haber nombrado dictador a Alfaro el 5 de junio de 1895; y de rebote, ser responsables de su asesinato... "Alfaro nunca fue simpático para la oligarquía. Pero era un gran líder militar y un político muy popular y por eso tuvieron que ponerlo en el poder y aguantarlo durante 17 años", asegura en una parte de su entrevista. Lástima por el historiador socialista. Ésa es la historia que él quiere escribir (y que la han escrito los historiadores quiteños, invariablemente) no obstante ser ajena a la realidad de los sucesos.
Los hechos son muy simples: el alfarismo machetero por si solo, no podía ganar nada. No dejaba de ser un movimiento "foquista" que respondía a los intereses de grupos sociales que se inscribían en la lucha entre posturas clericales y anticlericales, al igual de lo que ocurría en Colombia, pero con la gran diferencia de que en Ecuador no contaba con una base social amplia, articulada en un modelo de desarrollo económico estructurado sobre las bases del liberalismo.
El liberalismo romántico -por así decirlo- de Montalvo, Moncayo y otros pensadores, no calaba en la guerrilla alfarista. Y recién tuvo cabida al momento en que el fracaso de los gobiernos progresistas terminó precipitado por el episodio de la "venta de la bandera".
En ese instante, precisamente en ese instante, se necesitaba una propuesta de modelo económico. Y ese modelo era vital para enfrentar el advenimiento del siglo XX. Alfaro fue consciente de que ahí estaba la viabilidad de su lucha y aprovechó el momento para romper algunos esquemas de la estructura socio económica dominante, especialmente para construir un Estado laico. Por lo tanto, no fue que la oligarquía -como sostiene Ayala- lo utilizó, sino que la coyuntura política y popular vigente en Guayaquil, lo hizo jefe de la Revolución Liberal de 1895. Tan verdad es lo que digo, que el mismo Alfaro al concluir su primer período presidencial en 1901, decidió vivir en Guayaquil.
Alfaro estuvo vigente en la conducción del Estado por 17 años, para bien o para mal. Pero el liberalismo como doctrina no se consolidó. Más bien se fraccionó entre el placismo (los seguidores de Plaza Gutiérrez) y los leales a Alfaro. Estos últimos también se escindieron, en facciones dirigidas por Medardo y Flavio Alfaro, que no siempre obedecían las órdenes de Don Eloy.
En este ambiente abiertamente faccioso, donde se perseguía a periodistas, (el caso de León Vivar, reconocido por el mismo Ayala, es uno de los tantos que ocurrieron) y se vituperaba a los adversarios; donde la democracia era desafiada con el fraude electoral para no perder con papelitos lo que se había ganado a balazos; y donde el ejercicio de la intriga era usado como medio para resolver las crisis del poder (verbigracia la destitución de Leonidas García y las presiones a Emilio Estrada Carmona para que renuncie a la presidencia sin asumirla); ese ambiente faccioso, sostengo, fue el combustible que alimentó la Hoguera Bárbara...
Ayala no se quiere apartar de la visión de los historiadores quiteños, que calificaron -casi sin excepciones- a Alfaro de "indio analfabeto"; y que disimularon sus viejos resentimientos cobijados en las barbas de Plaza Gutiérrez. Fueron esos mismos historiadores que a guisa de intelectuales, apoyaron el golpe de estado de 1925 -que denominaron "Revolución Juliana"- y cuyo objetivo fundamental fue arrebatarle a la Ciudad su característico espíritu de generador de riqueza y progreso. A ese espíritu lo han llamado desde entonces "modelo primario exportador" manejado por la burguesía agroexportadora de los señores del cacao...
Son esos mismos historiadores que hoy hacen la vista gorda frente a lo que con benevolencia califican como "excesos" de la Revolución Ciudadana, aplaudiendo bajo la mesa que se quiebre a El Universo, por ser el mayor medio de prensa del Ecuador; como aplaudieron que a pretexto de la crisis bancaria, se arrasara a principios del siglo XXI con la banca guayaquileña dominada, según ellos, por "banqueros corruptos"...
Alfaro es un personaje de la Historia. Pero era un hombre de carne y hueso. Con virtudes y defectos. Su asesinato es repudiable. Y sin embargo, no hay que construir un mito ahí donde no existe, ni siquiera a pretexto de rectificar la historia.
Pero Ayala, historiador y rector de una universidad capitalina, no disimula su odio ancestral contra Guayaquil y los guayaquileños, para atribuirles haber nombrado dictador a Alfaro el 5 de junio de 1895; y de rebote, ser responsables de su asesinato... "Alfaro nunca fue simpático para la oligarquía. Pero era un gran líder militar y un político muy popular y por eso tuvieron que ponerlo en el poder y aguantarlo durante 17 años", asegura en una parte de su entrevista. Lástima por el historiador socialista. Ésa es la historia que él quiere escribir (y que la han escrito los historiadores quiteños, invariablemente) no obstante ser ajena a la realidad de los sucesos.
Los hechos son muy simples: el alfarismo machetero por si solo, no podía ganar nada. No dejaba de ser un movimiento "foquista" que respondía a los intereses de grupos sociales que se inscribían en la lucha entre posturas clericales y anticlericales, al igual de lo que ocurría en Colombia, pero con la gran diferencia de que en Ecuador no contaba con una base social amplia, articulada en un modelo de desarrollo económico estructurado sobre las bases del liberalismo.
El liberalismo romántico -por así decirlo- de Montalvo, Moncayo y otros pensadores, no calaba en la guerrilla alfarista. Y recién tuvo cabida al momento en que el fracaso de los gobiernos progresistas terminó precipitado por el episodio de la "venta de la bandera".
En ese instante, precisamente en ese instante, se necesitaba una propuesta de modelo económico. Y ese modelo era vital para enfrentar el advenimiento del siglo XX. Alfaro fue consciente de que ahí estaba la viabilidad de su lucha y aprovechó el momento para romper algunos esquemas de la estructura socio económica dominante, especialmente para construir un Estado laico. Por lo tanto, no fue que la oligarquía -como sostiene Ayala- lo utilizó, sino que la coyuntura política y popular vigente en Guayaquil, lo hizo jefe de la Revolución Liberal de 1895. Tan verdad es lo que digo, que el mismo Alfaro al concluir su primer período presidencial en 1901, decidió vivir en Guayaquil.
Alfaro estuvo vigente en la conducción del Estado por 17 años, para bien o para mal. Pero el liberalismo como doctrina no se consolidó. Más bien se fraccionó entre el placismo (los seguidores de Plaza Gutiérrez) y los leales a Alfaro. Estos últimos también se escindieron, en facciones dirigidas por Medardo y Flavio Alfaro, que no siempre obedecían las órdenes de Don Eloy.
En este ambiente abiertamente faccioso, donde se perseguía a periodistas, (el caso de León Vivar, reconocido por el mismo Ayala, es uno de los tantos que ocurrieron) y se vituperaba a los adversarios; donde la democracia era desafiada con el fraude electoral para no perder con papelitos lo que se había ganado a balazos; y donde el ejercicio de la intriga era usado como medio para resolver las crisis del poder (verbigracia la destitución de Leonidas García y las presiones a Emilio Estrada Carmona para que renuncie a la presidencia sin asumirla); ese ambiente faccioso, sostengo, fue el combustible que alimentó la Hoguera Bárbara...
Ayala no se quiere apartar de la visión de los historiadores quiteños, que calificaron -casi sin excepciones- a Alfaro de "indio analfabeto"; y que disimularon sus viejos resentimientos cobijados en las barbas de Plaza Gutiérrez. Fueron esos mismos historiadores que a guisa de intelectuales, apoyaron el golpe de estado de 1925 -que denominaron "Revolución Juliana"- y cuyo objetivo fundamental fue arrebatarle a la Ciudad su característico espíritu de generador de riqueza y progreso. A ese espíritu lo han llamado desde entonces "modelo primario exportador" manejado por la burguesía agroexportadora de los señores del cacao...
Son esos mismos historiadores que hoy hacen la vista gorda frente a lo que con benevolencia califican como "excesos" de la Revolución Ciudadana, aplaudiendo bajo la mesa que se quiebre a El Universo, por ser el mayor medio de prensa del Ecuador; como aplaudieron que a pretexto de la crisis bancaria, se arrasara a principios del siglo XXI con la banca guayaquileña dominada, según ellos, por "banqueros corruptos"...
Alfaro es un personaje de la Historia. Pero era un hombre de carne y hueso. Con virtudes y defectos. Su asesinato es repudiable. Y sin embargo, no hay que construir un mito ahí donde no existe, ni siquiera a pretexto de rectificar la historia.
sábado, 21 de enero de 2012
La diferencia que Correa no dice
En su enlace de hoy, el Presidente Rafael Correa dijo que demandó a El Universo como ciudadano; y que el cambio de jueces en el proceso fue impulsado por la defensa del diario. Pero se acordó de olvidar dos hechos fundamentales, que hacen la diferencia entre lo que afirma y la realidad. Veamos:
Un ciudadano común y corriente cuando recurre a la justicia, no va a las audiencias respaldado por la fuerza pública para restringir el acceso de la otra parte e intimidar a los jueces. Y en el caso de Correa contra El Universo, todos vimos cómo fue tomado previamente el Palacio de Justicia de Guayaquil, para que el Presidente de la República llegase acompañado de sus colaboradores y amigos a la audiencia. No fue el ciudadano Rafael Correa. Fue el Presidente de la República. Y eso es entendible porque no se puede desdoblar. Pero además, no puede decir que demanda como ciudadano, cuando la sentencia se basa en el obsoleto e inconstitucional artículo del Código Penal que sanciona el desacato. Y el desacato no ocurre entre ciudadanos comunes y corrientes, sino entre uno o varios ciudadanos y quien ostenta la autoridad.
Y en cuanto al cambio de jueces, prohibido olvidar: cuando el juez Sierra se quejó de la prepotencia con que actuaban los abogados del Presidente de la República, fue de inmediato sancionado por el Consejo de la Judicatura, por una causa oscura; y ese mismo Consejo, buscó hasta que encontró a los "jueces golondrinas" que se prestaron para condenar al Diario, a sus directivos y al editorialista Palacio. Luego lo demás fue como coser y cantar: encontraron la sala que ratificara el fallo de Paredes, barajando varios jueces que no resultaban confiables para el ciudadano Correa, como Eduardo Guerrero -también oportunamente sancionado- y provocando la renuncia de Primo Díaz. Por si las moscas, ese mismo Consejo de la Judicatura no tuvo empacho en sancionar a la Presidenta de la Corte Provincial de Guayas, por haber llamado a los temporales, "jueces golondrinas", luego de que el mismo ciudadano Correa -ahora como Presidente- pidiera que la sancionen.
Estos hechos no son desconocidos para la defensa del Diario. Lo que en realidad me inquieta saber es por qué no rebaten por falaces, los argumentos de Correa. Prefieren, con el mismo ánimo suicida que han observado durante todo el proceso, pasar por alto todas las mentiras. Por esto, por lo menos deberían señalar cuál es la diferencia que Correa no dice, respecto a recurrir a la justicia como ciudadano común y corriente, pero apelando a todos los privilegios que le da el hecho de ser Presidente de la República y Jefe de las Funciones del Estado, como a él le gusta creer que es...
Un ciudadano común y corriente cuando recurre a la justicia, no va a las audiencias respaldado por la fuerza pública para restringir el acceso de la otra parte e intimidar a los jueces. Y en el caso de Correa contra El Universo, todos vimos cómo fue tomado previamente el Palacio de Justicia de Guayaquil, para que el Presidente de la República llegase acompañado de sus colaboradores y amigos a la audiencia. No fue el ciudadano Rafael Correa. Fue el Presidente de la República. Y eso es entendible porque no se puede desdoblar. Pero además, no puede decir que demanda como ciudadano, cuando la sentencia se basa en el obsoleto e inconstitucional artículo del Código Penal que sanciona el desacato. Y el desacato no ocurre entre ciudadanos comunes y corrientes, sino entre uno o varios ciudadanos y quien ostenta la autoridad.
Y en cuanto al cambio de jueces, prohibido olvidar: cuando el juez Sierra se quejó de la prepotencia con que actuaban los abogados del Presidente de la República, fue de inmediato sancionado por el Consejo de la Judicatura, por una causa oscura; y ese mismo Consejo, buscó hasta que encontró a los "jueces golondrinas" que se prestaron para condenar al Diario, a sus directivos y al editorialista Palacio. Luego lo demás fue como coser y cantar: encontraron la sala que ratificara el fallo de Paredes, barajando varios jueces que no resultaban confiables para el ciudadano Correa, como Eduardo Guerrero -también oportunamente sancionado- y provocando la renuncia de Primo Díaz. Por si las moscas, ese mismo Consejo de la Judicatura no tuvo empacho en sancionar a la Presidenta de la Corte Provincial de Guayas, por haber llamado a los temporales, "jueces golondrinas", luego de que el mismo ciudadano Correa -ahora como Presidente- pidiera que la sancionen.
Estos hechos no son desconocidos para la defensa del Diario. Lo que en realidad me inquieta saber es por qué no rebaten por falaces, los argumentos de Correa. Prefieren, con el mismo ánimo suicida que han observado durante todo el proceso, pasar por alto todas las mentiras. Por esto, por lo menos deberían señalar cuál es la diferencia que Correa no dice, respecto a recurrir a la justicia como ciudadano común y corriente, pero apelando a todos los privilegios que le da el hecho de ser Presidente de la República y Jefe de las Funciones del Estado, como a él le gusta creer que es...
viernes, 20 de enero de 2012
Algo que me enseñó mi papá...
Recuerdo que cierta vez le hicimos una broma de mal gusto a un señor García, a quien en Sucre le apodaban "Resortes", por su parecido a un cómico mexicano de los años 60 del siglo pasado.
La broma consistió en pegarle un anuncio que publicaba El Universo ofreciendo la venta de resortes para uso mecánico y que lo recortamos para ese propósito. La pegada fue con una goma espesa que mi papá, Segundo Pedro, solía hacer para "remendar" billetes que de maltratados literalmente se caían a pedazos.
García tuvo la ocurrencia de pasar saludando a papá por la tienda, antes de ir a una sesión del Comité de Padres de Familia de la escuela que regentaban las Mercedarias en Sucre, 24 de Mayo, Manabí. Y mientras conversaba, con la cómplice ayuda de alguien que se prestó a la broma, se le adhirió a la espalda el recorte. Y García se fue con tan ilustrativo mensaje impreso pegado en su espalda, para delicia de los cncurrentes a la sesión, quienes coroeaban el apodo que ostentaba.
Al día siguiente el hombre se quejó con mi papá.
Segundo Pedro no dudó de esa queja y le dio disculpas por el mal rato que había pasado, así como por la pérdida de su camisa, que se rompió cuando García -seguramente furioso por las burlas- intentó arrancarle el aviso pegado.
Pero cuano esperaba una reprimenda, nada me reprochó. Quiso que lo acompañara a subir cuando íbamos a merendar. Eran tiempos muy difíciles esos de los años 60 en Sucre. Una inclemente sequía afectaba a la agricultura; y la gente empobrecida, se confeccionaba camisas utilizando unos sacos de tela estampada en que llegaba envasada la harina. Esa era la camisa del Sr. García.
Segundo Pedro no me preguntó si yo tenía alguna responsabilidad en el caao. Solo me dijo, mientras se apoyaba en mi hombro para escalar los peldaños, que ni siquiera el ser más miserable de la tierra merecía que se lo expusiera a una burla dañándole la ropa. "Peor si está jodido. Ahora ese pobre hombre ha perdido una de sus camisas; lo cual es más grave porque la situación está para comerse la camisa", me dijo en tono severo pero cariñoso, deslizando una de sus bromas basada en ingeniosos juegos de palabras, que algunos de mis hermanos le han heredado hasta perfeccionar ese arte.
El alcance de la lección me marcó. Yo la resumo así: no hay que burlarse del que está en desgracia; peor si esa burla afecta no solo a su dignidad, sino hasta a su camisa. A veces he sorprendido a mi temperamento burlón en trance de cometer algo reprochable, similar a lo que le hicimos al Sr. García. Y a mi mente llega el recuerdo de esas frases dichas, mientras subíamos las escaleras de la casa familiar en Sucre.
Hoy he recordado esta anécdota, a propósito de que en esta fecha cumple 36 años de muerto.
La broma consistió en pegarle un anuncio que publicaba El Universo ofreciendo la venta de resortes para uso mecánico y que lo recortamos para ese propósito. La pegada fue con una goma espesa que mi papá, Segundo Pedro, solía hacer para "remendar" billetes que de maltratados literalmente se caían a pedazos.
García tuvo la ocurrencia de pasar saludando a papá por la tienda, antes de ir a una sesión del Comité de Padres de Familia de la escuela que regentaban las Mercedarias en Sucre, 24 de Mayo, Manabí. Y mientras conversaba, con la cómplice ayuda de alguien que se prestó a la broma, se le adhirió a la espalda el recorte. Y García se fue con tan ilustrativo mensaje impreso pegado en su espalda, para delicia de los cncurrentes a la sesión, quienes coroeaban el apodo que ostentaba.
Al día siguiente el hombre se quejó con mi papá.
Segundo Pedro no dudó de esa queja y le dio disculpas por el mal rato que había pasado, así como por la pérdida de su camisa, que se rompió cuando García -seguramente furioso por las burlas- intentó arrancarle el aviso pegado.
Pero cuano esperaba una reprimenda, nada me reprochó. Quiso que lo acompañara a subir cuando íbamos a merendar. Eran tiempos muy difíciles esos de los años 60 en Sucre. Una inclemente sequía afectaba a la agricultura; y la gente empobrecida, se confeccionaba camisas utilizando unos sacos de tela estampada en que llegaba envasada la harina. Esa era la camisa del Sr. García.
Segundo Pedro no me preguntó si yo tenía alguna responsabilidad en el caao. Solo me dijo, mientras se apoyaba en mi hombro para escalar los peldaños, que ni siquiera el ser más miserable de la tierra merecía que se lo expusiera a una burla dañándole la ropa. "Peor si está jodido. Ahora ese pobre hombre ha perdido una de sus camisas; lo cual es más grave porque la situación está para comerse la camisa", me dijo en tono severo pero cariñoso, deslizando una de sus bromas basada en ingeniosos juegos de palabras, que algunos de mis hermanos le han heredado hasta perfeccionar ese arte.
El alcance de la lección me marcó. Yo la resumo así: no hay que burlarse del que está en desgracia; peor si esa burla afecta no solo a su dignidad, sino hasta a su camisa. A veces he sorprendido a mi temperamento burlón en trance de cometer algo reprochable, similar a lo que le hicimos al Sr. García. Y a mi mente llega el recuerdo de esas frases dichas, mientras subíamos las escaleras de la casa familiar en Sucre.
Hoy he recordado esta anécdota, a propósito de que en esta fecha cumple 36 años de muerto.
sábado, 14 de enero de 2012
Un quinquenio de Revolución Ciudadana
El Presidente Correa está celebrando 5 años de ejercicio de poder. No es, ciertamente, una celebración cualquiera.
En primer lugar, su gobierno puso término a un período de inestabilidad producto de la falta de gobernabilidad en que el país fue sumergido por culpa de la derecha sixtista, (la derecha "no torcida" como gustaban autonombrarse), impulsada por sus apetitos regionalistas y mercantilistas. Es que si se hace memoria podrá advertirse que después de Sixto y las Alicias y los Alberto, el país entró a una etapa de golpes y contragolpes, iniciada con el derrocamiento de Bucaram y ese período de 3 o 4 días -carnavales de 1997 incluidos- cuando virtualmente existían 3 presidentes de la República: Abdalá, en estado de caerse apenas con 6 meses de ejercicio de la primera magistratura, mientras Rosalía Arteaga y Fabián Alarcón se disputaban palmo a palmo y a fuerza de movimientos de cintura, quién se alzaría con el poder. Como se sabe, la suerte socialcristiana favoreció a Fabiolo...
Luego de lo ocurrido con Abdalá, la era de tumbar presidentes se inauguró con una pasión digna de mejor causa: le siguieron Mahuad y Lucio. De manera que entre 1996 y 2007, es decir en apenas 11 años, Ecuador tuvo media docena de presidentes. De eso se culpó a la partidocracia. Pero si se miran los hechos con tranquilidad, se concluirá que muchos de los actores de tales hechos, fueron los promotores de Rafael Correa y de su revolución ciudadana. Y el mismo Rafael Correa, no habría sido presidente si no se hubiese encaramado al Ministerio de Economía del gobierno de Palacio -impuesto, dicho sea de paso, por Febres-Cordero- para catapultarse desde ahí; ergo, es hijo putativo de la partidocracia.
En segundo lugar, Correa inauguró un estilo de gobierno dominado por lo mediático. Estilo inédito, cuyo diseño y objetivo final reside en fundir gobierno, Estado e ideología en una visión unidimensional. Esta fusión -inventada por el fascismo- nunca se había visto en Ecuador. Mejor dicho, lo intentó Febres-Cordero en cierta medida, pero sin llegar al extremo de convertir a la prensa en su mayor adversaria, ni de subordinar a ese unidimensionalismo toda su gestión de gobierno. Correa lo ha hecho. Y no le ha ido mal, hasta aquí.
Lo demás ha venido por añadidura: un escenario mundial relativamente favorable en lo económico por los buenos precios del petróleo y de las materias primas, en especial gracias al factor China,que de alguna manera también ha permitido paliar los efectos de la crisis del euro. Este entorno además, ha sido propicio para rescatar la capacidad de inversión del Estado, abandonando la ortodoxia que tendía a generar excedentes con el fin principal de pagar deuda externa. La debilidad del modelo es que por un lado se construye desde el Estado y para el Estado, excluyendo deliberada o indirectamente al sector privado; y, por otro, depende del alto precio del petróleo. Entonces su capacidad de sobrevivencia es precaria y puede precipitarse no bien se produzca una caída del mercado mundial del petróleo. Pero en los 5 primeros años, el balance es favorable para el enfoque del gobierno.
En lo social, hay políticas que son plausibles. Por ejemplo las de inclusión de sectores marginados, beneficiando a aquella parte de la población con problemas de discapacidad. La educación y la salud tienen calificaciones relativamente buenas, que hasta permiten pasar por alto episodios como los de las deficiencias en las casas de salud, a pesar de la emergencia sanitaria decretada por el mismo gobierno.
Pero en lo de fondo, el gobierno se encamina a consolidar su ejercicio hegemónico del poder, que ya lo ha ensayado con relativo éxito desde 2007, cuando disolvió al Congreso legalmente electo. Ahora Correa dispone para ese fin de la sumisión de todas las funciones del Estado. Por eso obliga al legislativo y al judicial, a actuar como a él se le antoja que actúen. Por ejemplo, acaba de ordenar sutilmente al Consejo de la Judicatura de Transición, que sancione a los abogados de El Universo. No me cabe duda de que sus deseos serán satisfechos, por esa tríada de caretucos que actúan en dicho Consejo.
Con este panorama, en los años que vendrán y si -como con toda seguridad parece- Correa logra reelegirse hasta 2017, Ecuador estará más próximo al totalitarismo que a la democracia, pues la disidencia será cooptada al más puro estilo de 1984, la inmortal novela de George Orwell. Y aquella disidencia que no se deje cooptar, recibirá una pócima de la receta patentada por el Pri en México: serán condenados a una benévola muerte política o a una drástica muerte física. Pero no quedarán de pie, como para contarlo...
Al margen de cualquier otra idea, la conclusión es que si algo resta como lectura de estos 5 años de gobierno de Rafael Correa es que la revolución es solo un estado mental, en el que todo cambia para seguir igual; y en semejante situación, para muchos toma vigencia el viejo adagio de que nadie sabe para quién trabaja...
O ese otro, más radical, según el cual el vivo vive del bobo y el bobo de su trabajo.
En primer lugar, su gobierno puso término a un período de inestabilidad producto de la falta de gobernabilidad en que el país fue sumergido por culpa de la derecha sixtista, (la derecha "no torcida" como gustaban autonombrarse), impulsada por sus apetitos regionalistas y mercantilistas. Es que si se hace memoria podrá advertirse que después de Sixto y las Alicias y los Alberto, el país entró a una etapa de golpes y contragolpes, iniciada con el derrocamiento de Bucaram y ese período de 3 o 4 días -carnavales de 1997 incluidos- cuando virtualmente existían 3 presidentes de la República: Abdalá, en estado de caerse apenas con 6 meses de ejercicio de la primera magistratura, mientras Rosalía Arteaga y Fabián Alarcón se disputaban palmo a palmo y a fuerza de movimientos de cintura, quién se alzaría con el poder. Como se sabe, la suerte socialcristiana favoreció a Fabiolo...
Luego de lo ocurrido con Abdalá, la era de tumbar presidentes se inauguró con una pasión digna de mejor causa: le siguieron Mahuad y Lucio. De manera que entre 1996 y 2007, es decir en apenas 11 años, Ecuador tuvo media docena de presidentes. De eso se culpó a la partidocracia. Pero si se miran los hechos con tranquilidad, se concluirá que muchos de los actores de tales hechos, fueron los promotores de Rafael Correa y de su revolución ciudadana. Y el mismo Rafael Correa, no habría sido presidente si no se hubiese encaramado al Ministerio de Economía del gobierno de Palacio -impuesto, dicho sea de paso, por Febres-Cordero- para catapultarse desde ahí; ergo, es hijo putativo de la partidocracia.
En segundo lugar, Correa inauguró un estilo de gobierno dominado por lo mediático. Estilo inédito, cuyo diseño y objetivo final reside en fundir gobierno, Estado e ideología en una visión unidimensional. Esta fusión -inventada por el fascismo- nunca se había visto en Ecuador. Mejor dicho, lo intentó Febres-Cordero en cierta medida, pero sin llegar al extremo de convertir a la prensa en su mayor adversaria, ni de subordinar a ese unidimensionalismo toda su gestión de gobierno. Correa lo ha hecho. Y no le ha ido mal, hasta aquí.
Lo demás ha venido por añadidura: un escenario mundial relativamente favorable en lo económico por los buenos precios del petróleo y de las materias primas, en especial gracias al factor China,que de alguna manera también ha permitido paliar los efectos de la crisis del euro. Este entorno además, ha sido propicio para rescatar la capacidad de inversión del Estado, abandonando la ortodoxia que tendía a generar excedentes con el fin principal de pagar deuda externa. La debilidad del modelo es que por un lado se construye desde el Estado y para el Estado, excluyendo deliberada o indirectamente al sector privado; y, por otro, depende del alto precio del petróleo. Entonces su capacidad de sobrevivencia es precaria y puede precipitarse no bien se produzca una caída del mercado mundial del petróleo. Pero en los 5 primeros años, el balance es favorable para el enfoque del gobierno.
En lo social, hay políticas que son plausibles. Por ejemplo las de inclusión de sectores marginados, beneficiando a aquella parte de la población con problemas de discapacidad. La educación y la salud tienen calificaciones relativamente buenas, que hasta permiten pasar por alto episodios como los de las deficiencias en las casas de salud, a pesar de la emergencia sanitaria decretada por el mismo gobierno.
Pero en lo de fondo, el gobierno se encamina a consolidar su ejercicio hegemónico del poder, que ya lo ha ensayado con relativo éxito desde 2007, cuando disolvió al Congreso legalmente electo. Ahora Correa dispone para ese fin de la sumisión de todas las funciones del Estado. Por eso obliga al legislativo y al judicial, a actuar como a él se le antoja que actúen. Por ejemplo, acaba de ordenar sutilmente al Consejo de la Judicatura de Transición, que sancione a los abogados de El Universo. No me cabe duda de que sus deseos serán satisfechos, por esa tríada de caretucos que actúan en dicho Consejo.
Con este panorama, en los años que vendrán y si -como con toda seguridad parece- Correa logra reelegirse hasta 2017, Ecuador estará más próximo al totalitarismo que a la democracia, pues la disidencia será cooptada al más puro estilo de 1984, la inmortal novela de George Orwell. Y aquella disidencia que no se deje cooptar, recibirá una pócima de la receta patentada por el Pri en México: serán condenados a una benévola muerte política o a una drástica muerte física. Pero no quedarán de pie, como para contarlo...
Al margen de cualquier otra idea, la conclusión es que si algo resta como lectura de estos 5 años de gobierno de Rafael Correa es que la revolución es solo un estado mental, en el que todo cambia para seguir igual; y en semejante situación, para muchos toma vigencia el viejo adagio de que nadie sabe para quién trabaja...
O ese otro, más radical, según el cual el vivo vive del bobo y el bobo de su trabajo.
miércoles, 11 de enero de 2012
Los descorbatados...
No me había percatado de lo patético que resultan sin corbata los líderes de la ALBA, (porque debe escribirse así, en femenimo, pues se trata de la Alianza Bolivariana, ese club de perdedores que lo dirige Chávez) hasta que vi en la televisión las imágenes de los presidentes que concurrieron a la posesión de Daniel Ortega, una vez más como Presidente de Nicaragua.
Y ahí estaban, bajo el comando de Hugo Chàvez y de Ahmadineyad, varios presidentes y altos invitados, que lucían su informalidad relevada por la ausencia de la corbata.
La corbata es, ciertamente, una prenda inútil de uso masculino -aunque algunas mujeres también gustan lucirlas a su manera- que solemos utilizarla generalmente cuando vestimos de traje, para resaltar el tono del saco y de la camisa. Al menos eso es lo que me han dicho mis amigas y amigos que ejercen el oficio de Petronio: ser árbitros de la moda. Y yo, asumo sus explicaciones con la reverencia que merece una verdad incontrovertible.
Pero al margen de la moda y de sus extravagancias, es interesante advertir cómo los revolucionarios dirigentes de Latinoamérica, ostentan su postura anticapitalista prescindiendo de la corbata. Al parecer en la corbata han resumido todos los símbolos del sistema. Y como son socialistas del siglo XXI, simplemente no la utilizan. Se distinguen así de lo que hacía Enrique Ayala, quien se ponía una elegante corbata roja como expresión iconográfica del socialismo que dice encarnar, aunque Nebot -en el célebre "ven para mearte"- le apostilló su condición de "cojudo" porque a màs del color rojo de su fina corbata de seda, fumaba tabaco inglés en pipa...
Antes de la revolución ciudadana, los miembros de la partidocracia desde los más ilustres hasta los más deslustrados, se esmeraban en usar corbatas que los distinguieran de la chusma por la nueva posición política con que eran premiados, ora en un ministerio ora en una curul legislativa.
Pero cuando llegaron los de PAIS, la corbata perdió significado.
Primero fue el Presidente Correa con sus camisas autóctonas que, dicho sea de paso, las piensan patentar, quien utilizó un cuello que no está diseñado para anudarle una corbata. Luego Patiño, Fander Falconí, Javier Ponce, y eventualmente los Alvarado, se sumaron a la iniciativa al punto que hasta con camisas confeccionadas para el efecto, no adornan sus célebres y apetecidos cuellos, con corbatas. Uno de los pocos que usa corbata a veces en tono rosa, es Alexis...
Desconozco dónde empezó la moda de los descorbatados. Pero no me imagino a Ahmadineyad con corbata. Y quizá nunca se ponga una, por el temor de que cuando la reciba sea tan tosca y mortal como la que le pusieron a Saddam Husseim, el ex archi enemigo de Irán, que tampoco era muy amigo de las corbatas, a juzgar por varias fotografías en la que se lo ve sin tal prenda. Y sin embargo de que desconozco el origen de la moda, lo que sí es cierto es que constituye hoy por hoy una señal de ser revolucionario. Y de pertenecer a la ALBA.
De manera que cuando usted vea a alguien cantar el "hasta siempre Comandante" (en referencia al Chè Guevara), gritar mueras al imperialismo yankee, lamentarse por la suerte de Kadafi, lanzar loas a Ahmadineyad, y otras cosas de esa naturaleza, puede estar seguro de que aquel individuo no es auténtico en sus expresiones, si lleva corbata. En cambio si está descorbatado, sonría con satisfacción: tiene frente a usted a un auténtico ejemplar de la revolución latinoamericana, no importa si el padre de ella es Chávez, Ortega, Evo o el mismísimo Correa.
Y ahí estaban, bajo el comando de Hugo Chàvez y de Ahmadineyad, varios presidentes y altos invitados, que lucían su informalidad relevada por la ausencia de la corbata.
La corbata es, ciertamente, una prenda inútil de uso masculino -aunque algunas mujeres también gustan lucirlas a su manera- que solemos utilizarla generalmente cuando vestimos de traje, para resaltar el tono del saco y de la camisa. Al menos eso es lo que me han dicho mis amigas y amigos que ejercen el oficio de Petronio: ser árbitros de la moda. Y yo, asumo sus explicaciones con la reverencia que merece una verdad incontrovertible.
Pero al margen de la moda y de sus extravagancias, es interesante advertir cómo los revolucionarios dirigentes de Latinoamérica, ostentan su postura anticapitalista prescindiendo de la corbata. Al parecer en la corbata han resumido todos los símbolos del sistema. Y como son socialistas del siglo XXI, simplemente no la utilizan. Se distinguen así de lo que hacía Enrique Ayala, quien se ponía una elegante corbata roja como expresión iconográfica del socialismo que dice encarnar, aunque Nebot -en el célebre "ven para mearte"- le apostilló su condición de "cojudo" porque a màs del color rojo de su fina corbata de seda, fumaba tabaco inglés en pipa...
Antes de la revolución ciudadana, los miembros de la partidocracia desde los más ilustres hasta los más deslustrados, se esmeraban en usar corbatas que los distinguieran de la chusma por la nueva posición política con que eran premiados, ora en un ministerio ora en una curul legislativa.
Pero cuando llegaron los de PAIS, la corbata perdió significado.
Primero fue el Presidente Correa con sus camisas autóctonas que, dicho sea de paso, las piensan patentar, quien utilizó un cuello que no está diseñado para anudarle una corbata. Luego Patiño, Fander Falconí, Javier Ponce, y eventualmente los Alvarado, se sumaron a la iniciativa al punto que hasta con camisas confeccionadas para el efecto, no adornan sus célebres y apetecidos cuellos, con corbatas. Uno de los pocos que usa corbata a veces en tono rosa, es Alexis...
Desconozco dónde empezó la moda de los descorbatados. Pero no me imagino a Ahmadineyad con corbata. Y quizá nunca se ponga una, por el temor de que cuando la reciba sea tan tosca y mortal como la que le pusieron a Saddam Husseim, el ex archi enemigo de Irán, que tampoco era muy amigo de las corbatas, a juzgar por varias fotografías en la que se lo ve sin tal prenda. Y sin embargo de que desconozco el origen de la moda, lo que sí es cierto es que constituye hoy por hoy una señal de ser revolucionario. Y de pertenecer a la ALBA.
De manera que cuando usted vea a alguien cantar el "hasta siempre Comandante" (en referencia al Chè Guevara), gritar mueras al imperialismo yankee, lamentarse por la suerte de Kadafi, lanzar loas a Ahmadineyad, y otras cosas de esa naturaleza, puede estar seguro de que aquel individuo no es auténtico en sus expresiones, si lleva corbata. En cambio si está descorbatado, sonría con satisfacción: tiene frente a usted a un auténtico ejemplar de la revolución latinoamericana, no importa si el padre de ella es Chávez, Ortega, Evo o el mismísimo Correa.
sábado, 7 de enero de 2012
La edad no es una gotera en el techo...
Hoy hablaré de mí. Y por mi letra, trataré de hablar sobre todos los que han cumplido o van a cumplir 62 años de vida.
Confieso que desde cuando las leí, firmo como mías las palabras del personaje de "Memorias de mis putas tristes" de Gabriel García Márquez: "Nunca he pensado en la edad como en una gotera en el techo que le indica a uno la cantidad de vida que le va quedando"; es que -y esto es de mi cosecha- yo pienso en el torrente que todavía queda para alimentar a la gotera, pero no en las gotas que van cayendo.
Nosotros pertenecemos a la generación de la segunda mitad del siglo XX. Hemos tenido la oportunidad de dar testimonio sobre los cambios maravillosos que la tecnología ha deparado en el comportamiento de la sociedad y que parecen tan interminables como vertiginosos.
Así, hemos visto desde el paso de la radio a la televisión, hasta llegar a las imágenes 3-D; desde la computadora inmensa con capacidad menor a la de un celular elemental de hoy día, hasta las portátiles y las tablet; estupefactos fuimos espectadores tanto de la llegada de un astronauta de Estados Unidos a la luna, como de la derrota de ese mismo país por famélicos soldados en Vietnam; tan pronto hicimos héroe al Ché bajo el romanticismo de su lucha anti imperialista, como advertimos con el paso del tiempo, que la Cuba que él "liberó" con los barbudos de Sierra Maestra, ha terminado convirtiendo su libertad en más de medio siglo bajo una dictadura en nombre de un socialismo que cayó con el Muro de Berlìn hace 22 años. Hemos, en fin, presenciado cómo el mundo se convirtió en una aldea global, gracias a Internet.
Y aquí, entre nosotros, hemos visto pasar el torrente del velasquismo y sus precipitaciones sobre las bayonetas; dictaduras militares, cuando no golpes constitucionales y asonadas; una crisis financiera asoladora que culminó con la caída del sucre y la dolarización; y toda la parafernalia de la revolución ciudadana, incluyendo a Fabricio y Pierina... Hemos visto a sufridos barcelonistas, llorar 15 años seguidos, para consternación nuestra. Hemos vivido la pasajera alegría de clasificar como país a dos mundiales de fútbol y quitarnos un poco ese consuelo de bobos resumido en jugar como nunca y perder como siempre, (mmmm ¿emelec?) Hemos visto de todo. Y seguiremos viendo.
Porque también pudimos declarar un amor trasnochado, mientras intentábamos -en un baile de bolero, cachete con cachete- recitar una inspirada composición a la que recurríamos para dar fe de nuestros sentimientos; porque nos casamos y hasta nos divorciamos, y tenemos hijos y hasta nietos; porque entendimos la vida no solo como una sucesión de eventos, en los que el estudio y hacer negocios, parecían actos nada complicados; porque nos hicimos de una o varias profesiones, a veces solo con el ánimo de sacarle ventaja al conocimiento.
Porque hemos visto de todo. Y seguiremos viendo. Por eso y todo lo demás, yo espero llegar a los 90 y pasarlos.
Y pasarlos para ir algún día donde un médico, quizá nieto de algún familiar querido o de un buen amigo, que nos diga -como al personaje de García Márquez- que nuestro estado de salud es el mejor posible a nuestra edad. Y que igualmente le respondamos: "Qué curioso, (...) lo mismo me dijo su abuelo cuando yo tenía cuarenta y dos años, como si el tiempo no pasara. Siempre encontrará uno que se lo diga, dijo, porque siempre tendrá una edad. Yo, provocándolo para una sentencia aterradora, le dije: La única definitiva es la muerte. Si, dijo él, pero no es fácil llegar a ella en tan buen estado como usted. Siento de veras no poder complacerlo"
Confieso que desde cuando las leí, firmo como mías las palabras del personaje de "Memorias de mis putas tristes" de Gabriel García Márquez: "Nunca he pensado en la edad como en una gotera en el techo que le indica a uno la cantidad de vida que le va quedando"; es que -y esto es de mi cosecha- yo pienso en el torrente que todavía queda para alimentar a la gotera, pero no en las gotas que van cayendo.
Nosotros pertenecemos a la generación de la segunda mitad del siglo XX. Hemos tenido la oportunidad de dar testimonio sobre los cambios maravillosos que la tecnología ha deparado en el comportamiento de la sociedad y que parecen tan interminables como vertiginosos.
Así, hemos visto desde el paso de la radio a la televisión, hasta llegar a las imágenes 3-D; desde la computadora inmensa con capacidad menor a la de un celular elemental de hoy día, hasta las portátiles y las tablet; estupefactos fuimos espectadores tanto de la llegada de un astronauta de Estados Unidos a la luna, como de la derrota de ese mismo país por famélicos soldados en Vietnam; tan pronto hicimos héroe al Ché bajo el romanticismo de su lucha anti imperialista, como advertimos con el paso del tiempo, que la Cuba que él "liberó" con los barbudos de Sierra Maestra, ha terminado convirtiendo su libertad en más de medio siglo bajo una dictadura en nombre de un socialismo que cayó con el Muro de Berlìn hace 22 años. Hemos, en fin, presenciado cómo el mundo se convirtió en una aldea global, gracias a Internet.
Y aquí, entre nosotros, hemos visto pasar el torrente del velasquismo y sus precipitaciones sobre las bayonetas; dictaduras militares, cuando no golpes constitucionales y asonadas; una crisis financiera asoladora que culminó con la caída del sucre y la dolarización; y toda la parafernalia de la revolución ciudadana, incluyendo a Fabricio y Pierina... Hemos visto a sufridos barcelonistas, llorar 15 años seguidos, para consternación nuestra. Hemos vivido la pasajera alegría de clasificar como país a dos mundiales de fútbol y quitarnos un poco ese consuelo de bobos resumido en jugar como nunca y perder como siempre, (mmmm ¿emelec?) Hemos visto de todo. Y seguiremos viendo.
Porque también pudimos declarar un amor trasnochado, mientras intentábamos -en un baile de bolero, cachete con cachete- recitar una inspirada composición a la que recurríamos para dar fe de nuestros sentimientos; porque nos casamos y hasta nos divorciamos, y tenemos hijos y hasta nietos; porque entendimos la vida no solo como una sucesión de eventos, en los que el estudio y hacer negocios, parecían actos nada complicados; porque nos hicimos de una o varias profesiones, a veces solo con el ánimo de sacarle ventaja al conocimiento.
Porque hemos visto de todo. Y seguiremos viendo. Por eso y todo lo demás, yo espero llegar a los 90 y pasarlos.
Y pasarlos para ir algún día donde un médico, quizá nieto de algún familiar querido o de un buen amigo, que nos diga -como al personaje de García Márquez- que nuestro estado de salud es el mejor posible a nuestra edad. Y que igualmente le respondamos: "Qué curioso, (...) lo mismo me dijo su abuelo cuando yo tenía cuarenta y dos años, como si el tiempo no pasara. Siempre encontrará uno que se lo diga, dijo, porque siempre tendrá una edad. Yo, provocándolo para una sentencia aterradora, le dije: La única definitiva es la muerte. Si, dijo él, pero no es fácil llegar a ella en tan buen estado como usted. Siento de veras no poder complacerlo"
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